Los zoológicos y la conservación de las especies
26 de noviembre de 2012Los esfuerzos para reducir las amenazas para la conservación del jaguar, y de otras especies, deben estar basados en conocimiento científico de calidad. Con este fin, los biólogos mexicanos Dalia Amor Conde y Fernando Colchero en colaboración con la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y Jaguar Conservancy estudiaron durante años el hábitat de los jaguares en la Selva Maya, una región que ocupa una gran porción de los estados mexicanos de Chiapas, Campeche y Quintana Roo, del Petén Guatemalteco y la mayor parte del territorio de Belice.
El jaguar es el depredador más alto de los bosques tropicales y clave en el equilibrio de los ecosistemas. “Al asegurar grandes áreas de hábitat de jaguar, se asegura al mismo tiempo el hábitat de muchas otras especies”, explica Dalia Amor Conde a DW. La ventaja de elegir a depredadores máximos en estrategias de conservación es que de este modo se incluyen a muchas otras especies que se encuentran en peldaños inferiores de la cadena alimentaria. Las acciones de conservación han reducido el peligro de extinción de algunas especies amenazas.
En Alemania los programas de protección del lobo, de la nutria y del castor, por ejemplo, han sido satisfactorios en los últimos años. Sin embargo, las especies cuyas tendencias se conocen cada vez están más al borde de la extinción y todavía se sabe muy poco sobre esas especies.
Falta de datos demográficos
En 2008, la joven pareja de científicos dejó atrás el trabajo de campo que había realizado durante años con jaguares, y otras especies en México, para continuar con su labor científica desde los laboratorios del Instituto Max Planck para Investigación Demográfica de Rostock, en el norte de Alemania.
Aquí, los científicos aplican métodos demográficos a las especies animales para entender cómo evolucionan sus poblaciones mediante procedimientos estadísticos. La demografía es una disciplina que se ha desarrollado principalmente para poblaciones humanas pero que en animales ofrece también aplicaciones interesantes.
“Necesitamos entender los procesos demográficos de estas especies para protegerlas de forma más efectiva con programas de conservación”, explica Conde y añade, “la extinción es en esencia un proceso demográfico. Cambios en la fertilidad y mortalidad de una población hacen que ésta se colapse”.
Sin embargo, el principal problema y dificultad a la que se enfrentan los investigadores es que apenas hay datos fiables. “Sólo tenemos buenos datos demográficos para aproximadamente 0,5 % de todas las especies de vertebrados terrestres”, enfatiza Dalia A. Conde. Los vertebrados terrestres incluyen a mamíferos, aves, reptiles y anfibios.
Hasta ahora, los científicos han trabajado con análisis de viabilidad de poblaciones (del inglés, population viability analysis) que calcula la probabilidad de que una población se extinga tras un tiempo determinado. Para realizar estos análisis los científicos necesitan introducir diversos datos como la tasa de mortalidad o de reproducibilidad, es decir, cuántas crías tiene. Pero los científicos no siempre conocen estos datos y algunos cuestionan la fiabilidad de los resultados de estos estudios.
Este déficit se conoce gracias a la base de datos online DATLife que dirige Alexander Scheuerlein en el mismo Instituto. DATLife que estará disponible a mediados del próximo año, recopila de forma sistemática todos los datos demográficos publicados hasta la fecha.
Los zoológicos: ¿pieza clave en la conservación de especies?
Con el fin de minimizar esta laguna de información, Conde y sus colegas decidieron utilizar datos procedentes de zoológicos y calcularon por primera vez cuántas de las especies amenazadas se encuentran en zoológicos de todo el mundo. “Una de cada siete especies en peligro de extinción está en los zoológicos”, comenta Conde. Esta cifra representa un 15% y supone una mejora respecto a la cifra de 0,5% para la cual se tienen datos.
Los científicos colaboran con el Sistema Internacional de Información de Especies (International Species Information System, Isis), que reúne datos de aproximadamente 2,5 millones de individuos, procedentes de 850 zoológicos distribuidos por todo el planeta. “Creo que los zoológicos pueden jugar un papel clave en la conservación de las especies”, afirma la investigadora. Son datos limitados porque las condiciones de vida de los animales salvajes no son comparables a la de los animales en cautiverio pero esto permite a los científicos tener información básica muy valiosa como saber cuándo nació un individuo, cuándo murió o a qué edad tuvo su primera cría.
“Es mejor tener datos de especies que estimaciones pero hay que saber con cuánta incertidumbre podemos usar esos datos”, aclara la investigadora. Para ello, estudian los patrones de supervivencia, es decir, cuántos individuos sobreviven en el tiempo en una población determinada. Por ejemplo analizan patrones de supervivencia de una población de gorilas en el zoo y otra en el hábitat silvestre, para la cual existentes datos, y los comparan. Así, averiguan para qué tipo de especies podrían realizar este tipo de comparaciones.
Posiblemente para especies con grupos sociales más complejos, como en el caso de los gorilas, sea muy difícil porque el grupo social en muchos zoológicos no se mantiene. “No esperamos que esto sea posible para todo tipo de especies pero queremos investigarlo”, explica la investigadora.
El sexo importa en la selección de hábitat
Lo cierto es que muchos datos demográficos son imprecisos y en consecuencia, también las recomendaciones para la protección de animales. Los científicos del Instituto Max Planck de Demografía trabajan en el desarrollo de métodos para reducir el déficit de datos existente y así obtener información en la que basarse para desarrollar estrategias de conservación más efectivas. En el caso del jaguar, Conde y Colchero han desarrolladlo modelos para entender su hábitat, por ejemplo: analizaron que áreas prefiere el jaguar y cómo se mueve a través de ellas.
Así, descubrieron que hembras y machos muestran comportamientos diferentes y por lo tanto prefieren distintos tipos de vegetación. Los machos eligen el bosque alto, que se caracteriza por árboles altos que al tapar la luz apenas permiten el crecimiento de vegetación secundaria. Esto les permite moverse mejor y un mayor éxito en la caza. Asimismo exploran con mucha mayor frecuencia áreas de ganadería y agricultura en pequeña escala. Mientras que las hembras se inclinan tanto por las áreas de bosque alto como por las de bosque bajo.
En los bosques bajos, la vegetación secundaria es más frondosa, por lo cual es un área que los cazadores humanos y jaguares machos evitan. Los científicos creen que las hembras usan esas áreas como refugio de su camada: “las hembras evitan así la presencia de jaguares macho y cazadores humanos que podrían ser peligrosos para sus crías”, explica Conde.
Al igual, sus resultados muestran que las hembras evaden las carreteras, mientras que los machos se muestran más dispuestos a cruzarlas. Con estos resultados los biólogos pudieron identificar, por un lado, las zonas en las que habría un mayor conflicto entre el jaguar y el ser humano, al determinar las zonas de agricultura y ganadería que tenían mayor probabilidad de recibir presencia de jaguares machos; y por otro, las zonas de carretera que tendrían mayores posibilidades de ser atravesadas por los felinos.
Precisamente ahí debían las autoridades tomar medidas y construir puentes o túneles, según su recomendación.
Este tipo de medidas concretas para otras especies aún tomará mucho tiempo porque el equipo de investigación en el que trabaja la bióloga mexicana está ahora recopilando, organizando y analizando datos pero ilustra las aplicaciones de este tipo de investigaciones. Los científicos pretenden combinar en un siguiente paso datos demográficos con conocimientos sobre el hábitat de una especie y así ofrecer recomendaciones más eficaces para los programas de protección de especies en peligro de extinción.
Autora: Aitziber Romero Bengoetxea
Editor: Enrique López