Líbano e Irak: donde gobiernan las confesiones
30 de octubre de 2019Saad Hariri ha renunciado. Durante semanas, los ciudadanos salieron a las calles de Beirut y otras ciudades para protestar contra el sistema político del país. El primer ministro anunció su renuncia por la continua presión de las protestas. "Siempre he tratado de encontrar una salida, escuchar a la gente y proteger al país de los peligros económicos y de seguridad", dijo Hariri. "Para decirlo abiertamente, he llegado a un callejón sin salida. Es hora de para un paso decisivo para afrontar la crisis".
Poco antes la crisis se había intensificado. Según testigos presenciales, los seguidores del movimiento chií Amal y de Hezbolá habían atacado a los manifestantes en una de las calles principales y habían quitado sus tiendas de campaña en la céntrica Plaza de los Mártires. Sin embargo, los manifestantes mantuvieron sus demandas de que renuncie todo el Gobierno.
Sin ganas de experimentos
Cómo continúa la historia no está ahora mismo nada claro. Especialmente respecto al particular sistema político del país, basado en cuotas por confesiones religiosas. Contra esto han protestado especialmente los manifestantes, principalmente estudiantes y gente de la empobrecida clase media, porque dicen que promueve el clientelismo y el nepotismo. Esto ha unido, por el contrario, a los representantes chiitas, sunitas y cristianos.
Sin embargo, es dudoso que las protestas puedan poner fin a este sistema, dice Maximilian Felsch, politólogo de la Universidad Haigazian en Beirut. La gran mayoría de la gente no está satisfecha con el sistema político y considera deficiente el trabajo del Gobierno en los últimos años. "Pero si se celebran nuevas elecciones, es probable que la gran mayoría de los libaneses elijan a aquellos partidos que pretenden promover y proteger a sus respectivas comunidades religiosas, por lo que las nuevas elecciones no cambiarán nada y volverán a poner en el poder a la misma gente".
Disparos mortales en Irak
Al igual que en el Líbano, muchos jóvenes están saliendo a las calles en Irak. También protestan por la deteriorada situación social del país y, especialmente, por la corrupción. Hace unos días, el primer ministro Adel Abdul Mahdi intentó calmar a los manifestantes anunciando un plan de reformas, una reorganización del gabinete y nueva asistencia social para los más necesitados. Pero en lugar de calmar la situación, sus palabras la empeoraron: los manifestantes consideraron que la declaración del primer ministro era un intento evidente de ganar tiempo y de tratar de que el Gobierno sobreviva a las protestas.
El destacado líder chií Muqtada al Sadr ofreció enviar a sus seguidores a las calles para proteger a los manifestantes, pero los portavoces del movimiento de protesta se negaron: para ellos Al Sadr es parte del problema, del sistema regido por un hasta ahora poco flexible Gobierno nacional. Al mismo tiempo, también lo acusan de hacer muy poco para contrarrestar la influencia de Irán en Irak. En las manifestaciones de los últimos días, numerosos participantes habían recibido disparos de fuego real. Los manifestantes culpan de los asesinatos a la milicia al servicio de Irán que actúa en el país.
Interés propio versus bien común
Tanto chiíes como suníes participan en las protestas contra Irán. También están unidos contra el sistema político del país, que tiene una estructura confesional similar a la del Líbano. Pero tampoco está claro que el sistema se vaya a cambiar en Irak, Maximilian Felsch. En ambos países, la democracia de cuotas confesional tenía realmente la tarea de establecer un orden estable de posguerra y garantizar el pluralismo y la participación democrática. El lado oscuro de estos modelos de Gobierno: los ciudadanos se volvieron dependientes de sus representantes confesionales y étnicos en el Estado. La consecuencia es una economía de clientelismo sin Estado de derecho y sin orientación hacia el bienestar público. Esto, según Felsch, habría sido un obstáculo importante para resolver los principales desafíos del país.
El sistema "ha conducido a ambos países a la corrupción, en el sentido de que los líderes de los partidos confesionales entienden su papel principalmente como representantes de sus comunidades religiosas", dice Felsch. "Sus partidarios esperan que los políticos a los que eligen les devuelvan el favor, les consigan puestos de funcionario o les den acceso a los recursos gubernamentales". Esto tiene una cierta lógica, continúa Felsch. Casi todos los que estaban en el aparato administrativo debían sus cargos a los partidos. Todos se benefician del sistema político y temen perder sus privilegios si esto cambia.
"Los ciudadanos están acostumbrados a vivir en un sistema que ha fortalecido aún más la conciencia del grupo confesional". Por lo tanto, es muy cuestionable que una democracia liberal, en la que las decisiones se toman con mayorías simples, conduciría inevitablemente a una mayor estabilidad y legitimidad, explica Felsch.
(lgc/few)
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