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México en el mundo tras el “efecto AMLO”

28 de junio de 2018

La alta probabilidad de que el candidato presidencial mexicano Andrés Manuel López Obrador gane los comicios del 1 de julio obliga a preguntar por sus planes –si los tiene– para la política exterior del país.

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Mexiko Präsidenschaftskandidat Andrés Manuel López Obrador (Morena)
Imagen: picture-alliance/dpa/S. Gutiérrez

El candidato presidencial mexicano Andrés Manuel López Obrador –conocido por las siglas de su nombre, AMLO– dedicó buena parte de su campaña electoral a prometer el fin de la desigualdad socioeconómica, “mano dura” contra los corruptos de cuello blanco, un alto tanto a la violencia como a la impunidad que la fomenta, y otras curas para otros males crónicos que aquejan a sus compatriotas. Pero la alta probabilidad de que el político de 64 años termine ganando los comicios del 1 de julio obliga a preguntar también por sus planes para la política exterior del país, sobre todo considerando las circunstancias que lo enfrentan con Estados Unidos.

“Sería muy bueno saber qué se trae entre manos, pero López Obrador no tiene un perfil en lo que respecta a la política exterior; eso no parece interesarle. Cada vez que ha debatido sobre ese asunto, López Obrador ha alegado que ‘la mejor política exterior es la política interior’, queriendo decir que si México hubiera resuelto sus numerosos problemas internos no tendría las fricciones que hoy tiene con su vecino del norte. Lo que ensombrece las perspectivas a corto plazo es que el actual presidente de Estados Unidos piensa de la misma manera”, sostiene Günther Maihold, subdirector de la Fundación Ciencia y Política (SWP), de Berlín.

La tendencia de Donald Trump a jerarquizar la política interior de Estados Unidos por encima de su política exterior y a instrumentalizar las crisis externas para hacerse propaganda en casa hace temer que la diplomacia entre las dos naciones sea la primera sacrificada si AMLO llega al poder, agrega el experto. El economista Alejandro Márquez Velázquez, del Instituto Latinoamérica (LAI), adscrito a la Universidad Libre de Berlín, coincide con Maihold: “Si ese escenario se consuma, México corre el riesgo de convertirse en una fuente de incertidumbre política y económica, como lo ha sido Estados Unidos desde que Trump tomó sus riendas”.

El impasse México-Estados Unidos

“Lo máximo que ha hecho López Obrador hasta ahora al pronunciarse sobre tópicos alusivos a la soberanía nacional –como la construcción de un muro en la frontera mexicano-estadounidense o la separación de las familias mexicanas que han entrado irregularmente a Estados Unidos, por ejemplo– ha sido apoyar al Gobierno de Enrique Peña Nieto y decir que los intereses nacionales deben ser defendidos. Pero de esas palabras no se desprende cómo sería su gestión ejecutiva a escala bilateral, de cara a Estados Unidos, o a escala multilateral, si él llegara a ser elegido presidente”, comenta Maihold, en entrevista con DW.

El impasse México-Estados Unidos debido a las políticas migratorias de Trump no es el único asunto exterior esperando por una postura definida de AMLO. El especialista del SWP recalca que México ha apoyado activamente los pactos internacionales para frenar el calentamiento global, ha promovido la no proliferación de armas nucleares, y se ha comprometido a participar en misiones de paz y estabilización con miras a contener la violencia en zonas de conflicto. “Esas y otras áreas demandan un posicionamiento claro”, subraya Maihold. De ganar los comicios, AMLO tendrá sólo cinco meses para superar sus deficiencias en este campo.

El politólogo Detlef Nolte, exdirector del Instituto GIGA de Estudios Latinoamericanos (ILAS), de Hamburgo, deja en el aire la impresión de que el lapso entre su elección y su juramentación como presidente le bastaría a AMLO para diseñar la política exterior de su Gobierno porque, de por sí, no son muchos los cambios que un mandatario mexicano puede hacer en esas lides. “Los golpes de timón serían puntuales porque la política exterior de México está determinada por su historia y su ubicación geográfica. Estados Unidos es el destino del 70 por ciento del comercio exterior mexicano”, enfatiza Nolte.

Repensando el TLCAN

“El hecho de que México se haya adherido al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) no fue una arbitrariedad. Las conversaciones de los miembros del TLCAN para reformar ese pacto y las negociaciones México-Washington en cuestiones migratorias continuarán aún si López Obrador es nombrado presidente y articula un discurso más duro y nacionalista que el de Enrique Peña Nieto, porque México depende mucho de lo que decida hacer Estados Unidos en esos frentes. México no tendrá un mayor margen de maniobra de cara a la erección de un muro a lo largo de la frontera binacional gracias a AMLO”, dice Nolte.

A juicio de este analista, México puede rehusarse a pagar el costo del muro en cuestión o negarse a cooperar con la repatriación de ciudadanos mexicanos indocumentados desde Estados Unidos, pero eso no alteraría el rol más bien pasivo de este país latinoamericano en esa materia. “Donde López Obrador sí podría jugar un papel activo es en la reorientación de México hacia la comunidad latinoamericana. Los Gobiernos de Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012), del Partido Acción Nacional (PAN), se distanciaron de Centroamérica, Sudamérica y el Caribe para apostarlo todo al TLCAN”, explica Nolte.

“Esa tendencia se revirtió sutilmente durante el mandato de Peña Nieto y López Obrador tiene la posibilidad de restaurar los vínculos con el sur del continente. Yo creo que ese acercamiento promete mucho, no sólo para México, sino para toda América Latina. Y la constelación podría ser auspiciosa: Brasil atraviesa una crisis severa y busca darle un giro a su política exterior. El verdadero obstáculo, que no es nuevo, es que los diversos bloques de países del subcontinente –los del MERCOSUR, los de la región andina y los de la región centroamericana, por ejemplo– no están bien interconectados”, señala el experto del ILAS.

Reacercamiento a América Latina

Nolte cita estudios del Banco Interamericano de Desarrollo y del Banco Mundial según los cuales América Latina sólo puede hacer progresos económicos sostenibles y volverse una región genuinamente autónoma si logra crear su propia zona de libre comercio. Se da por sentado que el eslabón faltante para poner en marcha ese proceso es el nexo México-MERCOSUR. Márquez Velázquez, de la Universidad Libre de Berlín, no cree que este sueño cristalice en el futuro cercano debido a la distancia geográfica entre México y los países fundadores del MERCOSUR, y a las dimensiones de México como mercado, en comparación con Estados Unidos.

“Económicamente hablando, será difícil alcanzar, a corto o mediano plazo, una unidad latinoamericana que genere ganancias satisfactorias para todos”, pronostica Márquez Velázquez. Nolte es más optimista, sobre todo al referirse a la relación de México con la Alianza del Pacífico –la iniciativa de integración regional fundada por México, Chile, Colombia y Perú– y la Unión Europea. “Lo más probable es que López Obrador siga impulsando la Alianza del Pacífico porque con ella salen ganando todos los involucrados. Y, de momento, no hay razones para dudar que, de ser elegido presidente, López Obrador quiera continuar acercando a su país a la Unión Europea, como empezó a hacerlo Peña Nieto”, esgrime el exdirector del ILAS.

Evan Romero-Castillo (ERS)