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México: García Luna, el policía corrupto que no supo parar

13 de mayo de 2020

García Luna confió en que sus amigos en la DEA serían garantía de impunidad. Incluso algunos de sus delitos podrían haber prescrito si no hubiera sido tan ambicioso. Pero no supo parar, opina Anabel Hernández.

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Mexiko Politiker Genaro García Luna
Genaro García Luna Imagen: Reuters/T. Bravo

Encerrado en la celda del Centro Metropolitano de Detención en Brooklyn, Genaro García Luna, el exsecretario de Seguridad Pública de México, debe estar extrañando los buenos tiempos que disfrutó en México y en Miami. Vivía en una mansión en Golden Beach que compró en efectivo a través de un prestanombres por valor de 3,3 millones de dólares. Además, disfrutaba de un lujoso yate blanco anclado en el muelle privado de la propiedad, también comprado por el mismo testaferro.

En Estados Unidos, la gente, incluso la que tiene mucho dinero de origen legítimo, prefiere no comprar las propiedades en efectivo, porque se ve mal y levanta sospechas en las autoridades.

Apenas en 2008, el entonces hombre de confianza del presidente Felipe Calderón vivía en una colonia de clase media baja en la Ciudad de México. En 2009, se mudó a una residencia pagada en efectivo de más de 2 millones de dólares en un exclusivo fraccionamiento de la capital. 

Ahí lo visitaban sus amigos de la DEA adscritos a México, a quienes no pareció llamarles la atención la fortuna velozmente amasada por su amigo mexicano. García Luna no se había ganado la lotería, no había recibido ninguna herencia millonaria. Tampoco su esposa, quien apenas tenía una modesta cafetería en un barrio popular de Xochimilco. 

"Caletas" con dinero

El origen de la fortuna era otro. Yo pude hablar en esos años con familiares de los hombres de confianza de García Luna. Hablaban de que los jefes policiacos recibían por montones miles de dólares de diversos integrantes del Cartel de Sinaloa y del Cartel de los Beltrán Leyva que ocultaban en cajas de huevo en compartimentos secretos –"caletas", en el argot de narcos colombianos– dentro de sus propios domicilios. 

A través de sus familiares iban transformando en casas de cambio los dólares en pesos; una operación hormiga, pero eficaz. Compraban carros, casas, y objetos de lujo en cash, para no dejar huella alguna. Excepto que la huella más clara era su inexplicable ostentoso tren de vida. Pero sus actos permanecieron totalmente impunes. 

Cuando terminó el sexenio de Felipe Calderón, García Luna se mudó a la residencia de Florida en una zona donde viven magnates y celebridades. Y ese fue su error. Si no lo hubiera hecho, no hubiera llamado la atención de una unidad de la Administración para el Control de Drogas (DEA) en Houston, que vio muy sospechoso el pago en efectivo. ¿De dónde obtendría un servidor público mexicano todo el dinero para comprar esa lujosa residencia? ¿Por qué hacerlo a través de un prestanombres, los empresarios Samuel y Alexis Weinberg? 

DW Kolumne Anabel Hernández
Anabel Hernández, columnista de DW.

La cacería en Estados Unidos contra García Luna 

Desde 2006, cuando inicié mis indagaciones periodísticas sobre García Luna, nunca dejé de investigarlo. Fue así como a mediados de 2012 supe de su transferencia a Miami y en noviembre de ese año revelé por primera vez su traslado.

En 2014 tuve conocimiento de la millonaria residencia y de la investigación que había en su contra en Estados Unidos. Pensé entonces que era más importante la justicia que ganar una primicia como periodista. No lamento haberlo hecho. Fue una decisión justa. Si se le alertaba la indagatoria podía fracasar y poner en mayor peligro al equipo que la estaba llevando a cabo. En 2015, el ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) se sumó a las investigaciones. 

García Luna estaba confiado en que sus amigos cultivados en la DEA –los que iban a las fiestas de su casa– serían una garantía de impunidad por siempre y siguió comprando propiedades. No entendió que, aunque el sistema americano es imperfecto y que pudo haber mandos de la DEA que intentaran retrasar o frenar las investigaciones en su contra, llegó un momento que no tuvieron la fuerza suficiente para frenar otros sectores del Departamento de Justicia que a lo largo de los años acumularon pruebas suficientes para poder efectuar su arresto en diciembre pasado.

Además de la lujosa mansión y yate, García Luna inscribió a sus hijos Luna Sofía y Genaro García Pereyra en la costosa escuela privada Miami Country Day, donde la matrícula anual que pagaba por ambos superaba los 70.000 dólares. Quienes lo investigaban descubrieron que eran pagadas rigurosamente por otra empresa relacionada a la compañía que había comprado la casa y el yate. 

Si el jefe policiaco acusado de narcotráfico desde hace más de 16 años, y de vínculos con el Cartel de Sinaloa, hubiera sido más discreto, menos confiado, más sensible, quizá el Gobierno americano nunca hubiera podido atraparlo con las manos en la masa. Algunos de los delitos de los que se le acusa incluso podrían haber prescrito si no hubiera sido tan ambicioso y se hubiera detenido a tiempo. No lo hizo. No supo parar.

Aunque en apariencia la red de lavado de dinero era complicada, el exjefe policiaco no tomó precauciones elementales. Aunque se supone que ni la mansión ni el yate eran suyos, las empresas que creó a su nombre y a nombre de su esposa, Linda Cristina Pereyra, tenían el mismo domicilio oficial que la empresa que usó para disimular la compra de las lujosas propiedades. Además, las tres empresas de García Luna y familia tenían el mismo gerente: un hombre llamado Gabriel Diaz Sarmiento. 

"La investigación del Gobierno ha revelado que el acusado ha utilizado esta estrategia durante años, enmascarando sus activos y su adquisición con el uso de compañías fantasmas y compradores falsos", aseguró en marzo la Fiscalía en Nueva York.

Los empresarios que oficialmente se ostentaban como propietarios de la mansión eran los mexicanos Samuel y Alexis Weinberg –padre e hijo– junto con un misterioso empresario de Colombia, Natan Wancier. Entre los tres abrieron más de 24 compañías en Florida y Panamá. En ocho de ellas aparece Diaz Sarmiento como gerente o están en el mismo domicilio que las tres empresas de García Luna. 

Ahora, encerrado en prisión, las posibilidades de García Luna de obtener dinero para el pago de algún despacho de abogados importante que lo ayude en su defensa se reducen. No porque no tenga dinero, sino porque ir a buscarlo y obtenerlo daría más elementos de prueba a la Fiscalía.

Por lo pronto, en abril pasado, hipotecó por un monto de 500.000 dólares el departamento de 900.000 dólares comprado en 2018 en el lujoso complejo Aventura Parksquare Residences. 

Y, mientras García Luna espera en la celda para llegar a una negociación con la Fiscalía o irse a juicio, uno de sus exjefes, el sanguinario José Rodríguez Aréchiga, mejor conocido como "El Chino Ántrax", se le escapó al Gobierno estadounidense en plena pandemia del coronavirus.

La fuga

No solo en México y en Italia los narcotraficantes se aprovechan de la crisis sanitaria, sino también en Estados Unidos. En un hecho aún poco difundido –que pude confirmar con documentos oficiales–, el peligroso narcotraficante "El Chino Ántrax", uno de los principales lugartenientes de Ismael "El Mayo" Zambada, jefe del Cartel de Sinaloa, escapó del arresto domiciliario en la ciudad estadounidense de San Diego el 6 de mayo pasado y hasta el momento se desconoce su paradero.

Aréchiga, uno de los personajes principales de mi libro "El Traidor", encabezaba un brutal grupo de cientos de sicarios conocido como "Los Ántrax". Él y los malos muchachos de García Luna libraron batallas juntos. Sicarios y Policías Federales de la oficina del exfuncionario participaron en masacres para acabar con los enemigos del Cartel. Solo que Aréchiga tuvo mejor suerte que el exsecretario de Estado.

Tras una breve estancia de cinco años en prisión ahora está prófugo. Su historia, la próxima semana.

(few)

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