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Mahmud Abbas, a la sombra de Arafat

Anne Allmeling (CP/ EL)11 de noviembre de 2014

El presidente palestino, Mahmud Abbas, critica la resistencia armada contra Israel. Pero diez años después de la muerte de Yassir Arafat, entre los palestinos crece el temor a una tercera Intifada.

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Imagen: picture-alliance/dpa/Justin Lane

Es una marcha funeraria muy particular: seis hombres cargan con un ataúd cubierto por la bandera palestina. Cientos de personas los siguen, llorando por el fallecido Yassir Arafat. Si bien el jefe del Territorio Autónomo de Palestina está sepultado en Ramallah, y no aquí, en un campamento para refugiados palestinos en el sur de Líbano, el dolor por su muerte es tan grande que el grupo lleva simbólicamente un ataúd vacío al sepulcro. Sobre todo para los refugiados palestinos, Arafat - que murió en un hospital de París el 11 de noviembre de 2004 y fue sepultado un día después en Palestina- fue un portador de esperanza. Luchó por la libertad de los palestinos, fue un terrorista y un político que siempre trató de que el destino de los refugiados palestinos se diera a conocer a la opinión pública.

Arafat quería una Palestina independiente, y luchó por eso por todos los medios. Como líder del “Movimiento Palestino de Liberación” (Al Fatah), del cual más tarde surgió también el partido político del mismo nombre, fue corresponsable de diversos atentados terroristas a objetivos israelíes, jordanos y libaneses.

Proceso de paz asimétrico

No fue sino hasta los años 90, cuando Arafat se vio aislado políticamente, que se mostró dispuesto a llevar a cabo negociaciones de paz con Israel. “Durante mucho tiempo parecía que la firma de la Declaración de Principios que abrió el camino al Proceso de Paz de Oslo, marcó el mayor logro histórico de Arafat”, dijo a Deutsche Welle Martin Beck, profesor de Estudios Contemporáneos de Cercano Oriente en la Universidad del Sur de Dinamarca, en Odense. Desde el punto de vista actual, sin embargo, es algo dudoso: “El nacimiento y el contenido de la Declaración de Principios fueron extremadamente problemáticos. Arafat había aceptado un proceso de paz asimétrico que fracasó durante mucho tiempo y por el cual aún sigue sufriendo el pueblo palestino”, señala el experto.

Después de que fracasaran las negociaciones de paz, en el año 2000, Arafat, Premio Nobel de la Paz, apoyó la Segunda Intifada, es decir, la resistencia armada contra Israel, una actitud de la cual su sucesor, Mahmud Abbas, siempre se distanció. Abbas se considera a sí mismo un pensador más que un militante, y está convencido de que la rebelión armada de los palestinos no les trajo otra consecuencia que un muro que los aísla y la condena de la comunidad internacional. Un motivo por el cual el periodista Thorsten Schmitzm, en un artículo en el periódico alemán Süddeutsche Zeitung del 8/11/2014 vio en Abbas “el protagonista ideal” para “una etapa crítica de transición en la que la sociedad palestina se despide de sus próceres y se puede preparar para un futuro sin Intifada”.

¿Un callejón sin salida?

Pero diez años después de asumir el cargo, el pragmático Abbas parece estar en el mismo callejón sin salida que su antecesor, dado que las circunstancias de vida de los palestinos apenas mejoraron en los últimos diez años. Por el contrario, muchas de las injusticias por las cuales miles de palestinos salieron a la calle en el año 2000 siguen existiendo hoy, e incluso son aún mayores que entonces. Por ejemplo: Israel continúa con sus asentamientos en Cisjordania, y la Franja de Gaza bloqueada por Israel, está ahora mucho más aislada de lo que estaba hace diez años.

A eso se suma que muchos palestinos critican la cooperación de las autoridades autónomas con Israel. “En comparación con la Franja de Gaza, la gente en Cisjordania se benefician del bienestar material y la seguridad es mayor”, dice Beck. “Pero la gente en Cisjordania también paga un precio muy alto, ya que parece que Abbas se ha resignado a la ocupación”. Además, otro objeto de crítica es la formación de un gobierno de unidad nacional acordado en abril de este año por Hamás y Al Fatah, ya que todavía no se llevaron a cabo las anunciadas elecciones parlamentarias.

A pesar de que Abbas es considerado un político moderado en muchas democracias occidentales, es rechazado por un amplio sector de la población. Muchos palestinos le reprochan una actitud pasiva y, ante el trasfondo de la reciente escalada de violencia contra los palestinos, muchos de ellos sueñan con un volver a tener un líder indiscutido, una figura que les permita la esperanza de ser alguna vez un país independiente.