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Mariana, Brasil: un año bajo el lodo

5 de noviembre de 2016

Fue la mayor catástrofe ambiental de Brasil. Los trabajos para contener los daños continúan, pero las víctimas están desamparadas. Desde Mariana, en el este del país, informa Nadia Pontes.

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Bento Rodrigues Heimweh
Imagen: DW/N. Pontes

Aniversario de la catástrofe de Mariana

La catástrofe de las represas de Bento Rodrigues se produjo al romperse la presa perteneciente a una explotación de mineral de hierro de la compañía Samarco. En pocos minutos, un fango venenoso extendió sus tentáculos, cubriendo el pueblo de Bento Rodrigues  y llegando en pocos días al río Doce, cuyas aguas quedaron emponzoñadas a lo largo de varios kilómetros. El lodo llegó incluso al Atlántico, donde desemboca el Doce. 

Bento Rodrigues es un barrio periférico de Mariana, una ciudad de apenas 60.000 habitantes en el estado brasileño de Minas Gerais. Las pocas casas que aquí quedan en pie apenas tienen puertas y ventanas. La maleza crece en los montes aledaños. El tono marrón del lodo aún impregna la imagen del pueblo y sus alrededores. El fango inundó el pueblo el pasado 5 de noviembre de 2015, dejando a su paso el mortal rastro de 19 víctimas. 

Trabajo contrarreloj

En las últimas semanas, se ha hecho más intenso en el lugar el movimiento de operarios maniobrando maquinaria pesada de la compañía minera Samarco. Trabajan contrarreloj para concluir las obras de un nuevo dique, llamado S4, una estructura cuya misión es impedir que los residuos dispersos alcancen la cuenca del río Doce. Antes de que llegue enero, el período lluvioso, los trabajos deben estar concluidos. 

La presa inundará parte del valle que ocupaba Bento Rogrigues. "El lago se formará en el área impactada”, dice a DW Eduardo Moreira, gerente de obras de Samarco. "Desde el punto de vista técnico, es una alternativa importante para mantener bajo control el sistema de contención de desechos”, asegura, haciendo referencia a otras intervenciones de emergencia. Las ruinas de una capilla construida en 1718 se mantendrán en su lugar, aunque José do Nascimento de Jesus, guitarrista y líder de la comunidad de Bento Rodrigues, no le encuentra mucho sentido, porque la gente no irá a misa en un entorno lleno de barro.

Su esposa, Irene de Jesus, cuenta que el agua de la nueva presa anegará el lugar donde antes vivían. "Esperamos poder ir a vivir pronto a un Bento Rodrigues nuevamente construido, para que podamos tener nuestra propia casa y, tal vez, ser felices como antes”. Desde que esta pareja perdió su vivienda y su comercio, vive en una casa alquilada, como otras 334 familias afectadas. Ya se ha delimitado el terreno donde se reconstruirá su barrio de nuevo, aunque la mudanza no será posible hasta marzo de 2019.

De la minería a la contención de daños  

Un flujo organizado de camiones recorre largas distancias entre los distintos puntos que abarcan las obras de contención. Desde que la presa de Fundão colapsó, Samarco no puede continuar con la explotación minera y parece más una empresa de construcción civil. Tres mil hombres contratados las 24 horas del día se turnan para rehacer estructuras y elevar las barreras entre los residuos y el río Gualaxo, que desemboca en el Doce.

Bento Rodrigues Einwohner
José do Nascimento de Jesus y su esposa, Irene, esperan que se construya un nuevo Bento Rodrigues. Imagen: DW/N. Pontes

Aun así, el IBAMA, el Instituto Brasileño de medioambiente y energías naturales y renovables, considera que el trabajo de contención de daños del mayor desastre ambiental de Brasil es insuficiente. Samarco responde que ha replantado el volumen acordado con las autoridades y que ha reforzado su trabajo en este terreno. Pero el IBAMA considera que una gran parte de ese trabajo debe ser realizado de nuevo lo antes posible, pues con el comienzo del período de lluvias aumenta el riesgo de que los restos venenosos se extiendan por el suelo y alcancen otros ríos.

Hasta el momento, Samarco ha despedido a 1.077 empleados. Para poder retomar sus actividades mineras, la empresa solicitó el mes de febrero a la Secretaría de Estado de Medioambiente y Desarrollo Sostenible una licencia para arrojar residuos en la mina de Alegria Sul. En junio, Samarco entregó un estudio sobre el impacto ambiental de esta medida. "Queremos dejar claro que la excavación no tiene ninguna conexión física con el sistema de las presas de Germano y Fundão" asegura Samarco a Deutsche Welle. A José Nascimento no le molesta que Samarco retome su actividad. "Sería bueno para nosotros si volviera la explotación minera. Pero tendría que ser todo transparente y seguro, para que nunca más vuelva a suceder una tragedia similar a la nuestra”, dice. En el centro de Mariana, los comerciantes y los taxistas se quejan de que no tienen clientes y de que la situación es muy difícil. Incluso la administración municipal está en aprietos, desde que faltan los aportes impositivos de Samarco.

Solos y desamparados

El fango venenoso no solo alcanzó Bento Rodrigues, sino también otros pueblos, como Paracatu de Baixo. Apenas ha cambiado nada desde la última vez que DW estuvo en este lugar, hace seis meses. La iglesia sigue cerrada, "pero los residuos se retiraron de su interior”, dice a DW Vinícius Castilho, un arqueólogo que trata de salvar junto a su equipo fragmentos de restos históricos de las zonas afectadas.

Cuando Divino Isaías, de 66 años, volvió a su casa hace un año, su familia no estaba allí. "Todos se fueron a Mariana”, relata. El fango no anegó su terreno, pero muchos otros vecinos no tuvieron tanta suerte. Paracatu de Baixo está hoy prácticamente vacío. "Yo tengo las gallinas y el ganado, no puedo abandonarlo todo”, se lamenta. "Esperaba que la gente del pueblo volviera y sigo esperándolo”. También Antonio Geraldo de Oliveira, de 63 años y vecino de Divino Isaías, decidió quedarse. "Todos se marcharon. Hemos perdido contacto con otras personas. De Mariana no viene nadie. Este pueblo es un desierto”, sentencia. Él mismo retiró el lodo de su jardín para volver a plantar verdura. El lugar que hace meses estaba anegado de lodo, ahora florece con lechugas, tomates, cebollas y otros vegetales. Su esposa e hijos se marcharon a la ciudad tras el desastre y no ha vuelto a verlos. Oliveira tiene miedo cuando escucha ruidos extraños: "Desde hace 20 años llevaba oyendo que la represa se iba a romper un día. Pero creo que se aprende de los errores y que se puede hacer ahora un buen trabajo”. 

Autora: Nadia Pontes desde Mariana, Brasil