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Martín Almada: “En Paraguay no hay nada que celebrar”

Evan Romero3 de febrero de 2014

A veinticinco años de la caída del dictador paraguayo Alfredo Stroessner, Deutsche Welle habló con el Premio Nobel Alternativo de la Paz Martín Almada sobre las deudas pendientes de la democracia en el país sudamericano.

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Imagen: Fotolia/mtrommer

El dictador paraguayo Alfredo Stroessner tenía 77 años cuando fue derrocado el 3 de febrero de 1989, tras tres décadas y media en el poder. Pero, considerando que el militar vivió hasta los 93 años, cabe preguntarse cuánto tiempo más habría podido llevar las riendas del país sudamericano si Gobiernos poderosos como el de Estados Unidos no hubieran dejado de apoyarlo al término de la Guerra Fría.

Aunque oficialmente la democracia guaraní cumple un cuarto de siglo este lunes (3.2.2014), algunos niegan que las cosas hayan cambiado mucho desde que se puso fin a la tiranía militar más longeva del Cono Sur. Martín Almada, reconocido dentro y fuera de Paraguay como una instancia moral –en 2002 recibió el Premio Nobel Alternativo de la Paz–, es uno de los críticos más acérrimos del status quo.

Almada era considerado como un “terrorista intelectual” por el régimen de Stroessner, fue secuestrado en 1974 y torturado recurrentemente hasta 1977, cuando la presión internacional obligó al dictador a liberarlo. Se asiló en Panamá y después en París, para luego regresar a Paraguay en 1992. Ese mismo año, Almada y varios colaboradores descubrieron los “Archivos del Terror” que documentan la existencia del Plan Cóndor.

El abogado y educador también promovió la creación de la Comisión de Verdad y Justicia, y fundó el Museo de las Memorias de Asunción para que no se olvide a las 100.000 víctimas de la dictadura. DW habló con Almada cuando éste se disponía a enviar una carta al Papa Francisco para exigir que el Vaticano abra sus archivos y desclasifique los documentos alusivos a las dictaduras de Paraguay, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Uruguay.

Deutsche Welle: Dr. Almada, ¿cómo describiría usted el estado de la democracia en Paraguay?

Martín Almada: En estos veinticinco años ha habido grandes avances: el 3 de febrero de 1989 se abrió un espacio para que la gente pudiera expresarse libremente. Pero en otros aspectos no ha cambiado nada; más bien ha habido retrocesos. Stroessner ya no está, pero mucha gente que se benefició de su dictadura continúa en el poder. Esa es la razón por la cual siguen sin castigo los crímenes cometidos entonces.

El abogado y educador paraguayo Martín Almada recibió el Premio Nobel Alternativo de la Paz en 2002.
El abogado y educador paraguayo Martín Almada recibió el Premio Nobel Alternativo de la Paz en 2002.Imagen: Wolfgang Schmidt

Stroessner sigue figurando como presidente honorario del Partido Colorado [actualmente en el Gobierno]. Él se fue, pero quedó el stroessnismo, sus métodos violentos y fascistas. La falta de justicia sigue siendo un gran problema. A eso se suman los retrocesos en materia de derechos indígenas. Empresas transnacionales como Cargill, Monsanto y Río Tinto arrasan nuestra selva, nuestras aguas, nuestro aire de manera impune.

Paraguay tiene seis millones de habitantes y quince millones de cabezas de ganado, pero el pueblo no come carne ni toma leche. Este es el país del Cono Sur que más electricidad produce, pero el pueblo no tiene acceso a la electricidad. Y el presidente de Paraguay, Horacio Cartes, está aplicando las mismas medidas económicas implementadas por Carlos Saúl Menem en Argentina en el año 2000. En Paraguay se va a privatizar todo.

¿No existe una sociedad civil organizada para ejercer presión sobre las instituciones del Estado, de tal forma que se haga justicia de cara a los desmanes del stroessnismo y se tome en cuenta la voluntad popular?

En la prensa paraguaya se dice que hubo treinta y cinco años de dictadura, pero en realidad fueron sesenta. La dictadura se extendió desde 1947 hasta 1989. ¿Qué quedó como herencia de ese período? Ignorancia, violencia y miedo. El Estado paraguayo sigue operando con base en un sistema de prebendas, como antes. Y la perpetuación de ese sistema es posible gracias a la ignorancia y al miedo que prevalecen en el país.

El miedo es la segunda piel del paraguayo. Actualmente estamos bajo estado de sitio. El presidente Cartes estableció prácticamente un estado de sitio y no estamos lo suficientemente organizados para luchar contra esa imposición. Los ciudadanos que se organizan políticamente ya no son tachados de ‘comunistas’, sino de narcoterroristas. Este 3 de febrero no hay nada que celebrar.

En estos veinticinco años, ¿hubo algún momento en que usted sintiera que las cosas estaban mejorando?

Tras el golpe de los militares contra Stroessner, el 3 de febrero de 1989, vino el golpe de los civiles: las víctimas de Stroessner descubrimos los ‘Archivos del terror’ en 1992, tres toneladas de documentos que comprometen a los genocidas de Suramérica que viven impunes hasta la fecha. Yo creía que la Justicia escucharía al pueblo y aplicaría la ley para penar a esos criminales, pero hasta ahora no ha sido así.

En Paraguay tuvimos una Comisión de Verdad y Justicia que emitió ocho volúmenes de recomendaciones, pero éstas han sido ignoradas. Este es un Estado que vive al margen de la ley. Cuando el Gobierno asegura que hay gente condenada por los delitos de la dictadura se refiere a quienes hicieron el trabajo sucio: los policías. Pero la Operación Cóndor –que coordinó las acciones de represión de la dictadura paraguaya y otras tiranías suramericanas en los años setenta– fue un pacto exclusivamente militar y no hay ni un militar preso.

¿Existe una nueva generación de personas políticamente comprometidas que a usted le genere esperanzas?

Sí. Las personas de cincuenta años para arriba tienen miedo, pero la gente de veinticinco años para abajo no. Ahora la policía le tiene miedo a los jóvenes. Eso y el acceso a las redes sociales le permite a los jóvenes organizar manifestaciones de calle rápidamente. Estamos hablando de concentraciones de hasta 5.000 personas. Eso es algo inédito en Paraguay. Actualmente están exigiendo que se baje el precio del transporte público. Tenemos una juventud prometedora que perdió el miedo.