Matrimonio o muerte
2 de noviembre de 2003En Alemania no son pocos los casos de mujeres presionadas con lujo de violencia a casarse. La mayor parte de ellas provienen de familias musulmanas, fundamentalistas, de Turquía, Marruecos, o Kosovo. Familias en las que la 'honra' es lo más importante, más importante que la ley, la vida y el amor de una madre a su hija.
Tan sólo en la capital alemana Berlín se registraron 230 casos en el 2002, de jóvenes mujeres que pidieron ayuda a las autoridades para evitar ser obligadas a casarse. La organización de ayuda Terre des Femmes, en la ciudad de Tubingia, indica que el número es mucho mayor, pero no se cuenta con cifras exactas. Varias políticas alemanas se esfuerzan por dar a conocer la problemática a la opinión pública.
Penalizar el matrimonio obligado
La ministra de Justicia del Estado de Waden Württemberg, Corinna Werwigk-Hertneck (FDP), sostiene que se requiere acción inmediata. Aun cuando el artículo 16 de la Carta Internacional de Derechos Humanos garantiza a cualquier persona la elección libre de su pareja, el matrimonio impuesto casi nunca se penaliza. Irmingard Schewe-Gerigk, representante de los intereses de la mujer del partido Los Verdes, exige que se penalice los matrimonios obligados con la misma severidad que el tráfico ilegal de personas. También ha pedido una revisión del derecho de estancia para las mujeres víctimas del matrimonio obligado.
Según la ley alemana, las jóvenes mujeres que son casadas con algún pariente desconocido en otro país durante las vacaciones, por ejemplo, sólo tienen permiso de entrada a suelo alemán si regresan en el plazo de seis meses después de haber salido. Si la recién casada huye después de siete meses de martirio, las puertas alemanas permanecerán cerradas y ella expuesta a la ira del esposo abandonado. Sólo se hacen excepciones con menores de edad.
Esposas importadas
Aún más duro es el caso de "esposas importadas". Se trata por lo general de musulmanas muy jóvenes que han sido prometidas siendo niñas y que son traídas a Alemania en la adolescencia para casarlas con el prometido que vive en suelo alemán. Estas jóvenes mujeres deben permanecer casadas por lo menos durante dos años, antes de poder acceder al permiso de residencia en Alemania. Si huyen antes de este periodo del matrimonio, pueden ser expulsadas y en sus países de origen por lo general no se les espera justamente con los brazos abiertos.
Estas mujeres, educadas bajo normas estrictamente religiosas suelen resignarse a su suerte ante las constantes amenazas y presión verbal, el temor a ser golpeadas y marginadas. Quien huye se encuentra desamparado, sin dinero, sin casa, siempre escondiéndose del odio y venganza de sus esposos y familias, sumergidas en una vida de miedo y anonimato.