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Menos nueces que ruido en Heiligendamm

Emilia Rojas Sasse8 de junio de 2007

La satisfacción oficial por los resultados alcanzados en Heiligendamm contrasta con la escéptica reacción de diversas organizaciones, tanto en lo tocante a la ayuda al África como a la lucha contra el cambio climático.

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La canciller alemana y el jefe de Estado de Ghana, actual presidente de la Unión Africana: ¿Todos felices en Heiligendamm?Imagen: AP

Bien suenan las declaraciones emitidas en la cumbre del G-8. Allí se califica de éxito el acuerdo logrado en torno a la lucha contra el cambio climático y se anuncia con toda la solemnidad del caso el propósito conjunto de aportar 60 mil millones de dólares para el combate contra el SIDA, la malaria y la tuberculosis en África. ¿Salió realmente todo a pedir de boca en Heiligendamm? Los defensores del medioambiente no lo ven así. Y tampoco las organizaciones que se ocupan de paliar la miseria en África.

Promesas por cumplir

En una primera reacción, la organización humanitaria Oxfam no se mostró muy entusiasta. "Si se mide esto en relación con las promesas de Gleneagles, no es suficiente", indicó Jörn Kalinski, haciendo referencia a la cumbre realizada por el G-8 en dicha localidad escocesa en 2005. En esa ocasión, las principales potencias industrializadas y Rusia se comprometieron a incrementar su ayuda anual al desarrollo en 50 mil millones de dólares hasta el año 2010. La mitad de esa suma, 25 mil millones de dólares, habría de destinarse al África.

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Los líderes del G-8 y de África, posando en Heiligendamm.Imagen: AP

Un estudio reciente de Oxfam indica que los países industrializados están lejos de aportar la suma prometida. Hace notar, por ejemplo, que de mantenerse el ritmo actual, en tres años la cantidad de ayuda será inferior en 30 mil millones de dólares con respecto a lo anunciado. Oxfam no incluye en sus cálculos las deudas condonadas, como lo hacen otras instituciones, de manera que los resultados difieren. Aún así, también los gobiernos parecen conscientes de que no han saldado sus compromisos en la materia. Prueba de ello es que la canciller alemana, Angela Merkel, se haya visto en la necesidad de reafirmar las metas ya pactadas y asegurar que serán cumplidas.

Decepción ecologista

En lo tocante al medio ambiente, tampoco se perciben reacciones de entusiasmo. De hecho, el único resultado positivo de la cumbre fue la constatación de que el gobierno estadounidense se rinde por fin a la evidencia de que no puede sustraerse a los esfuerzos por frenar el cambio climático. Una perogrullada, en vista de que el calentamiento es global y, sobre todo, teniendo en cuenta que Estados Unidos es uno de los principales emisores de los gases que lo provocan. Mucho más no fue lo que se logró en Heiligendamm, aparte de las clásicas declaraciones de intenciones tan vagas como la de "considerar seriamente" las recomendaciones del panel de expertos de la ONU.

Tan poco concreto es el acuerdo que da para mucho. Por ejemplo, para que el presidente chino, Hu Jintao, volviera a recalcar que los países más desarrollados deben asumir la delantera en la reducción de emisiones de CO2. No es de extrañar pues que organizaciones ecologistas como Greenpeace se muestren decepcionadas. La red anti-globalización Attac, por su parte, fue tajante en su veredicto: a su juicio, es un "chiste" establecer como meta el propósito de "considerar" reducir las emisiones de CO2 en un 50% hasta el año 2050.