Milosevic: Incertidumbre en La Haya
5 de julio de 2004Ciertamente, el caso del ex dictador serbio no despierta a estas alturas tanta expectación en la opinión pública mundial como otro proceso ad portas: el de Saddam Hussein. No obstante, se aguardaba con interés el inicio de la defensa de Slobodan Milosevic ante el Tribunal de La Haya encargado de juzgar los crímenes cometidos en la antigua Yugoslavia. Un proceso al que el ex hombre fuerte de los serbios no reconoce legitimidad, tal como Saddam Hussein atribuye a su propio juicio el carácter de farsa.
Similitudes y diferencias
Desde luego hay ciertos paralelos. Ambos acusados han de rendir cuentas por las víctimas de sus respectivos regímenes. Ambos desencadenaron guerras y atentaron contra grupos étnicos; el primero contra croatas y musulmanes en Bosnia y, en el segundo, contra los kurdos de su propio país, al margen de sus arremetidas bélicas contra Kuwait e Irán. Otro aspecto en común es que tanto Milosevic como Saddam parecen dispuestos a defenderse con argumentos extrajudiciales, llevando su caso a la esfera política.
Pero ahí acaban las coincidencias. Slobodan Milosevic está en manos de un tribunal internacional, con juristas de indudable renombre. Y, aunque el ex líder serbio haya acusado a esta Corte de ser ilegal y de pasar por alto incluso los consejos y advertencias de sus médicos, la realidad indica todo lo contrario. Justamente debido los problemas de hipertensión que padece el acusado y que, según sus doctores, puede agudizarse en momentos de estrés como los que provoca la comparecencia en el juicio, éste fue suspendido hasta nuevo aviso.
La estrategia de Milosevic
Ahora se plantea la pregunta de cómo ha de continuar el proceso, si Milosevic insiste en la autodefensa, pero sus condiciones de salud le impiden realizar los alegatos e interrogatorios que tenía previstos. Dicho sea de paso, en su lista de nada menos que 1.300 testigos figuran personajes de la talla del ex presidente estadounidense Bill Clinton, el ex ministro de Relaciones Exteriores alemán Hans Dietrich Genscher e incluso el canciller germano federal, Gerhard Schröder. Aunque el tribunal no admita citarlos, eso ya da un indicio de las dimensiones del despliegue de argumentos que pretende hacer ante los magistrados.
Milosevic quiere una tribuna política. Y, si la salud se lo permite, probablemente la tendrá en alguna medida. Que el juicio se transforme en un espectáculo es uno de los riesgos difíciles de eludir cuando se cumplen cabalmente las reglas que garantizan al acusado el derecho a la defensa que estime más conveniente. Puede que Saddam Hussein esté aprendiendo de la estrategia del ex dictador yugoslavo. Pero difícilmente tendrá las mismas oportunidades de aplicarla en su proceso en Bagdad.