Monschau, intacta desde hace siglos
1 de abril de 2006
Quien quiera conocer una Alemania distinta a los grandes centros urbanos como Colonia, Berlín o Hamburgo y sumergirse en el pasado necesita tener espíritu de aventura, ser curioso, pero sobretodo, tener una buena lupa. Muchos lugares mágicos e intactos desde hace siglos no aparecen en el mapa. Monschau es un excelente ejemplo.
Situada en el parque nacional más joven del país, la minúscula ciudad de Monschau sorprende desde que el visitante llega. Protegida por peñascos y la exhuberancia verde de la región de la Eifel, los únicos sonidos que se perciben son del agua que transita por el río Rur y del trenecito turístico que hace un recorrido de 30 minutos por el centro de la ciudad. Quien prefiera ir a pie entra en contacto directo con los testimonios de siglos de historia.
Primeras referencias
Monschau -antiguamente Montjoie- fue citada por primera vez en 1198. Ciento cincuenta años más tarde fue reconocida como ciudad. El cambio oficial de nombre ocurrió en 1918, a partir de un decreto imperial. Hasta el siglo XIX, la economía de la región dependía de la industria textil que ya había surgido tres siglos antes.
Gracias al desarrollo económico, los habitantes de Monschau pudieron permitirse el lujo de construir grandes casonas. Entre los superlativos de la arquitectura local está la llamada Casa Roja (Rotes Haus), una antigua residencia y también la tienda de la familia Scheibler, que se enriqueció con la actividad industrial.
Printen para todos los gustos
Los casi 13 mil habitantes de Monschau están orgullosos de la conservación de los edificios de estilo entramado y de otro elemento muy representativo de la región: las galletas llamadas Printen, una especialidad típica y originaria de Aquisgrán, milenaria ciudad que se encuentra a 10 kilómetros de distancia. La mezcla básica de harina, huevos y azúcar incluye también canela, anís, cardamomo y otras especias, con pimienta y jengibre. Las galletas pueden encontrarse en casi todas las confiterías y panaderías de la ciudad.
Una tradición que se ha conservado es la manera de preparar la masa antes de meterla al horno. Cuando empezaron a fabricarse las galletas era muy común usar moldes con motivos religiosos, algo muy común sobre todo en el siglo XIX. Más tarde, las galletas se hacían con motivos militares. Los amantes de las galletas tenían que tener buenos dientes, pues para mantener la forma era necesario que la masa fuera muy consistente y densa.
Con la llegada de nuevos y exóticos ingredientes de ultramar, aumentó la diversidad de sabores. Las había con nueces, con almendras o marzipán, pero también podían tener cobertura de chocolate o azúcar glaseada.
Paraíso de la mostaza
Otra especialidad de Monschau es la mostaza. Desde hace cuatro generaciones, el complemento perfecto para acompañar la salchicha se produce aquí. Reserve un poco de tiempo para visitar la histórica fábrica de mostaza Monschau de más de un siglo de antigüedad. Por cierto, no se sorprenda si al acercarse a la caja para pagar algo el dueño se encuentra ahí en persona y le ofrece una prueba de los 17 distintos tipos de mostaza.
Tradición de vidrio
Entre los superlativos de Monschau hay que mencionar la fábrica de vidrio. Algo que también cuenta con una larga tradición. Ahí se fabrican todo tipo de objetos de vidrio, desde vasos, platos y tazas hasta una infinidad de pequeñas miniaturas hechas como por magia. Todo gracias a las manos y las técnicas de los maestros vidrieros. Lo más impresionante es que todo el trabajo puede ser observado por el turista, desde el vidrio incandescente hasta su moldeado y enfriamiento.