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Muere Alexandre Grothendieck, extraño genio de las matemáticas

14 de noviembre de 2014
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Alexandre Grothendieck, un genio de las matemáticas recompensado con el premio Fields y conocido por sus firmes posiciones pacifistas y ecologistas, falleció a los 86 años tras haber vivido las dos últimas décadas como un ermitaño en un pueblo de los Pirineos. Grothendieck, apátrida hasta que en 1971 aceptó la nacionalidad francesa, falleció ayer en el hospital de Saint-Girons, en la cordillera pirenaica que separa Francia y España, donde había vivido aislado del mundo desde 1990, informaron hoy fuentes cercanas al científico.

Desconocido para el gran público y considerado por muchos de sus colegas uno de los matemáticos más importantes del siglo XX, Grothendieck (Berlín, 1928) era hijo de una periodista socialista revolucionaria y de un fotógrafo anarquista judío ruso que emigró a Alemania tras haber sido condenado primero por el régimen zarista y luego por los comunistas. Sus padres tuvieron también que abandonar Alemania tras el ascenso de los nazis al poder y partieron a Francia, antes de poner rumbo a España para sumarse a la causa republicana.

El pequeño Alexandre quedó al cuidado de un amigo de la familia en Hamburgo hasta que la familia volvió a reunirse en Nîmes al término de la guerra civil española, en 1939, pero los Grothendieck pasaron poco tiempo juntos. Meses después, el padre fue enviado a Auschwitz, donde muere en 1942. La madre y el pequeño terminaron en el campo de concentración de Rieucros, en los Pirineos, donde Alexandre comenzó a interesarse por las matemáticas.

Sin un expediente brillante, acabó el colegio y estudió matemáticas en Montpellier, donde un profesor detectó en el joven licenciado ciertas aptitudes extraordinarias. Pero el mito sobre su genialidad no se forjó hasta que los grandes matemáticos Laurent Schwartz y Jean Dieudonné le entregaron, cuando tenía 20 años, una lista con catorce problemas sobre los que trabajar en los próximos años y le pidieron que eligiera uno. Unos meses más tarde, Alexandre Grothendieck regresó a ver a sus maestros con los catorce problemas resueltos. En los meses posteriores redactó el equivalente a seis tesis, trabajo que a un alumno aplicado le habría llevado entre tres y cuatro años. Los años siguientes, el joven prodigio se dedicó al análisis funcional, un trabajo revolucionario pero menos trascendente que sus estudios posteriores, donde destacó por su capacidad para generalizar y generar nuevos puntos de vista.

Con el pasaporte Nansen que la ONU otorgaba a los refugiados sin patria ya que rechazaba asumir la nacionalidad francesa, Grothendieck trabajó a partir de 1953 durante dos años como profesor en Brasil y Estados Unidos, antes de enrolarse en el Instituto de Altos Estudios Científicos (IHES), al sur de París y financiado por el empresario Léon Motchane. Fue en esa institución donde dirigió un seminario de geometría algebraica con una nueva visión sobre la geometría inspirada en su obsesión por repensar el espacio con nociones sobre las que todavía hoy trabajan los matemáticos.

En 1966 recibió la medalla Fields, considerada el Nobel de las matemáticas, un premio que no fue a recoger por motivos políticos y que después subastó para financiar a los norvietnamitas en la guerra contra Estados Unidos. Este no fue el único galardón -y dotaciones económicas- que rechazó Grothendieck, quien opinaba que sus trabajos debería juzgarlos el tiempo y no los hombres, y que paulatinamente fue alejándose de la comunidad científica y acercándose a movimientos ecologistas radicales. En esos años rehusó también su puesto en el prestigioso Colegio de Francia para convertirse en profesor de la Universidad de Montpellier y, entre 1984 y 1988, en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS).

En 1990 se retiró a los Pirineos sin revelar donde viviría y exigió que sus escritos no publicados fueran destruidos. Además de un matemático extraordinario, Grothendieck fue también "una personalidad fuera de lo común en su filosofía de vida", según dijo el presidente de Francia, François Hollande, en homenaje al difunto y extraño genio (EFE).