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MURIÓ EL TIRANO PINOCHET

Emilia Rojas Sasse10 de diciembre de 2006

Augusto Pinochet murió en Santiago. Con él se va un símbolo del terror que reinó en Chile durante una dictadura que dejó miles de muertos y desaparecidos. Pinochet falleció el Día Mundial de los Derechos Humanos.

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Murió el tirano.Imagen: AP

Salvo sus familiares y aquellos fieles a toda prueba, pocos lloran la partida del nonagenario ex dictador Augusto Pinochet. No murió en el olvido ni en la pobreza, pero sí en el descrédito. El gentío que aún lo vitoreaba a su regreso de Londres, cuando logró zafarse del lazo justiciero de Baltasar Garzón, se fue quedando en silencio al desmoronarse incluso el mito de la honestidad financiera de la dictadura militar chilena, con el descubrimiento de las cuentas secretas del general(r) en el banco Riggs.

Augusto Pinochet
La siniestra figura del general.Imagen: AP

La vida sigue igual

Políticamente, Pinochet había muerto hace ya un par de años. Paradójicamente, fueron políticos nacidos de su propio semillero ideológico los que le dieron la estocada final. Joaquín Lavín, el frustrado candidato presidencial de la UDI (Unión Demócrata Independiente) que se forjó al alero del gremialismo pinochetista, ofició de sepulturero, al desmarcarse del general en su intento de llegar a la Moneda. Cierto es que quedan algunos incorregibles que aún rasgan vestiduras por el general, pero son contados y se los mira prácticamente como fósiles políticos.

Para la derecha chilena, la desaparición definitiva de Pinochet de la faz de la tierra podría suponer, en consecuencia, un alivio. Para las víctimas de la dictadura, comenzando por los familiares de los desaparecidos, cierra un doloroso capítulo de la obstinada lucha por hacer justicia a sabiendas de que el capitán general no acabaría en un calabozo, sino en una cama de hospital. Para la contingencia política del país, en cambio, no representa una cesura de ninguna especie.

Anti Folter Demonstration in Santiago Chile
El pastor alemán Helmuth Frenz luchó contra la dictadura pinochetista.Imagen: AP

El gobierno de la presidenta Bachelet seguirá adelante, lidiando con escándalos de corrupción y otras hierbas amargas, mientras la oposición continuará intentando amalgamar una alternativa sólida que presentar al electorado.

La hora de la historia

No obstante, la muerte de Pinochet marca un cambio: lo convierte ya en figura del pasado, a la espera del tan socorrido "juicio de la historia". Los años trascurridos desde el 11 de septiembre de 1973 otorgan cierta distancia para intentar al menos una mirada más desapasionada, aunque la objetividad probablemente quede vedada a la generación que vivió el traumático episodio.

Chile Präsident Michelle Bachelet Flagge
Para Michelle Bachelet, los funerales de Pinochet serán cuestión de Estado.Imagen: AP

Internacionalmente condenado en forma casi unánime, el golpe militar puso fin al experimento allendista de la "revolución con empanadas y vino tinto" y demostró que Chile, pese a su mitología democrática, era tan poco inmune a los males de América Latina como cualquiera de sus vecinos. Los chilenos harían bien en tenerlo presente hoy, cuando desde el extranjero se sigue aplaudiendo los éxitos del modelo aplicado y muchos olvidan que fue fruto de la misma dictadura que con tanta vehemencia condenaron. Pinochet ha muerto, pero su legado se mantiene en estructuras económicas, educacionales, previsionales y de salud, que sólo sectores políticos marginales ponen actualmente en discusión en el país, aunque mucho se podría discutir al respecto. Quizá sus seguidores incorregibles lo interpreten como un triunfo final del general. La mayoría, en cambio, ve en ello sólo un triunfo del pragmatismo, que no evitará la condena de las generaciones venideras a la dictadura.