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Ni Trump ni Biden: fin del romance transatlántico

5 de noviembre de 2020

Los europeos tienden a idealizar a EE.UU. como socio. Alexandra von Nahmen opina que esa es una actitud que se debe abandonar lo antes posible, gane quien gane la Casa Blanca.

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Daria Matrosova - Beste Fotografin in Europa 2020 - USA
Imagen: Daria Matrosova

Europa observa con sorpresa y en parte con asombro lo que está sucediendo en Estados Unidos. El país considerado como la cuna de la moderna democracia se tambalea. Mientras prosigue el recuento de votos, el actual presidente del país ya habla de fraude electoral. Políticos europeos advierten de que podría producirse una peligrosa crisis constitucional. Muchos ni siquiera pueden comprender cómo puede haber estadounidenses que han vuelto a votar por Donald Trump.

Europa observa lo que ocurre decepcionada y algo ofendida. Y reflexiona. El socio trasatlántico antes confiable se ha convertido en un extraño. Nos podrían haber ahorrado esta película de suspenso electoral. El deseo de Berlín, París o Madrid es la vuelta a alguna forma de normalidad y el restablecimiento lo antes posible de la confianza perdida.

La estrategia de política exterior de EE. UU. 

Pero precisamente el proceso electoral estadounidense muestra que es inútil idealizar a aquel país. Hace mucho tiempo que está obsoleta nuestra ya de por sí desvirtuada (por muchas razones) perspectiva sobre EE. UU., país que gusta describirse a sí mismo como "a Shining City on a Hill" (una ciudad brillante sobre una colina). Esto ya era así con Barack Obama y seguirá siéndolo con Joe Biden, si finalmente gana la presidencia. Por su parte, EE.UU. siempre tuvo un enfoque pragmático hacia sus socios.

Alexandra von Nahmen
Alexandra von Nahmen informando ante la Casa Blanca para Deutsche Welle. Imagen: DW/Melanie Cura Daball

"¿Cómo sirven a nuestros intereses?" Esa es la cuestión más relevante para la política exterior estadounidense. Es cierto que existe entre Europa y EE.UU. una especial relación que se basa en valores conjuntos y una historia común. Por supuesto. Pero igualmente Washington aplica con frialdad una lógica estratégica sobre el factor costo-utilidad en la relación con cualquiera de sus socios. 

Es necesario hacer un análisis sobrio 

Ya en tiempos de Barack Obama, el Gobierno estadounidense dirigió su atención hacia el Pacífico. La competencia con China seguirá manteniendo en vilo a Washinton. Hace mucho que Estados Unidos no quiere seguir siendo la Policía del mundo. Los eslóganes "Buy American" y "Hire American" seguirán siendo populares en los próximos años.

También Joe Biden, en caso de que gane la presidencia, hará a los europeos reclamos que no se diferenciarán sustancialmente de los de Trump. Cuanto antes se haga la UE a la idea, mejor, pero mejor aún sería actuar de manera consecuente. Admitámoslo: el objetivo de alcanzar una Europa con autonomía estratégica es muy lejano, pero no hay más opción que jugar un papel geopolítico más importante y asumir más responsabilidad por la propia seguridad europea.

Europa debe despertar

Por supuesto, Europa no puede prescindir de EE. UU. como socio. Nos necesitamos y nos beneficiamos el uno del otro. Pero Europa debe pisar más fuerte en su relación con Estados Unidos. El país americano es conocido por su superioridad militar, la alta tecnología de Silicon Valley y su libertad sin límites. Pero también por sus desigualdades, su cuestionable desregulación de la economía y su desbordante capitalismo.

No hay nada en contra de seguir amando todo aquello que nos gusta de Estados Unidos y seguir admirando la historia y el optimismo de aquel país. Pero a Europa le serviría más políticamente dejar que impere la estrategia y la confianza en sí misma en su relación con Estados Unidos, y concentrarse menos en la Casa Blanca y sus habitantes.

(ms/ers)