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No hagas hoy lo que puedas dejar para mañana

Pablo Kummetz21 de abril de 2006

Postergarlo todo: ¿quién no lo conoce? Lo que parece algo tan natural, puede transformarse, sin embargo, en una enfermedad y llevar incluso a la depresión.

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Escena de la ópera "Esperando a los bárbaros", de Philip Glass, en Erfurt, Alemania. ¿Por qué pasar a la acción?Imagen: AP

Recomendar a alguien que crónicamente deja todo para "mañana", "pues, simplemente, ¡hazlo!" es como decir a un depresivo que simplemente comience a alegrarse.

Efectivamente, la "procrastinación" (del latín pro: para, y cras: mañana) es una enfermedad y los pacientes necesitan tratamiento. Por lo menos eso dicen los psicólogos.

La disciplina de estudios es relativamente joven. Pero sus primeras constataciones son lapidarias: la postergación de todo lo que uno tiene que hacer no es una mala costumbre ni un problema de organización, sino un disturbio.

¿Quién lo puede negar, cuando, por ejemplo, la personas posponen la solución de problemas personales, como por ejemplo fumar en exceso, terminar con una relación sentimental destructiva, impedir el abuso por parte de otro, postergar siempre ir al cine, hacer vida social o jugar con los hijos?

Dos tipos de postergación

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Fijar prioridades: esencial contra la postergación.Imagen: BilderBox

Hasta ahora se han identificado dos tipos de "procrastinadores": el que lo hace por excitación y el que lo hace por una estrategia de evasión.

El excitado dice de sí mismo que sólo puede ser creativo en último momento. Goza de los nervios que lo invaden cuando faltan minutos para cumplir con algo. Jura que dos semanas antes nada se le hubiera ocurrido al respecto. Es, en cierta forma, un masoquista.

Hans-Werner Rückert, director del departamento de asesoramiento psicológico de la Universidad Libre de Berlín, dice: "Se trata de un problema de autosugestión. Efectivamente, dos semanas antes a la persona no se le ocurre nada." Pero cuando las papas queman, ahí sí, se le ocurre de todo.

El procrastinador por evasión evita ocuparse de lo que no le produce satisfacción inmediata y sobre todo de todo aquello cuyo resultado podría provocarle un sentimiento de inferioridad. Prefiere que lo tomen por vago a que lo tengan por incapaz. Su excusa clásica: "lo podría haber hecho, pero no tuve tiempo."

Ambos tipos tienen en común que no saben cómo priorizar sus tareas. Hacen cosas absolutamente prescindibles y banales, mientras que las realmente importantes tienen que esperar.

El problema es mundial

Los procrastinadores no son pocos: nada menos que el 20% de la población, independientemente del país. Así se constató en un estudio llevado a cabo en EEUU, Gran Bretaña, España, Venezuela, Perú y Australia.

Los dos tipos de postergadores crónicos son aproximadamente de igual tamaño: un 13,5 % son excitados, un 14,6 % son evasores (algunos, realmente dignos de compasión, son de ambos tipos).

Acerca de las razones, por qué uno se transforma en postergador crónico, no se sabe mucho. Hay quien afirma que –cómo no– la culpa la tienen los padres demasiado exigentes. El niño desarrolla entonces una estrategia de postergación.

Otros psicólogos dicen que es una explicación demasiado simplista, las causas son múltiples y la cuestión central es: ¿por qué hago otras actividades y no lo que realmente tengo que hacer?

Exactamente, ¿por qué estoy leyendo este artículo y no preparando la comida? Ésa es la cuestión.