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“No hay que mirar más fútbol”

28 de mayo de 2015

Las detenciones de altos funcionarios de la FIFA sacuden al mundo del fútbol. Solo una abstinencia total podrá sanar a ese deporte, opina Alexander Andreev.

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Imagen: imago/ZUMA Press

A pesar de que soy un apasionado del fútbol, hace diez años que dejé de mirar los partidos. El sistema del fútbol profesional ya olía a podrido hace mucho tiempo, y no necesito decir por qué. Son tantos motivos. Es una máquina de hacer dinero, sostenida por los derechos de transmisión y de mercadeo, por la propaganda, los patrocinadores, la venta de entradas y los artículos para hinchas, pero también por las apuestas ilegales y las sumas astronómicas para los jugadores. Y al final, como se pudo ver en estos días, todo eso produjo una corrupción espantosa.

A eso se suma la violencia siempre presente en los estadios y camino de los estadios, así como el consumo de alcohol, las patotas en los trenes, en las estaciones y en las calles, los hooligans, los de ultraderecha mezclados con ellos, su racismo y su homofobia. Después, el vínculo funesto entre el fútbol profesional y la política, que sacan provecho uno de la otra en muchos países. Y, no en última instancia, ese patriotismo dudoso de la mano que salta repentinamente al pecho para cantar un himno nacional.

El fútbol entusiasma

He jugado fútbol en un club y fui un entusiasta de este gran deporte durante años, por lo que puedo entender que haya miles de millones de personas para las cuales el fútbol es importante, que esperan el próximo partido de su equipo con ansiedad. Y no todos son hooligans, racistas o nacionalistas con tendencias violentas.

Por el contrario: la mayoría de ellos son personas amables y correctas. También hay políticos, escritores, economistas, filósofos y estrellas del espectáculo que confiesan ser adeptos al balompié. Todos ellos no solo hacen del fútbol un deporte prestigioso, sino que también lo convierten en una vaca sagrada a la que no es posible criticar. Justamente porque el fútbol es un deporte de multitudes, democrático y nada elitista, que se puede jugar sin equipos caros. Y también porque es bello de mirar. Por todas esas razones, nadie quiere arruinar el juego.

Alexander Andreev, director de la redacción búlgara de DW.
Alexander Andreev, director de la redacción búlgara de DW.Imagen: DW/H. Mund

Solo la abstinencia puede sanar el fútbol

Sin embargo, debemos arruinarlo. A primera vista, mirar un partido de fútbol parece ser la ocupación más inofensiva del mundo. El espectador es atraído por la complejidad y la belleza del juego, y tiembla con “su equipo”, se relaja y olvida la rutina. Pero de ese modo, se hace cómplice del sistema, que vive precisamente de eso: de un millones de personas que están pegadas a la pantalla, mirando además a expertos que analizan, tragándose la propaganda interminable y comprándose más tarde entradas para ir al estadio y cuanto producto se ofrezca por ahí. Por eso, la decisión de no seguir apoyando voluntariamente a este sistema se cae de madura. Puede sonar elitista o arrogante, pero cada persona que se niegue a mirar fútbol está contribuyendo a un mundo mejor, aunque la gran mayoría de la gente no quiera aceptarlo incluso hoy. Otra vez: el fútbol es grande si se lo disfruta con los niños o se juega un partido con los amigos, y es un deporte que podría volver a sus raíces vitales si lo practicamos en lugar de mirarlo sentados en el sofá, comiendo papitas y tomando cerveza. Por eso: ¡Dejen de mirar fútbol ya!