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Nord Stream 2: Mala diplomacia estadounidense

Peter Sturm
17 de enero de 2019

Las críticas al proyecto del gasoducto Nord Stream 2 son justificadas, pero las amenazas del embajador estadounidense Grenell no lo llevarán a muy lejos, opina Peter Sturm, columnista invitado.

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Ostesee-Pipeline Nordstream
Imagen: picture alliance/dpa/J. Büttner

La diplomacia es el arte de hablar en formulas cuyo verdadero significado solo le queda claro a los conocedores. Una "conversación abierta" significa en el mundo real simplemente "pelear". Ahora se podría argumentar que tratar de ocultar cosas es básicamente antidemocrático, porque democracia significa que los gobiernos tienen que rendir cuentas al soberano. Por otra parte, puede que a nadie le interese, desde un punto de vista muy práctico, avivar los conflictos al hablar con todo el mundo sobre las diferentes posiciones.

Un nuevo lenguaje

De todos modos, hay que constatar que desde casi exactamente dos años, la diplomacia clásica se ha suspendido en Estados Unidos.

No solo el presidente estadounidense, sino también sus representantes en el extranjero, utilizan a veces un lenguaje al que hay que acostumbrarse. El ejemplo más reciente son las declaraciones del embajador estadounidense en Berlín, Richard Grenell. Amenaza a las empresas alemanas con sanciones por participar en el proyecto del gasoducto Nord Stream 2. A través de ese gasoducto, el gas natural debe fluir directamente desde Rusia a Alemania. Aparte del hecho de que las diferentes opiniones sobre un proyecto de este tipo no deben ser tratadas de esta forma entre aliados, los motivos de Washington también deben ser cuestionados críticamente.

El alegato de que Europa se está volviendo demasiado dependiente de Rusia es correcto. Pero eso no le interesaría mucho a este gobierno estadounidense si no fuera un competidor comercial del país proveedor Rusia. Aquí falta un poco la honestidad cuando uno ya se decide por la vía poco diplomática.

¿En el interés de Europa?

Otra cuestión completamente diferente es la pregunta si Nord Stream 2 es algo que favorece los intereses de Alemania y Europa. El proyecto encaja perfectamente en la estrategia rusa de dominación de los antiguos territorios soviéticos. Además, la determinación en Berlín crea una vez más la fatal impresión de que Alemania y Rusia están haciendo causa común por encima de las cabezas de los pequeños Estados de Europa Oriental. Con sus amenazas, el embajador Grenell no le ayuda a nadie. Más bien promueve reacciones desafiantes entre los socios del proyecto. Un buen diplomático habría expresado su crítica justificada de otra manera.

(gg)

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