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“Nosotros somos la Internet” – Reflexiones en torno al aniversario de la World Wide Web

13 de marzo de 2009

Veinte años cumple Internet, ese invento sin el cuál se hace casi imposible imaginar la vida cotidiana y que le permite a millones informarse sobre lo que ocurre más allá de las fronteras de sus países.

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El 13 de marzo de 1989, hace exactamente veinte años, vio la luz una idea muy importante, la idea de la World Wide Web. Es decir, que la red de redes, la www, existe desde hace ya hace dos décadas. Lo que arrancó en el ámbito de los investigadores como un sistema de intercambio de artículos científicos, ha terminado por transformar la vida cotidiana de millones. Una vida sin Internet, eso no se lo puede imaginar casi nadie.

Concebida inicialmente como una manera de mejorar la comunicación militar, Internet ha recorrido una larga trayectoria. Pocas veces ha sido recibido un desarrollo tecnológico con el recelo y la desconfianza de tanta gente, para luego ser aceptado y puesto en uso para el propio provecho. Con todo y que la mayoría de los usuarios o “users” –como se les llama en la jerga especializada no sabe en realidad lo que ocurre concretamente cuando envía un e-mail, busca información en Internet o hace operaciones bancarias online, por mencionar algunos de los usos más generalizados.

Aunque el número de usuarios ha ido en aumento continuo, la gente sigue guardando ciertas reservas en relación con Internet, a pesar de su desconocimiento o precisamente debido a ello. No solamente por temor a que el ordenador se vea infectado por un virus, sino también por temor a ser espiados por el vecino o por el Ministro del Interior. Al mismo tiempo, la mayoría de los usuarios se mueve despreocupada e ingenuamente por la World Wide Web: datos personales son revelados y presentados sin mayor protección, fotos que después de un tiempo uno preferiría no haber tomado son puestas a circular. Pero, mientras más fácil se hace confiarle información a Internet, más difícil se hace arrebatársela.

El usuario se convierte a sí mismo en un ser transparente, haciendo que ciertas protestas contra la violación del derecho a la privacidad de la información se eternicen ad absurdum: más que las autoridades o gente de mala fe, son los afectados mismos quienes se hacen daño con su imprudencia o al invitar a otras personas a que lo hagan. El hecho de que la imagen siniestra de Internet prevalezca –porque es difícil de ver o influenciar lo que ocurre en ella– recuerda a un graffiti escrito en el puente de una autopista: “Ustedes no están en un embotellamiento, ustedes son el embotellamiento”.

En otras palabras: nosotros somos la Internet. Pues, ¿qué sería de nosotros sin ella? Presidentes estadounidenses ganan elecciones gracias a Internet, boletos para el cine y tortas pueden ser encargadas vía Internet, eventos benéficos y asesinatos pueden ser anunciados en Internet, parejas son encontradas o traicionadas vía Internet. O se pueden jugar juegos. Y es que la Internet sigue pareciendo hasta cierto punto inofensiva a pesar de ser objeto de mistificación, porque todo parece ocurrir en ella solamente de manera virtual:

La crisis financiera no fue causada por la Internet. Pero, ¿qué sería de esta crisis sin esta despreocupada e inescrupulosa ida y vuelta de millones y miles de millones que muchos de los involucrados nunca tuvieron realmente en sus manos? Para muchos, la monstruosidad de los perjuicios de los últimos meses pierde su magnitud precisamente porque semejantes sumas son inimaginables para unos y, para los otros, son solamente números en el monitor: un click, y la cifra está allí; otro click, y la cifra desapareció. Y con ella probablemente miles de millones.

Sería absurdo echarle en cara a Internet lo que algunos hacen con ella. No son las posibilidades técnicas que ofrece Internet las que engendran a los inescrupulosos malabaristas financieros, a los violadores pedófilos o a los locos con ataques homicidas. Ellos siempre han existido y la Internet les facilita las cosas, pero no más.

Para la mayoría, Internet es una bendición: no solamente para resolver las pequeñeces del día a día, sino también para impulsar la transformación de los sistemas sociales. Hoy menos que nunca pueden los regímenes más restrictivos evitar que sus ciudadanos tengan acceso a Internet. Siempre hay algún poderoso que lo logra, pero la gente siempre consigue refugios. Es gracias a Internet que estas personas pueden establecer contacto con el extranjero de manera directa y sin filtros, informándose a sí mismas y a los demás. Una democratización en la base. A pesar de los intentos repetidos de aislar a países enteros de Internet. Un esfuerzo inútil, considerando que estos mismos regímenes quieren utilizar la Internet para divulgar su propaganda.

En los años de su existencia, Internet se ha desarrollado hasta convertirse en un bien apreciado y valioso, al que hay que proteger. Tanto de los abusos estatales como de los ataques criminales. Allí donde no se pueda separar claramente un abuso del otro, se puede confiar solamente en la razón y el buen juicio de los usuarios. Salvando ciertas excepciones, ellos son más grandes de lo que uno cree.

Autor: Peter Philipp

Editor responsable: José Ospina-Valencia