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Opinión: Arabia Saudí, ¿progreso o megalomanía?

26 de octubre de 2017

El príncipe heredero saudí quiere cambiar su país en profundidad. Pero el inexperto e impulsivo Mohammed bin Salman podría excederse rápidamente con proyectos de reforma, opina Nader Alsarraf.

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Saudi Arabien Vision 2030 PK Mohammed bin Salman
Imagen: /Getty Images/AFP/F. Nureldine

Será uno de los proyectos más grandes de Oriente Medio: un parque tecnológico, una nueva ciudad con el nombre futurista de "Neom”.

Lo que anunció esta semana en Riad el príncipe heredero de la monarquía saudí, Mohammed bin Salman, suena verdaderamente fantástico. La nueva e hipermoderna urbe, construida sobre la arena del desierto en el noroeste del país, albergará a más robots que personas. Costará 500.000 millones de dólares estadounidenses, pero no pretende atraer a inversores "tradicionales”, sino a "visionarios que quieran crear algo nuevo”.

El príncipe heredero, de 32 años, el hombre más fuerte de Riad, permanece imperturbable en sus esfuerzos de modernizar este reino extremadamente conservador. No solo en términos económicos, ya que pretende liberar al país de la dependencia del petróleo mediante el programa de reformas "Vision 2030”; sino también socialmente. Pero si bien el plan para "Neon” es espectacular, hay otra razón por la que el mismo anuncio es explosivo: Arabia Saudí, de acuerdo con la voluntad del príncipe, volverá a un islam moderado. Un modelo de islam abierto a las otras religiones.

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Nader Alsarras, periodista de la redacción árabe de DW.

Una sorprendente nueva melodía

Para el reino del Golfo esta esta nueva melodía verdaderamente sorprendente. Se trata de un país bastante cerrado. Desde hace mucho tiempo predomina una interpretación ultraconservadora del islam: el wahabismo, una ideología que, gracias a los ingresos del petróleo, ha conseguido exportar fácilmente por todo el mundo. Pero ahora debe relajarse en casa: valga como ejemplo el permiso de que las mujeres puedan conducir. Además, el príncipe heredero planea la construcción de un resort de lujo para turistas en el Mar Rojo que cumpla con los estándares internacionales; es decir, en el que las mujeres puedan llevar bikini y se sirva alcohol. Ambas cosas impensables hasta ahora.

No obstante, los planes de Mohammed bin Salman de dar a su país una imagen más moderna se encuentran con numerosos escépticos y críticos. Algunos ven en sus anuncios una estrategia de marketing para atraer inversiones. Otros ven en su propósito de combatir el extremismo religioso una excusa para quitarse de en medio a los disidentes y a sus adversarios políticos. Poco antes hizo arrestar a conocidos religiosos que eran considerados opositores del régimen.

La crítica a bin Salman no está completamente injustificada. Pues un cambio de verdad debería ir acompañado de otras reformas sobre las que el reino no se ha pronunciado. El país está aún muy lejos de ser una democracia y un hogar para los derechos humanos.

Con su ímpetu de reformas, el regidor saudí corre el riesgo de ponerse en contra a los más extremistas y a los clérigos conservadores; precisamente los mismos que garantizaron el poder absoluto de la dinastía Saud. Una de las cuestiones que más ha enervado a los círculos mas conservadores del país es el recorte de la influencia de la policía religiosa, que en los últimos años actuó como aparato policial independiente y dispuso de amplias facultades.

La mentalidad no se deja desprogramar

Pero además, la sociedad saudí sigue siendo muy conservadora. Imponer una apertura social en un corto período de tiempo podría poner en peligro al príncipe heredero. Las personas no son como los robots con los que pretende poblar la megaciudad "Neon”. La mentalidad no se desprograma con pulsar un botón. También su insinuación sobre que la revolución islámica en Irán fue la principal causante del extremismo religioso en la región siembra dudas sobre los propósitos de bin Salman: ¿de verdad tiene una voluntad reconocible de convertir Arabia Saudí en un país más tolerante y abierto, o es todo retórica para lanzar una indirecta a su archienemigo iraní?

Para muchos observadores, Mohmmed, que recibió sus amplias facultades de su padre el rey Salman, sigue siendo un líder con poca experiencia que calcula toscamente: un ejemplo es la guerra contra los houthis en Yemen, que él mismo empezó en 2015, recién estrenado como ministro de Defensa. Una guerra que ha sumido en la miseria al país árabe más pobre con la que él pretende "devolver la esperanza”, tal y como sugiere el nombre de la aventurada acción militar.

¿Demasiada autoestima?

Bin Salman podría dar un paso atrás. La modernización de su país requiere de algo más que proyectos megalómanos y no sucederá en un par de años. Intentar salir de la dependencia del petróleo es razonable, pero es algo que los monarcas del reino llevan intentando los últimos 40 años. Y el éxito en esta empresa aún no se ha materializado. Además, todavía está por ver si el príncipe logrará recolectar la financiación del megaproyecto si caen los precios del petróleo y el déficit presupuestario de la monarquía saudí se dispara.

A esto se suma que sigue siendo un secreto cómo conseguirá Mohammed bin Salman hacer realidad sus planes de "destruir inmediatamente” la ideología extremista. No hay declaraciones concretas al respecto. Es por ello que sus combativas palabras suenan no solo a ingenuidad política, sino también a una excesiva autoestima. Lo cual nunca es bueno en política.

Autor: Nader Alsarras (EAL/CP)