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Belicosidad creciente en EE. UU.

5 de marzo de 2017

¿Será el mundo realmente más seguro si el país con mayor poderío militar gasta más en armas y menos en diplomacia? No, los planes armamentistas de Donald Trump son el camino equivocado, opina Matthias von Hein.

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USA Marinesoldaten
Imagen: Getty Images/AFP/T.A. Clary

Desde el martes pasado sabemos que Donald Trump es capaz de entregar discursos más largos, leyendo desde un teleprompter y sin llegar a ser tan agresivo. Y en el asombro general de la prensa por este hecho, se ha pasado por alto un punto importante: el anuncio del presidente número 45 de Estados Unidos de que pretende aumentar el presupuesto militar del país en unos 54.000 millones de dólares.

Ese aumento por sí solo es aproximadamente igual al presupuesto militar anual de Rusia y casi el doble que el de Alemania. Trump mismo habló de "uno de los mayores aumentos en el gasto de defensa nacional en la historia de Estados Unidos". Con 550.000 millones de dólares, Estados Unidos gasta mucho más en su Ejército que cualquier otro país del planeta. Uno tiene que sumar los presupuestos de los siete países próximos en el índice global de gastos de defensa para llegar a una suma equivalente.

"Volver a ganar guerras”

El razonamiento de Trump para este desenfreno en el gasto en defensa es el siguiente: Estados Unidos tiene que comenzar a ganar guerras de nuevo. No obstante, cuando el Ejército estadounidense expulsó a los talibanes de Kabul, puso fin al reinado de Sadam Husein en Bagdad o ayudó a derrocar a Muamar al Gadafi en Libia, su poderío militar ya era claramente superior al de cualquier otro país. Los soldados estadounidenses ya han acumulado las victorias que Trump exige de ellos.

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Matthias von Hein

No obstante, estas guerras fueron ganadas, pero la paz se perdió en última instancia. Y fue justamente debido al enfoque, a corto plazo, en lo que supuestamente serían soluciones militares simples, desechando, al mismo tiempo, una estrategia política sostenible. El resultado han sido conflictos asimétricos con actores no estatales, terrorismo creciente, desintegración de estructuras gubernamentales y, en consecuencia, más terrorismo.

Confusamente, Trump ha criticado en repetidas ocasiones las recientes desventuras militares de Estados Unidos, citando específicamente el inmenso costo de estas y su falta de éxito. Pero si Trump quiere ser más cauteloso acerca de las intervenciones militares, ¿por qué quiere aumentar el gasto en defensa? ¿Cuál es el punto de fortalecer aún más al ejército si planea poner fin a despliegues costosos en el extranjero?

Más armas, menos diplomacia

Se supone que el aumento del material y software militar se financiará justamente mediante la reducción de fondos del Departamento de Estado (o ministerio de Exteriores) y de la cooperación para el desarrollo. El debilitamiento de la diplomacia y el diálogo, al tiempo que se fortalece la fuerza militar, no son recetas útiles para un futuro pacífico.

Más armas por sí solas no harán del mundo un lugar más seguro; ni fuera ni dentro de Estados Unidos: a pesar de que 2017 acaba de empezar, más de 2.000 personas han perdido la vida a consecuencia del uso de armas de fuego en los dos primeros meses del año en ese país norteamericano.

Los beneficiarios más claros de los aumentos del presupuesto militar son los contratistas de la industria armamentista. Los recientes anuncios de Trump han dado impulso a las acciones de estas empresas. Y esto es algo que no debe tomarse a la ligera: sobre todo porque, de acuerdo con el ranking de Standard & Poor de las 500 mayores empresas cotizadas en el mercado de valores de Estados Unidos, las acciones de compañías como Lockheed Martin, General Dynamics y Northrop Grumman ya se habían encarecido en más del doble de la tasa del mercado global en los últimos cinco años.