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Brasil: se acabaron las ilusiones

Francis Franca
3 de agosto de 2017

La crisis política prometía una auténtica catarsis, pero la decisión de la Cámara de Diputados dejó en evidencia que Brasil aún está lejos de acabar con la impunidad, opina Francis Franca.

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Imagen: Imago/Agencia EFE/J. Alves

Brasil atravesó una crisis política y económica hace más de tres años. Con ella, hasta los más optimistas tenían la impresión de que las turbulencias eran solo efectos colaterales normales en una democracia que busca madurar combatiendo la corrupción y la impunidad. La sensación era que el país se estaba hundiendo para poder renacer de sus cenizas con una mejor versión de sí mismo.

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Francis Franca.

Sin embargo,la ilusión terminó este miércoles (02.08.2017), cuando la Cámara de Diputados votó en contra de la denuncia por  corrupción contra Michel Temer, primer presidente de Brasil envuelto en una causa criminal mientras aún está en el cargo después de ser sorprendido manteniendo conversaciones "poco republicanas" con uno de los magnates imputados en la operación Lava Jato.

En realidad, Brasil no está combatiendo la impunidad. No hay recuperación económica real y, obviamente, tampoco preocupa reducir la desigualdad ni la injusticia social, dos de las causas de esa violencia insoportable que avanza por todo el país dejando estadísticas similares a una guerra civil.

Como él mismo declaró, la victoria del presidente fue irrefutable. Se logró en base a una serie de maniobras escandalosas y a una distribución millonaria de presupuestos y cargos. Todo ese apoyo le costó a Brasil el reajuste fiscal, la protección de la Amazonía, los objetivos del clima, los derechos de los pueblos indígenas y una carga aún mayor para el trabajador común. Al final, quedaron excluidos los excluidos de siempre, y eso provocará daños a largo plazo.

Por su parte, los privilegiados de siempre continúan intercambiando favores sin ningún tipo de impedimento. Y aunque la victoria de Temer pretenda transmitir el mensaje de un presidente fuerte, los diputados pudieron descubrir cuán rentable puede ser el hecho de tener a un presidente acorralado. Seguro que algunos ya están ansiosos en espera de una nueva denuncia de la Fiscalía General de la República.

Brasil continúa así su viaje hacia el retroceso. En la edición de 2017 del Ranking "The Soft Power 30", que sirve rpara medir el prestigio político del país en el exterior, Brasil aparece en la penúltima posición solo por delante de Turquía. Hace algunos años ocupaba la primera posición entre todo el grupo de los BRICS.

La sombra continuará hasta las elecciones generales de 2018. Incluso aunque el presidente fuese cesado, el problema seguiría estando en las entrañas de un legislativo dispuesto a cualquier negocio. Entretanto, el brasileño medio observa atónito e impasible. Desolado por una posible vuelta de la izquierda y una paranoica "amenaza del comunismo", tiene más miedo de sus fantasmas que de sus verdugos. Por eso prefiere quedarse de brazos cruzados. Mientras, a la democracia brasileña le queda un largo año por delante.