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Opinión: el Nelson Mandela que llevamos dentro

18 de julio de 2018

Nelson Mandela habría cumplido hoy (18.07.2018) 100 años y los políticos oportunistas ya quisieran tener un poco de su brillantez. ¿Pero dónde está el Mandela en cada uno de nosotros? Se pregunta Claus Stäcker.

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Tribut für Nelson Mandela
Imagen: picture-alliance/dpa

Barack Obama siempre ha reconocido a Mandela como la "brújula" de su carrera. En un estadio de cricket en Johannesburgo, Obama volvió a hablar de ello. Por una suma con cinco dígitos en dólares, cualquiera podía comprar un asiento en su mesa. La evaluación histórica sobre el destino al que llevó esa brújula llamada Mandela a Obama aún está por verse.

Mandela tampoco era un santo. Pero junto a él, cada celebridad se reducía a una escala humana. Nelson Mandela respetaba a músicos y presidentes, reinas y guardias de prisión por igual. Cuando fue liberado después de 27 años en prisión, se había convertido en una marca, un ídolo mundial, una pantalla de proyección abarrotada de expectativas. De repente se paró en el escenario y lo usó. Y a diferencia de otros, tenía una visión y una brújula moral, como Obama reconoció correctamente.

Sin rencor a pesar del encarcelamiento interminable

El expresidente sudafricano describió los interminables años de prisión como la "universidad de la vida". No se convirtió ni en un ciudadano lleno de rencor ni en un populista. Allí aprendió disciplina, humildad, paciencia y tolerancia. Pero exageró un poco, según las criticas que recibió de personajes como Julius Malema, líder del partido de los Combatientes por la Libertad Económica (EFF, por sus siglas en inglés), popular entre los perdedores de la Sudáfrica de hoy. La gente de Malema predica en la actualidad un peligroso contra-racismo, pero también tiene un fuerte argumento: después de dos décadas de democracia, no todos los sudafricanos tienen las mismas oportunidades. En ninguna otra parte del mundo existe una diferencia tan grande entre ricos y pobres. Las élites locales y los delegados europeos viven en barrios y villas muy seguros. En "comunidades cerradas", miniparaísos herméticamente cerrados y vigilados. En los niveles económicos bajos, la población local y los inmigrantes se enfrentan a una competencia brutal y xenófoba.

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Claus Stäcker, periodista de DW.

En Occidente no estamos tan lejos de esto. También en Europa están surgiendo los "barrios cerrados", aislando a los ricos, mientras barrios enteros de la ciudad se están convirtiendo en  zonas socialmente desfavorecidas y surgen mundos paralelos.

Las diferencias entre ricos y pobres son cada vez mayores. En Alemania, donde los ingresos fiscales están en auge, la ventaja educativa de las élites está aumentando. Los niños de familias desfavorecidas se retrasan desde que nacen y nunca se ponen al día. Si ni siquiera Alemania puede reducir esta brecha, ¿cómo podrían lograrlo las sociedades menos prósperas primero?

Aumenta el egoísmo

Hoy, los ideales de Mandela se chocan con muros de concreto de egoísmo en todo el mundo. En su propio país, hasta hace poco, todo un clan presidencial hacía uso desenfrenado de las reservas del Estado. Desde Ankara, pasando por Budapest y de Moscú hasta Washington, los líderes marcan el rumbo. Al mismo tiempo, el modelo de economía social de mercado y democracia representativa, que ha tenido éxito durante muchos años, parece haberse desequilibrado y haber  desmoronado el cemento social.

Por supuesto, toda sociedad debe preguntarse qué tan generosa puede ser. Si están siendo explotados. Si sus reglas y leyes son aceptadas y observadas. Cuántos extranjeros puede tolerar. Si el derecho de asilo no es el correcto. Pero el debate sobre la migración en Europa ha degenerado en una mera discusión sobre la distribución, un mecanismo de autoprotección. ¡Edificar muros y cerrar los ojos! Pero luego, claro, a encontrarse a sí mismo en una clase de yoga.

La retórica social ya ni siquiera trata de ocultar la falta de solidaridad. El lenguaje político se ha vuelto descaradamente crudo y en parte inhumano. Nuestra apatía hacia el sufrimiento de los demás es sorprendente. 

¿Cuán solidario puede ser y será el mundo?

Ninguna construcción de muro puede detener el anhelo de una vida mejor al final. Por supuesto, no todo el mundo puede huir, hay que encontrar soluciones in situ. Y nunca será suficiente el presupuesto del Ministro de Desarrollo alemán, Gerd Müller. La gran pregunta de Mandela hoy es: ¿cuánta solidaridad queremos y tenemos que pagar?

Su mayor logro fue romper con los estereotipos ideológicos. Ser capaz de escuchar. Hacer entender que pensar diferente no tiene que transformarse en hostilidad. Él se convirtió en un modelo para negros y blancos, comunistas y empresarios, calvinistas y musulmanes por igual. Ahora podemos quejarnos a diario de que no hay más Mandelas.  Pero en el Día Internacional de Mandela tal vez la pregunta simplemente sea: ¿cuánto hay de Mandela en cada uno de nosotros? ¿Estamos dispuestos a compartir nuestra riqueza? ¿Cuánto estaríamos dispuestos a renunciar? ¿O preferiríamos entrar a codazos en una fortaleza amurallada?

Autor: Claus Stäcker (CT/ MN)

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