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Opinión: inseguridad generalizada

Marcel Fürstenau8 de enero de 2016

Hasta ahora el debate en Alemania sobre seguridad interior se centraba en posibles atentados terroristas. Tras los abusos sexuales de Nochevieja en Colonia todo ha cambiado, opina Marcel Fürstenau.

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Deutschland Hauptbahnhof Vorplatz in Köln
Imagen: Reuters/W. Rattay

La probabilidad de ser víctima de un atentado terrorista en Colonia, Múnich o Leipzig es realmente escasa. Aun así en Alemania hace mucho que no se sentía tanto miedo. Esas emociones son comprensibles en vista de imágenes como las de los atentados de París de noviembre 2015. Otras ciudades como Londres (2005), Madrid (2004) o Nueva York (2001) ya vivieron hechos similares, atentados que impresionan mucho más a los ciudadanos occidentales que los atentados en países como Afganistán, Irak o Siria. Esos países y regiones no solo quedan lejos geográficamente, sino también religiosa y culturalmente.

Cuando explotan bombas en Bagdad y dejan cientos de muertos, nadie piensa en su seguridad en Alemania. Pero si un hombre entra gritando “Alá es grande” en una comisaria de París, el terror se siente cerca.

Marcel Fürstenau, redactor de DW.
Marcel Fürstenau, redactor de DW.Imagen: DW/S. Eichberg

Alemania, la isla de los felices

A escala mundial, este país es envidiablemente seguro tanto en al interior como en al exterior. A pesar de eso, es necesario romper con ciertos tabúes. Después de los ataques de Nochevieja en varias ciudades alemanes, el debate está al rojo vivo. Un aspecto positivo, puesto que solo así se podrá hablar claramente de delitos criminales e inhumanos. No son nuevos, pero fue necesario que sucediese algo tan terrible para abrir la puerta a la discusión sobre la seguridad interna.

La seguridad interna no se limita a la defensa antiterrorista. Hay otras disciplinas como el extremismo de derecha e izquierda, zonas socialmente deprimidas, sociedades paralelas y todo un abanico de delitos diarios como robos y hurtos. Todo esto y mucho más es parte de la seguridad interna. Prácticamente todo el mundo ha sido víctima de un delito alguna vez, pero no hay sensación de inseguridad. Ahora, observando las reacciones a nuestro alrededor y, sobre todo, en las redes sociales, algo parece haber cambiado.

Injusticia tiene que ser castigada

Hasta ahora, viajar en metro por la noche no era problema para las mujeres. Todo cambio desde Nochevieja y para volver a recuperar la confianza en la seguridad se necesita un cambio de agujas. La sociedad es quién puede accionar la palanca. Las injusticias han de ser castigadas. No con leyes más duras, sino aplicando las existentes, incluida la deportación de delincuentes si es necesario. No se trata de xenofobia, sino de Estado de derecho. Las penas son también parte importante de la seguridad, ya que ofrecen la sensación de que el delito no quedará sin condena. El problema radica en que el porcentaje de delitos esclarecidos es bajo. Algunas veces prácticamente tendiendo a cero, como cuando se roba una bicicleta. Los ataques corporales son más fáciles de aclarar, pero los daños morales no se alivian fácilmente. Y cuantos más se produzcan y más se informe sobre ello, más aumentará la sensación de inseguridad. Incluso entre los que no están para nada afectados.

Se podría cambiar la tendencia invirtiendo correctamente en seguridad. Primero con presencia policial en las zonas públicas. Merecen apoyo moral y material, y aunque a veces las críticas contra la policía estén justificadas, deberían ser dirigidas a los responsables políticos. Actualmente vivimos las consecuencias de una máxima que se practica desde hace tiempo: “menos Estado, más privado”. Como consecuencia, aumentan los servicios de seguridad privada, algo que no todos pueden permitirse y además entierra lentamente el monopolio de la fuerza por parte del Estado.

¿Cómo parar esa creciente inseguridad? No será fácil, pero sí posible con un debate duro, sincero, amplio y paciente que desista de seguir lemas populistas. Una discusión en la que también habrá que hablar sobre el aumento de la videovigilancia o la intervención del Ejército en el interior. ¿O queremos acostumbrarnos a celebrar la Nochevieja en la puerta de Brandemburgo rodeados de miles de soldados?