Opinión: La turba de Donald Trump es la que gobierna
7 de enero de 2021Los ataques de Donald Trump al sistema democrático han llegado a su punto máximo. Sus declaraciones en la madrugada del miércoles perpetuando las extravagantes conspiraciones de que supuestamente le robaron las elecciones –que realmente perdió hace dos meses– llevaron a sus leales seguidores a intentar un golpe de Estado.
No cabe duda de que Trump es plenamente responsable y ha enviado a su leal turba de nacionalistas blancos, creyentes en leyendas de conspiración y alguaciles digitales para que provoquen caos en la capital del país.
Durante generaciones, Estados Unidos ha sido un faro de esperanza cuando se trata de asegurar la democracia y respetar la transición del poder. Pero Trump le ha demostrado al mundo que el sistema estadounidense también es frágil.
Es crucial señalar que este problema no fue creado solo por Trump y su estrafalario estilo. Los facilitadores a su alrededor, que han maquillado sistemáticamente su retórica como exageración y bravuconería en las redes sociales, también son culpables. Incluidos los doce senadores y más de cien representantes de la Cámara que han declarado las elecciones de noviembre como ilegítimas (o al menos cuestionan los resultados). No hicieron nada para detener la desinformación y el caos.
Los republicanos han visto cómo un autócrata advenedizo se toma el control de su partido. Y se convirtieron en cómplices de un Gobierno que solo funciona en torno a sus propios intereses y no en los del pueblo.
Tierra quemada
Mientras parecía que la democracia ardía en el Capitolio de EE.UU., Trump seguía sentado en el Despacho Oval, observando en la televisión la destrucción que él mismo propició. Se tomó horas para hacer una declaración, pidiendo amablemente a su turba que fuera "pacífica". Trump hizo poco por controlar la situación diciéndoles que de hecho los "amaba" y creía que eran "especiales". Estas fueron las palabras de Trump dirigidas a una turba que estaba demostrando un terrible desprecio por la democracia.
A pocos días de la transición, pareciera que Trump quisiera quemar su partido, y los cimientos de la democracia junto con él. Ha comenzado a atacar a algunos de sus más leales defensores, como al vicepresidente Mike Pence. Trump ha dejado claro que el único republicano bueno es el que lo defiende hasta el final, no importan los medios. Este tipo de lenguaje se ha abierto paso a través de los medios conservadores y los medios sociales, y ha llevado al desenlace que vimos en Washington el miércoles. Trump claramente no está preocupado por la república de la que está a cargo y preferiría verla desmoronarse, si no puede comandarla.
El doble rasero de la Policía
La Policía del Capitolio, encargada de proteger a ambas cámaras del Congreso, a sus miembros y a los cientos de trabajadores dentro del edificio, no cumplió con su deber. A la mayoría de los agitadores no se les impidió entrar a asaltar el piso del Senado, mientras rompían ventanas, e incluso entraban en la oficina de su presidenta Nancy Pelosi. Se les permitió pararse en las escaleras del Capitolio casi siempre sin ser impedidos.
Cuando los manifestantes de Black Lives Matters marcharon por la ciudad de Washington, fueron recibidos con gases lacrimógenos, golpes y un Trump indignado que pedía que los manifestantes pacíficos fueran encerrados por ejercer su derecho a la protesta. Hay una clara doble moral: Si eres blanco y apoyas a Trump, eres un patriota. Si no, eres un anarquista peligroso que debe ser repelido con gases y encerrado.
Estamos viendo el acto final de un presidente que una y otra vez ha incitado a la violencia entre la gente que lo ve como su líder. Entre más rápido llegue la Administración Joe Biden mejor.
(jov/few)