Opinión: Martin Schulz, el comodín del SPD
26 de enero de 2017Qué biografía la suya: el menor de los cinco hijos de una familia otrora dedicada a la minería huyó de la escuela sin terminar la secundaria, conoció el desempleo de primera mano y bebió en exceso durante años antes de convertirse en librero y dejar atrás la vida gris a la que, por momentos, parecía condenado. "Yo era un tipo muy vil", admitió recientemente el socialdemócrata al recordar su pasado de sangre, sudor y lágrimas como adulto joven y estudiante tardío. Y eso no parece perjudicarlo como candidato a la jefatura del Gobierno alemán.
El camarada Martin, un alivio para el SPD
No cabe duda de que, como político de carrera, Martin Schulz está hecho de una madera especial. Mientras otros treintañeros descubrían los privilegios que ofrece la cúpula del partido, catapultados por sus títulos académicos y sus contactos en las alturas, Schulz trabajaba en la base como alcalde de su Würselen natal, una ciudad satélite de Aquisgrán en Renania del Norte-Westfalia. Él ocupó ese cargo durante once años no por ser un personaje sin carácter, sino por todo lo contrario: Schulz tiene temple, pero intimida cuando alza la voz.
Desde que el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) lo eligió para que desafiara a Angela Merkel en las venideras elecciones federales, sus camaradas se ven menos tensos. Cuando esa responsabilidad recaía sobre Sigmar Gabriel, sus correligionarios daban más bien la impresión de esperar el fracaso con resignación. Y es que, con Gabriel como caballo de batalla, nadie apostaba un centavo a favor del SPD, que perdió su condición de partido popular al caer en las encuestas y su foco social quizás un poco antes.
Aspiraciones mayores
A eso se sumaba que una minoría nada desestimable del SPD apenas toleraba a Gabriel, presidente de esa formación desde 2009. ¿Por qué votar por ese partido cuando sus miembros estaban tan desunidos puertas adentro? Eso cambió con la aparición de Martin Schulz en el horizonte. Todo apunta a que al proponer a Schulz como su sustituto en la carrera contra Merkel, Gabriel sacó el comodín que tenía bajo la manga. Cuando se está en un callejón sin salida es mejor hacer algo que no hacer nada, parece haber pensado Gabriel.
En todo caso, Schulz es la última munición que le queda a los socialdemócratas. Con Peer Steinbrück jubilado, Frank-Walter Steinmeier a un paso de ser designado presidente federal, Gabriel de gira como nuevo ministro de Exteriores, Schulz –hasta hace poco presidente del Parlamento Europeo– es la única celebridad restante en el elenco del SPD. Eso sí, es innegable que Schulz es también una caja negra en lo que respecta al ámbito político federal: nadie sabe cuál es su posición en materia de pensiones, salud o impuesto de sucesiones.
Al hombre también le hacen falta contactos en Berlín, así que tiene mucho por hacer; pero su ventaja es que él quiere el cargo en cuestión. Y eso ya es mucho, considerando que, desde la era Kohl, lo mínimo que se esperaba de los candidatos a canciller del SPD era que supieran soportar con gracia la pena implícita de saberse perdedores de antemano. A Schulz no le basta con participar en la contienda, él quiere más. Los sondeos de opinión lo entusiasman a él y a sus cófrades: Schulz está cada vez más cerca de Merkel.
Un antídoto contra la depresión europea
Sería suficiente con que Schulz frenara la caída del SPD en los comicios del 24 de septiembre. Si él lograra darle un impulso ascendente, sería una sorpresa. Cualquier otro resultado sería un milagro. Otro elemento a su favor es su aura europea. El "brexit", los Orbans y los Kaczynskis del Viejo Continente, y todas las mofas habidas y por haber sobre las siglas "UE" son temas de campaña electoral. Tanto mejor para el otrora "hombre fuerte" de Estrasburgo. ¿Y quién sino "Monsieur Europe" podría responder a las provocaciones de los populistas?
Schulz, el hombre sin estudios secundarios que, no obstante, habla fluidamente cinco idiomas aparte del alemán, puede sacar a Europa de su letargo y hacerle frente a los nacionalistas… Pero la nueva esperanza del SPD no debe dormirse sobre sus laureles: Angela Merkel es una contrincante de cuidado. También ella puede carearse con los populistas de derecha porque, al igual que Helmut Kohl, Merkel ve en Europa un objetivo histórico y político, no solamente un vehículo para alcanzar la prosperidad económica.
Faltando ocho meses para las elecciones federales en Alemania, la lucha por el poder en Berlín ha dejado de ser predeciblemente aburrida. La presencia de Schulz promete tensión.