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Opinión: Sembrando el odio

Luis García Casas
18 de agosto de 2017

El terrorismo yihadista vuelve a golpear a Europa. ¿Qué busca? ¿Propiciar la expansión del Islam? No, más bien que se intensifique el odio hacia los musulmanes, porque eso fortalece sus redes de captación y reclutamiento

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Spanien Barcelona Lieferwagen fährt in Menschenmenge
Imagen: Getty Images/D. Ramos

Tratar de entender el terrorismo es complicado para el ciudadano de a pie. ¿Qué pretenden quienes mueven sus hilos? ¿Por qué lo hacen? ¿Qué hace que alguien se preste a llevar a cabo atentados, muchas veces de carácter suicida? Por otro lado, hay cosas más fáciles de explicar.

¿Por qué Barcelona? ¿Por qué Cambrils?

Una de las claves me la dio recientemente el dueño de una agencia de márketing político: “los terroristas buscan impactos”. Aunque suene inapropiado en este contexto, el término “impacto” alude, en la jerga publicitaria, a las veces que un mensaje llega a su público objetivo. Con eso en mente, se explica la elección de Barcelona y de la localidad costera de Cambrils como blancos de ataques terroristas. Desde hace años, España está en el punto de mira del extremismo yihadista; muchos especialistas consideraban que era cuestión de tiempo para que tuvieran lugar sucesos como los de este 17 de agosto. Pero al optar por Barcelona y, más concretamente, por una de sus avenidas más concurridas –imán de turistas–, la meta era multiplicar el número de personas “impactadas” por el atentado.

¿Qué español no tiene familiares en Barcelona? ¿Cuántos extranjeros no se habrán dicho: “yo estuve en La Rambla durante mis últimas vacaciones; yo habría podido morir allí”? Eso es lo que pretenden los terroristas: matar a unos cuantos, pero asustar a millones. Y hacerlo de forma escalonada en el tiempo; porque, aunque nos quieran hacer creer lo contrario, la munición que utilizan –fanáticos dispuestos a morir matando– no les es tan abundante. Volverán a matar. Quizá no hoy. Ni mañana. Sino cuando empecemos a olvidarnos del miedo...

Luis García Casas DW
Luis García Casas, de la redacción en español de DW.Imagen: DW/L.G. Casas

¿Propiciar la expansión del Islam?

Ganar notoriedad, difundir sus “logros”, implantar el miedo… reclutar. Eso es parte de lo que tratan de conseguir con sus ataques terroristas. Los que los perpetran, en muchas ocasiones jóvenes descarriados en busca de redención, quizá realmente crean que irán al cielo y tendrán allí su premio. Quizá sólo les ciegue la rabia. Pero ellos son sólo el síntoma, no la enfermedad. ¿Qué pretenden quienes fomentan el terrorismo yihadista? ¿Por qué quienes dan sus discursos de odio, sea desde el mimbar o desde Internet, no se ponen el cinturón de explosivos?

Si su objetivo fuera contribuir con la expansión del Islam en Occidente, esta no sería la mejor forma. No, lo que pretenden es tensar la cuerda. Atizar el odio hacia los musulmanes. Radicalizar a los no musulmanes. Porque cuanto más rechazo despierten hacia el Islam en Occidente, más gente reclutarán. El objetivo final es abocar al mundo a una guerra futura que están convencidos de que ganarán, con ayuda de Alá. Pero no nos engañemos: el extremismo yihadista mata más gente en los países musulmanes que en Occidente. El terrorismo mata más inocentes en Irak y Afganistán que en el resto del mundo. Por supuesto, nuestros muertos nos impactan más.

“Occidente no es su verdadero blanco”

Infografik Karte Barcelona Terror SPA

Como afirma el analista del Instituto de Estudios Estratégicos de España, Federico Aznar: “Occidente no es su verdadero blanco, sino parte de su retórica. Las víctimas de Occidente son testimoniales, visten más, son una expresión de fuerza y compromiso que sirve para dotar de legitimidad al grupo terrorista en su territorio, donde tienen intereses reales. La cuestión es que su cobertura en los medios de comunicación es distinta”. El terrorismo es un arma política. Lo han usado independentistas, anarquistas, comunistas, fascistas… Que, en ocasiones, han logrado sus objetivos.

No les hagamos el juego. No sobredimensionemos sus capacidades. No nos dejemos contagiar con su rabia. Estemos atentos. Vigilemos a los combatientes retornados. A quienes difunden mensajes extremistas. Pero no nos dejemos arrastrar por su lógica perversa. Porque si algún daño puede hacernos el terrorismo, más allá de la sangre derramada, es alejarnos de nuestros valores, de lo que somos: sociedades laicas, abiertas y tolerantes en las que la religión es una cuestión estrictamente privada. Como dijo una víctima del atentado del Bataclan en París: “No tendréis mi odio”. Al menos no para quienes también condenan y rechazan este tipo de atentados. A los que los cometen, permítanme que sí, que les reserve una porción. Sólo espero que ese odio no crezca demasiado.