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Opinión: un ataque a mis libertades

Sarah Judith Hofmann (EL/)7 de enero de 2016

Los ataques sexuales a mujeres en la estación de Colonia son inaceptables, sea cual sea el origen de los perpetradores. No es posible que las mujeres en Alemania sirvan de blanco a estos ataques, opina Sarah Hofmann.

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Imagen: picture-alliance/dpa

Aún me tiene impactada mi ciudad, Colonia, donde vivo desde hace algunos años y donde nunca antes me había sentido insegura. En la cual a menudo me traslado de noche, incluso sola y pasando por la estación central, sin necesidad de cargar en la bolsa una lata de gas pimienta. Sin temor. ¿Fue precisamente ahí, en ese importante punto de la ciudad, es donde muchas mujeres sufrieron ataques brutales, tocamientos y humillaciones? ¿En compañía de sus amigos, en grupos, junto con miembros de su familia? Todo me parece aún algo surrealista.

Desde hace tiempo sé que en las celebraciones masivas como el Oktoberfest en Múnich, o la Nochevieja y el carnaval en Colonia no solamente hay entre el público ladrones que se aprovechan del tumulto, sino también quienes acosan sexualmente a mujeres. En estos eventos, una que otra vez he sentido una mano no solicitada en el trasero. Pero me podía defender, ya sea verbalmente, o con una cachetada, o con la ayuda de otros.

Lo que sucedió hace unos días tiene otra dimensión. Aun si va acompañada, una mujer queda por completo indefensa frente a un grupo de hombres que le ponen sus manos “en todas partes”, como lo reportan algunas de las víctimas. No se sabe hasta el momento cuántas mujeres fueron atacadas o acosadas sexualmente esa noche. Quizá solo fueron 15, como informan algunos noticieros de televisión. Pero probablemente fueron muchas más las que decidieron no denunciar los hechos. La policía de Colonia habla de 100 denuncias, que en parte corresponden a delitos como robo y en parte a ataques sexuales. Y además, de cerca de 1.000 personas que “en grupos de hasta 20” se lanzaron a atacar a mujeres. Así, está claro que las víctimas no fueron atacadas por delincuentes solitarios, y que los ataques no ocurrieron en un oscuro callejón, sino al frente y en el interior de la estación central.

Desmanes frente a la estación central de Colonia, el pasado 31.12
Desmanes frente a la estación central de Colonia, el pasado 31.12Imagen: picture-alliance/dpa/M. Böhm

El grupo como protección

Poderme sentir segura en lugares donde la gente va y viene ha sido siempre parte de mi sensación de vida como mujer en Alemania. Solo he dejado de sentirla en lugares donde no hay nadie que me pudiera servir de ayuda: en oscuros andenes, en barrios aislados, o en parques. Pero no en la estación central. Con todos sus puestos de comida, la videovigilancia, la presencia de la policía y, sobre todo, la protección de la gente. Esa noche cambió mi posición. Dejé de ver a la multitud como elemento protector, y comencé a verla como un peligro potencial.

Aunque no estuve esa noche en la estación central de Colonia, yo, como ciudadana de Colonia, como alemana y como mujer, me siento tan atacada como las víctimas reales. Comparar tales acontecimientos con un atentado terrorista sería quizá equivocado; de todos modos, siento que mi libertad, y la libertad de todas las mujeres en Alemania, fue atacada.

“Distancia prudente”

El que las mujeres aquí se puedan trasladar libremente, y usar la ropa que quieran sin que deban guardar “distancia prudente” hacia hombres extraños (como lo sugirió desafortunadamente la alcaldesa de Colonia a modo de medida preventiva) es uno de los bienes que las mujeres en Alemania hemos conquistado (o más precisamente, nuestras madres y abuelas).

Sarah Judith Hofmann, periodista de DW
Sarah Judith Hofmann, periodista de DW

Aunque en la época de carnaval las mujeres se vistan con faldas cortas o usen leotardos (la Nochevieja portaban más bien gruesos abrigos y gorros), ningún hombre tiene derecho –sin que importe la intención- a tocarles el trasero, los pechos o entre las piernas. Y eso, ya sea que se trate de un hombre “con la apariencia de venir de África del Norte o del mundo árabe” o de un alemán disfrazado de oso que quizá tomó un par de tragos de más. Acosar a mujeres es un tabú, y no solo al momento de conducir a una violación.

¿La Plaza Tahrir de Colonia?

Cuando se dio a conocer que en la Plaza Tahrir, en el marco de las protestas de 2011 contra el presidente egipcio Mubarak, había mujeres que eran rodeadas por grupos de hombres, abusadas sexualmente y violadas, la protesta le dio la vuelta al mundo. Varios atacantes fueron condenados a cadena perpetua por violación. Pero hasta hoy, muchas mujeres egipcias evaden las manifestaciones públicas.

¿Qué hacer en Colonia? Por una parte, no quiero tener que decidir en mi propia ciudad entre abordar un tranvía que va lleno o evadir un posible riesgo. Y por otra: si Alemania quiere seguir presentándose –como debe hacerlo- ante el mundo como un país defensor de los derechos de las mujeres, tiene que mostrar “cero tolerancia”. Los atacantes deben ser localizados y llevados a la corte. Debemos tomar al pie de la letra el Artículo 1 de la Ley Fundamental: “La dignidad de las personas es intocable”. En Alemania, no debería tener que aclararse que tal derecho es aplicable a las mujeres tanto como a los hombres.