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Opinión: Asilo temporal, la única solución

Volker Wagener1 de febrero de 2016

Merkel espera que tras la guerra los refugiados sirios retornen a su país, siguiendo el ejemplo de los bosnios en los años 90. A juicio de Volker Wagener, ese es un mensaje correcto dirigido, sobre todo, a los alemanes.

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Imagen: picture-alliance/dpa/A. Weigel

Con su política de “pequeños pasos”, Angela Merkel trata de defender su dogma de fronteras abiertas. Asimismo, ha declarado tabú limitar el número de refugiados en Alemania. La incondicionalidad protestante, su inquebrantable insistencia en el principio de las fronteras abiertas la convierte en una política solitaria en Europa. Nadie en la Unión Europea sigue su ejemplo, nadie le ayuda. Y ahora incluso su fiel socio de coalición, el partido socialcristiano de Baviera CSU, amenaza con un golpe de Estado.

Un mensaje oculto

No obstante, el hecho de que la canciller alemana recuerde a los refugiados sirios recién llegados que pronto deberán emprender el viaje de regreso a su país no tiene nada que ver con un cambio de rumbo. Al contrario: Merkel hace mucho por ralentizar la velocidad del flujo de solicitantes de asilo, organizar de forma más equitativa su distribución en Europa y deportar tanto a los refugiados económicos como a aquellos que han cometido delitos. Tan solo a través de medidas de este tipo, la Canciller puede seguir defendiendo ante los alemanes la política de fronteras abiertas.

El recuerdo de que en los años 90 del siglo pasado cerca de un 70 por ciento de los refugiados de la antigua Yugoslavia regresaron de Alemania a sus países de procedencia es un mensaje inequívoco dirigido a los ciudadanos preocupados. Pero sobre todo a la CSU.

Volker Wagener, redactor de DW.
Volker Wagener, redactor de DW.

Merkel necesita tiempo, y solo lo obtendrá si ofrece una perspectiva a sus críticos. Ella se esfuerza en reducir el número de refugiados. Es un hecho consumado que aquellos a los que no se pueda aplicar la Convención de Ginebra sobre Refugiados ni el derecho de asilo de Alemania deberán abandonar el país. Esto solo debería ser implementado de forma consecuente. Ahora, los refugiados con derecho a permanecer en el país ya no serán recibidos como nuevos ciudadanos, sino como huéspedes temporales. El rumbo está claro: Merkel debe reducir la grandeza de su corazón. De lo contrario, existe el peligro de un infarto político-social.

La última oportunidad

Mucho está en juego en las próximas semanas. Ante la crisis de los refugiados, las elecciones en tres estados federados adquieren una importancia como si se tratara de las elecciones al Parlamento alemán. La CDU se erosiona. Su ala bávara, la CSU, se ha convertido en el mayor enemigo de Merkel y el socio de coalición socialdemócrata SPD se vuelve cada vez más agresivo a nivel verbal.

Mientras tanto, la UE está a punto de implotar. Y todo tiene una razón: la política de refugiados de Merkel. Sin aliados, la Canciller no podrá superar el reto histórico de la migración masiva. Las dos cumbres de la UE -del 18 al 19 de febrero y el 17 de marzo- probablemente serán la última oportunidad para mantener abiertas las fronteras europeas. De lo contrario, el espacio de Schengen será historia.

A fin de salvar su línea política de una Europa de fronteras abiertas sobre todo en tiempos de crisis, así como de un derecho de asilo ilimitado, la canciller debe ralentizar la gran afluencia de refugiados. Tan solo así se podrá cubrir la espalda ante su partido, la coalición y los ciudadanos preocupados.

La “cultura de bienvenida” continúa

Las duras críticas de Los Verdes a la observación de Merkel de que el asilo en Alemania no es infinito están fuera de lugar. No se trata de acabar con la “cultura de bienvenida”, sino de una reacción necesaria ante realidades que se han vuelto atemorizantes. Si bien al principio la prioridad era salvar a los refugiados, hoy está en juego la paz social en Alemania. Y ni hablar de la solidaridad en la UE. La política de refugiados de la mandataria germana conlleva exigencias. El gran reto consiste en aguantarlas sin poner en juego la estabilidad de Alemania y Europa, algo que Merkel ya no podrá asumir por mucho tiempo. Sin embargo, aún es posible.