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Autos eléctricos, juguetes para ricos

Rolf Wenkel27 de abril de 2016

Una prima para autos eléctricos originará en el mejor de los casos un debate, porque no es un arma milagrosa contra el cambio climático, pero sí es muy preocupante como regulación política, opina Rolf Wenkel.

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Deutschland Aufladekabel für Elektrofahrzeuge auf der Messe Leipzig
Imagen: picture-alliance/dpa/H. Schmidt

Lo reconozco: nunca me he sentado en un auto eléctrico. La gente que lo tiene está entusiasmada por la gran rapidez de aceleración de su vehículo y, al mismo tiempo, es silencioso. Dicen que es una sensación increíble.

Pero esto cuesta también su dinero. Un golf eléctrico, por ejemplo, 35.000 euros, uno convencional, entre 17.000 y 27.000, y se puede conducir 700 kilómetros con un tanque de combustible, mientras que con el eléctrico se necesita una red de alimentación tras 190 kilómetros.

En resumen: Incluso si el Estado y la industria automotriz me subvencionan con 4.000 euros, no podría permitirme el eléctrico. La relación precio/calidad simplemente no es aceptable. Ningún fabricante alemán ha podido hasta ahora ofrecer modelos técnicamente bien desarrollados que, en relación al precio y al alcance, sean una verdadera alternativa a los coches convencionales. Desde luego, los coches eléctricos no se convertirán rápidamente en un “must have”, un utensilio imprescindible, como los celulares inteligentes, independientemente de una prima de 4.000.

El problema de la innovación

Y menos aún con los modelos alemanes. No me puedo quitar la idea de la cabeza de que la industria automotriz alemana se dedica sin mucho entusiasmo a la investigación y al desarrollo de la tecnología de movilidad eléctrica. El experto en automoción Stefan Bratzel habla incluso de problemas con la innovación. El 70% de las actividades de investigación se realiza con mecanismos convencionales, sobre todo, en la optimización de consumo de diésel y gasolina. Debería avergonzarse quien piense mal.

Rolf Wenkel, de la redacción de economía.
Rolf Wenkel, de la redacción de economía.

Para los fabricantes de automóviles es también lógico: la demanda de autos eléctricos es baja, por eso no se realizan beneficios de escala ni reducción de costes medios, los márgenes son reducidos y el precio en comparación con los monovolúmenes demasiado alto. Los autos electrónicos son un juguete para gente adinerada, pero no nos haremos ricos con ellos. Entonces, ¿por qué invertir en investigación e innovación?

Pecados de orden político

Pues hasta incluso el Gobierno alemán se ha puesto a sí mismo bajo presión y anunció con la boca llena que se propone llenar las calles alemanas con un millón de autos eléctricos hasta 2020. Y ya que esta meta evidentemente no se logrará, se cometerán dos pecados de orden económico. Las subvenciones son siempre en una economía de mercado social un pecado venial, más aún en un sector en el que se manejan y obtienen miles de millones de euros. Y que nadie venga ahora a decirme que solo porque el sector debe aportar la mitad para favorecer la venta de dichos autos, no se trata de un tipo legal de subvención.

Además, para fomentar la venta se empleará dinero del contribuyente, es decir que, quien paga impuestos, financia el juguete para ricos. La Asociación Federal de Contribuyentes lo llama el Plan Económico de Lujo. Las asociaciones medioambientales creen que los medios de transportes individuales son un modelo condenado a desaparecer, por lo que el dinero del contribuyente debería invertirse ya en el fomento de sistemas de transportes públicos.

No es un arma milagrosa

Y ya que estamos hablando de medio ambiente, los autos eléctricos no serán de por sí favorables para el medio ambiente, mientras que en Alemania se siga usando carbón para generar electricidad. La producción de un auto eléctrico deja también una huella medioambiental parecida a la de la producción de vehículos convencionales. Los autos eléctricos no son por lo tanto un arma milagrosa contra el cambio climático.

De todas maneras, la política medioambiental del Gobierno alemán seguirá siendo inverosímil mientras no haya límite de velocidad en las autopistas del país. No solo se ahorrarían toneladas de polvo en partículas y gas de efecto invernadero, sino que también se reduciría la cantidad de muertes por accidentes de tráfico. Y lo mejor es que esto sería casi gratis, no le costaría dinero al contribuyente. Sin embargo, requiere mucho valor enfrentarse al lobby de la industria automotriz. Pero, ¿qué político tiene el valor de hacerlo?

Para leer el texto en el idioma original, alemán, por favor pinche aquí.