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Opinión: la pandemia es una ventana para el cambio ambiental

Neil King
5 de junio de 2020

Usemos la crisis de la pandemia de la COVID-19 como una oportunidad para transformar nuestro mundo y probar nuevos caminos en bien de la naturaleza, opina Neil King.

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Aire libre de toxinas en días de cuarentena en Dorfgastein, Austria.
Aire libre de toxinas en días de cuarentena en Dorfgastein, Austria. Imagen: picture-alliance/dpa/Zoonar

La crisis provocada por la pandemia nos ha mostrado que estamos dispuestos a hacer cambios rápida y radicalmente, si le sirve al bien público. La mayoría de nosotros mostró gran solidaridad en los primeros meses de la pandemia y aceptó importantes restricciones para evitar que el virus se propagara. Esto debería darnos la esperanza de que también podemos superar la amenaza mucho mayor de la crisis climática si actuamos como una comunidad mundial de solidaridad.

La pandemia también ha cambiado nuestro entorno. El aire y el agua en muchas regiones costeras son más limpios, y las emisiones globales de CO2 están mostrando una reducción histórica. Pero este efecto sólo será de corta duración. Incluso existe el riesgo de que alcancemos nuevos niveles récord después de la crisis. Ese efecto de "rebote" también se observó después de la crisis financiera de 2008/2009.

No hay salvación de la economía, sin algo a cambio

La crisis del coronavirus no resolverá la crisis climática por nosotros - ni nadie puede querer que lo haga, dado el sufrimiento humano que el virus ha traído consigo. Nosotros mismos somos capaces de reducir las emisiones de CO2. Tendremos que transformar radicalmente nuestra economía y forma de vida en los próximos años, si queremos alcanzar nuestros objetivos de limitar el calentamiento global a un máximo de dos grados centígrados.

Muchos expertos, como la investigadora de transformaciones Maja Göpel, dicen ahora que hay que alejarse de la doctrina del crecimiento. No debemos seguir definiendo nuestra economía únicamente en términos de producto interno bruto. En cambio, factores como el bienestar humano y nuestro impacto en el medio ambiente deberían ser objeto de mayor consideración en el contexto de una reforma fiscal integral. En la práctica, esto significaría que en el futuro no se gravarían los beneficios de una empresa, sino el consumo de recursos.

Neil King, de DW.
Neil King, de DW. Imagen: Neil King

El exbanquero y economista ambiental Pavan Sukhdev va aún más lejos. Exige que en el futuro las empresas también muestren su huella ecológica en sus informes anuales. Cree que así muchas empresas actuarán más respetuosas con el medio ambiente por iniciativa propia para evitar dar una mala imagen. Todo esto tiene sentido, y la crisis del coronavirus nos ha dado una palanca para implementar finalmente tales demandas. Sin reformas no debería haber dinero para salvar la economía. Punto. Desafortunadamente, en este momento está sucediendo todo lo contrario.

Como cuando hubo la crisis financiera, la UE ha lanzado un enorme paquete de rescate. Ya se han prometido hasta 750.000 millones de euros. La política climática juega un papel marginal en el mejor de los casos - la realpolitik económica está a la orden del día, la estabilización del viejo sistema es la meta. Así pues, estamos perdiendo una oportunidad única de lograr un cambio estructural sostenible en un corto período de tiempo. Por supuesto, es un riesgo aventurar experimentos estructurales en la economía en medio de una recesión. Pero el riesgo de volver al antiguo status quo es mucho mayor, porque estamos poniendo en peligro nuestra existencia en este planeta.

¿En pista o en bici estática?

Si no logramos implementar reformas económicas, ¿qué quedará después de la pandemia para el medio ambiente y para nosotros?

Nos hemos visto obligados a frenar nuestra vida cotidiana y profesional en muchos casos. Las soluciones de oficina digital para el hogar se han implementado de manera increíblemente rápida y eficiente. La gente de repente pasa más tiempo con sus familias, en lugar de desplazarse a la oficina y ayudar a crear atascos del tráfico. Algunos incluso han sembrado vegetales en el jardín o en el balcón, por primera vez.

Gracias al encierro, los que no somos padres trabajadores hemos experimentado, quizás por primera vez, cómo podría ser un modelo de vida más sostenible y desacelerado. Un modelo en el que la solidaridad y el bienestar humano cuentan más que la maximización del beneficio y el prestigio social. Tal vez esta experiencia nos permita redefinir lo que hace que nuestras vidas valgan la pena y descartar lo que ha demostrado ser un lastre superfluo.

Pero, ¿cuán duradera es esta percepción, cuán grande es la tentación de volver a los viejos patrones de comportamiento una vez que la crisis de la pandemia haya terminado? ¿Volveremos a pedalear en el mismo lugar? ¿Volveremos a ser "títeres de la dictadura del consumo", como dice el economista post-crecimiento Niko Paech? En realidad, soy optimista, pero me temo que mucha gente no reflexione y está demasiado dispuesta a volver a las viejas estructuras. El hombre es un animal de costumbre. Pero también es capaz de aprender. Aún tenemos tiempo para convencer a los escépticos, antes de que la ventana de tiempo de la pandemia se cierre de nuevo. Aprovechémoslo al máximo.

(jov/vt)

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