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El fenómeno Trump

28 de febrero de 2016

Insulta a las mujeres, se burla de sus rivales con malicia y ha convertido la campaña electoral de EE. UU. en un combate de golpes bajos. A pesar de todo, Donald Trump lidera casi todas las encuestas. Por Miodrag Soric.

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Donald Trump Fans Nevada USA Wahlkampf
Imagen: picture-alliance/AP Photo/J.C. Hong

Donald Trump tiene cualidades propias de un boxeador acostumbrado a recibir golpes. En el último debate, el senador republicano Marco Rubio atacó una y otra vez al multimillonario neoyorkino. Ataques malintencionados, horribles, personales y lesivos, como los que acostumbra a lanzar Trump. El público se regodeaba en sus asientos. Por primera vez en meses, voces dentro del partido republicano anunciaron el debilitamiento de Donald Trump. Al día siguiente, sin embargo, las aguas volvieron a su cuace: Rubio no va a deshacerse de él tan fácilmente. Y es que Trump se parece a un chicle de esos que se pegan a la suela del zapato, imposible de quitar.

Un día después del debate, Trump contraatacó y presentó a su nuevo apoyo, el gobernador Chris Christie. Irónico lo de Christie, quien hace tan solo unos meses retiró su propia candidatura a la presidencia de Estados Unidos. Igual de irónico es el hecho de que Christie sea el presidente de los gobernadores republicanos. Un Christie que ya había atacado a Rubio previamente, y ahora lo vuelve a hacer. Resumiendo: con este movimiento, Trump vuelve a las portadas de la prensa estadounidense. No se deja avasallar, no da su brazo a torcer. Es el tipo de historias que adoran los norteamericanos. El establishment (élite) del partido republicano no sale de su perplejidad. Crece la frustración. Y es que Donald Trump parece imparable. Esperan con miedo la llegada del “Supermartes”. Las encuestas vaticinan una victoria de Trump.

La receta del éxito

Donald Trump desata las emociones de los votantes cuando lanza su ira sobre Washington. Utiliza el lenguaje profano de un gamberro de Brooklyn. Promete “sacudir” la Casa Blanca y acabar con el nepotismo y el despilfarro. El objetivo no es ganar de forma limpia. En las últimas décadas, Trump donó mucho dinero a los políticos, incluida Hillary Clinton, a quién, por tanto, también “compró”. Pero esta actitud mostrada por el empresario es la que, a la vista de muchos estadounidenses, le hace más creíble que sus competidores: no pretende ser comprado. Todo el mundo sabe que, en Estados Unidos, los políticos necesitan mucho dinero para ser candidatos. Un multimillonario como él, que financia su propia campaña, no puede ser comprado, argumenta siempre Trump. Eso, naturalmente, es un disparate. Porque, ¿quién dice que una vez sea presidente no seguirá comprando a políticos?

El fenómeno Trump es la consecuencia de su lenguaje claro y comprensible. Ama lo superlativo. Las soluciones políticas que presenta a sus seguidores son sorprendentes. Ha propuesto, entre otras cosas, construir un muro para detener a los inmigrantes ilegales en la frontera con México. Las reacciones del Papa y algunos políticos mexicanos relevantes refuerzan aún más la campaña de Trump. El magnate alimenta las paranoias de Estados Unidos. Mete miedo sobre las amenazas del país.

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Miodrag Soric, DW Washington.

Falta de claridad en su programa

Totalmente confusa es su intención de expulsar del país a doce millones de inmigrantes de América Latina, incluidas mujeres y niños. ¿Cómo pretende hacer eso? ¿Quiere mandar a millones de personas en aviones y autobuses rumbo a Colombia o Argentina? Cuando le preguntan sobre el tema, en vez de contestar, insulta. Los detalles no interesan a Trump. Tampoco ha dado detalles sobre cómo pretende reducir la deuda estadounidense. Ni sobre cómo abolirá la reforma sanitaria de Obama.

Trump adora lo ruidoso y estridente. Rompe tabúes para aparecer en las noticias. Llama a las cosas por su nombre y dice otras que muchos políticos en Washington sólo se atreven a susurrar en privado. Habla de cosas como las intervenciones militares realizadas por EE. UU. en los últimos 25 años, que han costado miles de millones de dólares a los contribuyentes y por las que nadie ha rendido cuentas.

Trump no va a desaparecer tan fácilmente. Es un peligro, no sólo para Estados Unidos. Es un proteccionista, como también lo fueron Franklin D. Roosevelt o Abraham Lincoln en su momento. Pero cuando estos dos presidentes gobernaban eran otros tiempos. Trump habla abiertamente de aranceles para países asiáticos o latinoamericanos. Trump es, parafraseando a Goethe, el espíritu que llama al partido republicano. Y no lo abandonará.