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Opinión: El peligroso juego de Duterte

22 de octubre de 2016

Sorpresivamente, el presidente filipino puso de cabeza la arquitectura de seguridad del Sudeste asiático. Un duro golpe para Estados Unidos, y un movimiento muy arriesgado para Filipinas, dice Thomas Latschan.

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Imagen: Reuters/T. Peter

Lo que ha hecho efectivamente el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, es atreverse a romper con la protección de EE.UU. Y  lo hizo con una afrenta diplomática sin precedentes: viajó a China y anunció en medio de un foro económico que la alianza de su país con Washington, una alianza que tiene décadas de antigüedad, es historia. Mientras los estadounidenses estuvieron en Filipinas velaron por su propio beneficio todos estos años, por lo que para Duterte es el momento de decirle finalmente adiós a los "amis” y al "hijo de puta de Obama”. Un desalojo impecable que Duterte empacó para sus nuevos amigos en Pekín, a quienes se lo entregó como un regalo servido en bandeja de plata.

La alianza servía también a Filipinas

Tenían un interés recíproco, ya que a pesar de la siempre incipiente confrontación, Filipinas y Japón fueron durante los últimos 30 años los aliados más importantes de Estados Unidos en la región. Naturalmente esta alianza también les interesaba a los estadounidenses, pero no sólo a ellos, pues bajo la tutela de EE. UU. Filipinas pudo construir un Ejército capaz de defender a su país. Con esa ayuda, las fuerzas armadas de Filipinas pudieron concentrarse en la lucha contra la insurgencia y los grupos rebeldes. Si la limitada Marina filipina hubiera estado sola en todo esto, difícilmente habría sido capaz de enfrentar las numerosas amenazas que se ciernen sobre el país.

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Thomas Latschan, redactor de DW.

Ahora esto pone en riesgo la colosal estrategia transpacífico de Estados Unidos, y encauza las ambiciones expansionistas de China. Washington se encuentra con esta evolución en el peor momento posible: el presidente estadounidense, Barack Obama está en las últimas semanas en su cargo, y en cuanto a política exterior es ya un "pato cojo”. Y luego de la elección presidencial, Estados Unidos necesitará tiempo para hacer frente a China y al Sudeste asiático y tener una nueva posición.   

Pekín, en cambio, puede cantar victoria, pese a que hace pocos meses China y Filipinas se encontraban en medio de una controversia (sobre la soberanía de las islas del mar del sur de China, donde el gigante asiático perdió el diferendo en la corte de La Haya). China tiene lo que siempre quiso: conversaciones bilaterales para adoptar acuerdos multilaterales. Eso es lo que le asegura Duterte a su homólogo chino, Xi Jinping, a cambio de millones de dólares de ayuda económica, acuerdos comerciales y proyectos de infraestructura.  

¿Una verdadera independencia?

Duterte vende su política exterior "independiente" como un gran éxito. Pero los riesgos para su país son grandes. Él suma puntos -y dinero- en política interior y economía, aunque se trata de un triunfo en el corto plazo. En la misma Filipinas muchos analistas advierten que el país podría no ser del todo independiente, sino que en realidad pasa de una dependencia a otra. Duterte no se preocupa por tales asuntos y apuesta todo a una sola carta. Pero calcula mal si cree que su gran vecino China percibe a Filipinas como un socio, como un igual. Mientras Duterte se precipita hacia la puerta abierta que le ofrece Pekín, le da un portazo a la puerta trasera de Estados Unidos.   

Autor: Thomas Latschan