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Falta a la Alemania cristiana

Felix Steiner 26 de marzo de 2016

Este sábado, una de las fechas más importantes del calendario eclesiástico católico, la selección nacional de fútbol juega contra la de Inglaterra. Para Felix Steiner, en el Occidente cristiano ya no queda nada sagrado.

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Fußball Länderspiel Deutschland - Australien
Imagen: picture-alliance/dpa/A. Dedert

Los alemanes tienen miedo de que su país se “islamice” no sólo desde el inicio de la crisis de refugiados a finales del pasado verano. O, como dicen los investigadores de opinión de forma más elegante y precisa: los alemanes temen que aumente el influjo del Islam. A principios de septiembre, la canciller, Angela Merkel, dio la respuesta adecuada a tales temores. Durante una visita a la Universidad de Berna, donde fue investida como doctora honoris causa, contestó una pregunta que le fue formulada asegurando que no se puede acusar a los musulmanes por vivir su fe y practicar su religión. Y recomendó a los atribulados cristianos que volvieran a su propia fe y a sus tradiciones.

Un partido en Sábado Santo

Poco eco ha encontrado ese llamado de Merkel en la Alemania actual, y eso es algo que este fin de semana se hace más evidente que nunca: el sábado por la tarde, cuando los católicos acuden a la iglesia para celebrar el día más importante del calendario eclesiástico y pensar en la resurrección de Cristo, se jugará en el estadio olímpico de Berlín el partido internacional Alemania-Inglaterra.

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Felix Steiner, redactor de Deutsche Welle.

Lo cierto es que en ningún país musulmán sería posible que coincidieran ambas citas, pues el deporte está claramente por detrás de la religión. También es cierto que el presidente de la Federación Alemana de Fútbol no es musulmán. No se trata, por tanto, de ninguna manera, de una provocación del Islam pujante. Al parecer, en el fuertemente comercializado fútbol europeo, no había otra fecha posible para un partido deportivamente irrelevante. Así pues, los sentimientos religiosos tropiezan con el gran negocio de los patrocinadores y los derechos de emisión por televisión.

Además, ¿quién acude hoy día a los servicios religiosos? Alrededor del cinco por ciento de los protestantes y menos del 10 por ciento de los católicos, esa es la triste realidad. No puede deberse a motivos económicos, pues en Alemania “los bolsillos están llenos y las iglesias cada vez más vacías”, se quejaba la pasada semana el secretario del Papa, el arzobispo Gänswein, en entrevista con Deutsche Welle.

Defender a los creyentes o los intereses de la Iglesia está totalmente pasado de moda en Alemania, incluso entre los más altos círculos eclesiásticos. Eso explica que nadie haya reaccionado ante el partido que se juega en Sábado Santo, ni los obispos ni la organización laica “Comité Central de los Católicos Alemanes”, siempre dispuesta a emitir comunicados de prensa.

Descristianización por propia voluntad

El diagnóstico es claro: Alemania se aleja por sí misma y por su propia voluntad cada vez más de sus raíces cristinas. La tradición religiosa sólo puede esperar aceptación ilimitada cuando tiene detrás intereses comerciales: los regalos de San Nicolás en Navidad y los de la liebre de Pascua típicos de estas fechas. Cuando el calendario eclesiástico exige restricción de consumo, como en época de Cuaresma o el Día de Difuntos, en noviembre, a los creyentes se los declara grupo marginal, una minoría que no debe dictar las normas de comportamiento de la mayoría, secularizada desde hace tiempo.

Llegados a este punto, podemos aventurar un pronóstico atrevido: en algún momento de los próximos 25 años, los comercios en Alemania abrirán en Viernes Santo. Pero no será debido a la mayor influencia del actual cinco por ciento de población musulmana, sino por la falta de respeto de una creciente parte de la población arreligiosa hacia la cultura religiosa y las tradiciones sociales en Europa. Algún comerciante minorista irá a juicio para pedir tener derecho a vender pantalones y celulares, argumentando que los parques de atracciones están abiertos en Viernes Santo, un día tradicionalmente “tranquilo”. Y el juez le dará la razón, primero porque se trata de dinero y segundo porque otra cosa iría en perjuicio del vendedor de pantalones. Y nadie se molestará por ello. Porque en el Occidente cristiano ya nada es sagrado para nadie.