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Opinión: La Unión Europea pierde su esencia

Barbara Wesel9 de junio de 2016

Barbara Wesel opina que Bruselas debe mostrarle tarjeta roja al presidente Erdogan después de que este haya levantado la inmunidad a diputados kurdos. Para Wesel, Turquía es un país vecino, pero no es socio ni amigo.

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Symbolbild EU Türkei Beitritt
Imagen: picture-alliance/dpa/C. Petit Tesson

Qué sesión mas triste ofreció el Europarlamento. Para empezar, porque apenas un puñado de diputados habló frente a una sala semivacía en Estrasbugo. La ocasión era grave y los representantes europeos debieran haber ofrecido una poderosa señal de solidaridad a sus colegas kurdos en Turquía. Los representantes del partido prokurdo HDP podrían ir próximamente a la cárcel después de haber perdido su inmunidad. Pero los diputados de la UE, libres y bien protegidos, no estaban dispuestos a sacrificar una hora antes de la cena para mostrar apoyo con su presencia.

Mantener el perfil bajo a un tema espinoso

Naturalmente, detrás de esto se esconde el hecho de que, como representante de Bruselas, solo habló el comisario de ampliación de la Unión Europea, un puesto de poco peso político. Sus palabras sobre el comportamiento de Erdogan tienen menos importancia que lo que digan sus colegas más influyentes. “Estamos muy preocupados”, fue su mensaje, y ese contenido también podría aplicarse al mal tiempo que hace en Turquía. Por lo demás, el comisario abogó por dar clases de democracia a Erdogan en el marco de las negociaciones para la ampliación de la Unión Europea.

Barbara Wesel Kommentarbild App *PROVISORISCH*
Barbara Wesel

Pero ¿es que estamos en un jardín de infantes? Erdogan sabe qué es la democracia, ya que la puso en práctica durante un par de años. Hasta que decidió que la vida como dictador es más fácil y, de alguna manera, mejor. Desde entonces hace todo lo posible por derrotar a la democracia. El sultán del Bósforo probablemente se ríe de las desangeladas advertencias de Europa.

De hecho, el propio Parlamento Europeo ha participado en este juego: ni rastro del presidente, Martin Schulz. Y los representantes de los partidos, con excepción de la izquierda, se hicieron elegantemente a un lado. Tampoco la hora elegida para la votación fue casualidad. Si de esta forma el Parlamento Europeo quiere expresar solidaridad hacia sus colegas turcos oprimidos, se trata de una solidaridad bastante pobre.

No nos podemos presionar

Detrás de esta inoperancia de la UE se encuentra todavía la idea de que el acuerdo con Turquía sobre los refugiados debe mantenerse a toda costa. La Unión Europea trata a Tuquía como un vecino con el que debe conversar y llevar a cabo gestos de Realpolitik. En realidad, lo que trata de hacer es apaciguar a alguien que está a punto de hacerse con el control total de un país.

Europa debe darse cuenta de que, cada semana que pasa sin mostrar la tarjeta roja a Erdogan, pierde su esencia y pierde credibilidad. El acuerdo sobre los refugiados fue un error desde el comienzo y ahora es el momento de tirarlo a la basura. ¿Qué más debe hacer Erdogan para que los europeos comprendan que no es un demócrata, que no merece confianza, que sumirá a su país en la desgracia y que no se puede llegar a acuerdos con él, y menos aún cuando se trata de vidas humanas?

¡Concluyan las conversaciones!

Los discursos a media voz no son suficientes contra la megalomanía de Erdogan ni contra sus violaciones de la ley. Ciertamente, Turquía es un país vecino, pero no es un amigo ni un socio. Esto es complicado en términos políticos, pero no va a cambiar. La liberación de la visa para los ciudadanos turcos debe ser rechazada por el Parlamento Europeo. Pero no basta con eso. Los jefes de estado de la Unión Europea deben ofrecer de forma conjunta una señal clara y abandonar las conversaciones sobre una posible entrada de Turquía en la UE. Resultan engañosas y llegó el momento de ponerles fin.

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