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Opinión: Occidente no debería dejar que se vuelva a una Guerra Fría

Info Mannteufel (JAG/ELM)17 de noviembre de 2014

La cumbre del G20 en Brisbane no aportó soluciones al conflicto en Ucrania. Occidente necesita prudencia y una nueva estrategia, opina Ingo Mannteufel.

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Symbolbild G20-Gipfel in Brisbane Putin verlässt Gipfel vorzeitig
Imagen: Alain Jocard/AFP/Getty Images

Aunque debería haber tratado de cuestiones financieras y económicas, la cumbre del G20 de Brisbane tuvo que abordar la crisis de Ucrania. Incluso la canciller Angela Merkel debatió con el presidente ruso Vladimir Putin sobre esta crisis europea, en la que muchos ven el comienzo de una nueva Guerra Fría. Sin duda, las posiciones de Rusia y Occidente sobre el futuro político de Ucrania están cada vez más enfrentadas. Sobre todo con la anexión de Crimea y la política rusa de desestabilización en el este de Ucrania. Pero aun así, Occidente no debería permitir que la histeria y los halcones rusos le conduzcan a una nueva Guerra Fría.

Deutsche Welle Russische Redaktion Ingo Mannteufel
Ingo Mannteufel, de la redacción rusa de DW.Imagen: DW

Ahora es necesario mantener la serenidad y la prudencia en cuanto a las oportunidades reales y los peligros, así como una nueva estrategia. También es muy importante y correcto lo que hace Angela Merkel: Mantener los canales de comunicación abiertos con el Kremlin -y especialmente con Putin personalmente- aunque, por ahora, no alcancen ningún resultado.

Prudencia en los peligros y las posibilidades

La política rusa defraudó y provocó desconfianza. Pero para la diplomacia occidental, uno de los objetivos más importantes tiene que ser mantener el diálogo con Putin. Es necesario un mínimo de confianza para llegar a acuerdos sostenibles, como lo demuestra tanto el frágil acuerdo de Minsk como las continuas batallas en Donetsk. Sin embargo, el verdadero peligro para la paz mundial está en que Rusia enseñe sus músculos y provoque una escalada incontrolada con bombarderos en el Atlántico norte o barcos de guerra ante Australia.

Además, tanto Occidente como el Gobierno de Ucrania deberían aceptar la verdad incómoda de que, sin la participación de Rusia, será difícil mejorar la situación política y social en Ucrania. El Kremlin no solo tiene la palanca principal del suministro de gas, las tasas de los gaseoductos, el mercado para productos industriales ucranianos y las transacciones en rublos de los trabajadores ucranianos en Rusia, sino que también estaría dispuesto a usarla para sacar el máximo partido.

Objetivo ruso, respuestas ucranianas y de Occidente

Por eso, es necesario un concepto aprobado por dirigentes de Kiev y gobiernos occidentales, que pueda considerarse como una oferta para los objetivos políticos del Kremlin. No se debería reconocer una zona de influencia neoimperialista. Tampoco se debería intervenir desde fuera en el desarrollo de un estado de derecho y una economía de mercado para Ucrania según el modelo europeo. El compromiso podría ser la neutralidad de Ucrania en política de seguridad, descartando por ahora la solicitud de entrada en la OTAN, que su asociación con la Unión Europea no fuese perjudicial para Rusia y que, a través de una descentralización, se concediesen más derechos a las regiones. El presidente Petro Porochenko ya prometió esto último y, posponiendo el acuerdo asociación con la UE al 01.01.2016, Bruselas aprobó prácticamente que la severidad económica ante Rusia.

Ahora, todavía queda mucho camino hasta llegar a un compromiso aceptable y no será fácil convencer al Kremlin de que abandone su política agresiva. Pero los gobiernos occidentales deberían combinar los continuos anuncios de nuevas sanciones con la consecución de ese compromiso político. Paso a paso, las sanciones podrían aumentar o quizás se vuelvan a levantar.

¿Solo para apaciguar?

Comprensiblemente, en todas partes hay indignación y desconfianza. En Occidente, la exigencia de un compromiso se ve como una política inocente de apaciguamiento y ese peligro es real. Pero a los ucranianos no se les ayuda ni con lecciones morales ni con provocar un conflicto militar como demostraron las perdidas de las tropas gubernamentales en agosto.

Está claro que no habrá inmediatamente una vuelta a una relación entre Occidente y Rusia como antes de la crisis. Antes de hablar de socio estratégico, tienen que cambiar muchas cosas. Es necesario un enorme plan Marshall para Ucrania. EE.UU. y la UE se lo deben a las víctimas. Pero sin un compromiso con Rusia, todos los esfuerzos serán vanos. Putin lo sabe perfectamente y por eso se mostró tan intransigente en la cumbre del G20 en Brisbane.