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Opinión: todos podríamos hacernos cómplices

Naomi Conrad (VC/EL)7 de abril de 2015

El ataque contra el futuro albergue de refugiados en Tröglitz no es un caso aislado. Según Naomi Conrad, tampoco fue del todo inesperado, puesto que el extremismo de derecha está extendido en Alemania.

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Imagen: picture-alliance/dpa/Hendrik Schmidt

La semana pasada en Tröglitz: en una reunión ciudadana, un hombre alto, de 40 años, toma la palabra. Dice temer que su ciudad en el este de Alemania algún día pase a los libros de historia junto con otras ciudades como Solingen, Mölln o Hoyerswerda, símbolos de delitos de motivación ultraderechista contra extranjeros.

Menos de una semana después, sus temores se hicieron realidad: el techo de la casa amarilla en Tröglitz, que en mayo acogería a 40 refugiados, quedó destruido el sábado (4.04.2015) en un incendio provocado. Los agentes a cargo de la investigación parten de una motivación política.

Muchos posibles culpables

No sabemos quien está detrás del incendio. Quizá nunca lo sabremos. No obstante, es probable que el autor o los autores del delito provengan de las filas de quienes en las últimas semanas protestaron contra el albergue de asilados.

Podría haber sido uno de los neonazis que en la reunión ciudadana insultó a los políticos presentes. O una de las personas que asintieron con la cabeza, cuando un miembro de la ultraderecha dio rienda suelta a su xenofobia y racismo, o una de las que chiflaron en desaprobación, cuando otros abogaron por acoger a los refugiados.

Quizá los responsables del incendio se deban buscar entre los miembros y defensores del partido extremista NPD. Estas personas que ni siquiera son originarias de Tröglitz habían organizado las manifestaciones semanales contra el albergue. Muchos de los miembros del NPD son activistas experimentados, que viajan de una reunión a otra, atizando el racismo y la xenofobia.

Naomi Conrad, de DW.
Naomi Conrad, de DW.Imagen: DW/S. Eichberg

No es un caso aislado

Debemos admitir una cosa: el incendio no fue algo del todo inesperado. Por lo menos no nos deberíamos sorprender, porque los atentados contra refugiados y sus alojamientos ya no son casos aislados en Alemania. Al contrario: según el noticiero Tagesspiegel, en 2014, se registraron 150 ataques contra solicitantes de asilo y sus albergues. En 2012, en cambio, solo fueron 24.

Asimismo, en los últimos meses se acumularon las marchas de corte derechista, organizadas en su mayoría por PEGIDA, un movimiento que se opone a la supuesta “islamización de Occidente”.

El extremismo de derecha está extendido

El extremismo de derecha está muy extendido. Se trata de un fenómeno horrible, alarmante y peligroso ante el que todas las sociedades de Occidente tienen que definir una postura. En Tröglitz, demasiada gente guardó silencio, dice Markus Nierth. El exalcalde de la localidad dimitió tras recibir amenazas por parte de la neonazis y porque las autoridades locales no impidieron que la ultraderecha organizara una manifestación frente a su casa. Se dio por vencido, porque se sentía abandonado en su lucha.

Nierth tiene razón: no debemos dejar solos a los que luchan contra el extremismo de derecha. No debemos aceptar que partes del este de Alemania se conviertan en zonas prohibidas para extranjeros. Y tampoco debemos tolerar que órganos estatales cierren los ojos ante la ultraderecha.

Pero sobre todo cabe destacar que el derecho de asilo no está a debate. Es nuestro deber recibir, integrar y tratar con respeto a los solicitantes de asilo. Eso también significa garantizar procesos justos y equitativos, independientemente de si vienen de Siria, Etiopía o Kosovo.

Cuando se desvanezca la indignación por el incendio en Tröglitz, no debemos olvidarnos de aquellos que seguirán luchando contra el racismo y la xenofobia. De lo contrario, todos podríamos hacernos cómplices.