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Opinión: Trump ahora ama a la OTAN

13 de abril de 2017

El presidente estadounidense, Donald Trump, sigue zigzagueando en materia de política exterior. Y confunde a todos. ¿Puede celebrar la OTAN? No hay que alegrarse antes de tiempo, advierte Bernd Riegert.

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U.S. Präsident Trump und NATO-Generalsekretär bei der Pressekonferenz am Weißen Haus
Imagen: Reuters/J. Ernst

Fue una sorpresa incluso para el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. El visitante no esperaba en Washington palabras tan claras del presidente estadounidense. Donald Trump se retractó de su declaración de que la alianza occidental estaba obsoleta y la declaró imprescindible para la seguridad conjunta. Su repentino vuelco, que los socios europeos de la OTAN solo pueden aplaudir, no fue bochornoso para Trump, que ahora ve a Rusia como una amenaza. Y para hacer frente a Rusia sirve la OTAN.  Para luchar contra el terrorismo, también. El asunto de las cuentas impagas ya se arreglará de algún modo. Punto. Así de simple es la política al estilo Trump.

En el cuartel central de la OTAN, en Bruselas, causa alivio el que Trump se haya sumado a la línea de su ministro de Defensa, James Mattis. En su primera visita a Bruselas, poco después de haber asumido el cargo, el exgeneral ya había definido a la OTAN como irrenunciable para los intereses estadounidenses en Europa, Afganistán o Irak. Lo mismo hizo el secretario de Estado, Rex Tillerson, dos semanas atrás, en Bruselas.

¿Triunfó después de todo la sensatez por encima del sobredimensionado ego del presidente? El encuentro con la realidad y la constatación de que Estados Unidos no puede hacerlo todo solo, parecen surtir efecto. En la conferencia de prensa con Jens Stoltenberg, Trump dijo de pasada que actuar en solitario no significaba actuar solo, sino en cooperación con muchas otras naciones. Estas palabras del voluble presidente aludían a su anuncio de que si su nuevo amigo chino, Xi Jinping, no ayudaba a por poner orden en Corea del Norte, "lo haremos solos”.

Hoy así, mañana asá

También en lo tocante a Corea del Norte, Mattis y Tillerson intentan hacer que su jefe ponga los pies en la tierra. Ambos indicaron en días pasados que el portaaviones estadounidense que Trump dijo haber mandado con una escolta de submarinos hacia la península coreana, estaba más bien casualmente en la región.

Bernd Riegert
Bernd Riegert

El presidente Trump ha dado un vuelco de 180 grados con respecto a su campaña electoral no solo en cuanto a la OTAN, sino también en lo que se refiere a Rusia y China. Ya no encuentra tan estupendo al presidente Putin, debido a su apoyo al régimen sirio. Con el hombre fuerte de China, Xi Jinping, en cambio, dice haber establecido un "verdadero vínculo”, en solo dos días compartidos en un resort.

A los chinos –que según había dicho Trump "violaban” a Estados Unidos– les ofreció de pronto favorables acuerdos comerciales, si se apartaban de Corea del Norte. Nada quedó de su anuncio inicial de acusar a China de manipulación monetaria y marginarla del comercio internacional.  Además, Estados Unidos sorpresivamente vuelve a asumir el papel de sheriff internacional que, según Tillerson, quiere proteger a los inocentes en todo el mundo. Eso no cuadra en absoluto con el slogan de Trump, "America first”.

Lo que importa es Trump

El resultado de la triple voltereta de Trump no es por el momento nada malo. Pero el asunto es: ¿cuánto tiempo mantendrá su opinión el aprendiz de la Casa Blanca? ¿No tendrá acaso la próxima semana una nueva idea que los ministros de Defensa y de Exteriores no puedan controlar tan fácilmente?

No solo en la OTAN, en Bruselas, se plantean la pregunta: ¿Cómo reaccionará Trump o su equipo a las próximas provocaciones de Corea del Norte? Si un acercamiento a Rusia le resultara útil, Trump podría despedirse rápidamente de su amor por la OTAN o incluso suspender la ayuda a Ucrania. Tillerson ya había insinuado algo así en el encuentro del G7 en Lucca. Allí preguntó abiertamente a sus homólogos por qué habría de defender Estados Unidos a Ucrania.

Estabilidad, fiabilidad y fidelidad a los principios son conceptos que, por el momento, no describen la política estadounidense. Eso tampoco le preocupa al presidente Trump. Lo que le importa es su propio papel, su magnificencia. Eso se puede deducir de la siguiente cita de su conferencia de prensa: "El mundo es un gran lío… Cuando hayamos terminado, será mucho mejor”. Trump, el mesías. ¿Alguna otra pregunta?

Autor: Bernd Riegert (ERS/DZC)