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Patria, amor y odio

Evan Romero-Castillo11 de julio de 2010

Como el chovinismo nacionalista, también su antítesis –el desencanto de cara al terruño– florece en todos los continentes. Solemnidad aparte, ¿qué siente usted cuando piensa en su tierra natal o en su segunda patria?

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Imagen: Getty Images

Muchos latinoamericanos tienden a creer que, cuando de orear las decepciones dejadas por la propia patria se trata, nadie lo hace con más dureza que ellos; su cultura popular y su literatura ofrecen ejemplos de sobra, argumentan convencidos. Pero ese desencanto de cara al terruño, a su supuesta incorregibilidad o inmisericordia, está lejos de ser una seña exclusiva de los pueblos de América Latina o de sus plumas: como el chovinismo nacionalista, también el autorreproche, la autocompasión o la glorificación de lo extranjero frente a lo autóctono, son expresiones que florecen en todos los continentes. Que lo diga Boris Izaguirre, el célebre escritor venezolano nacionalizado español.

Tras abandonar su Caracas natal, Izaguirre juró regresar a Venezuela, pero sólo después de estar muerto, “bien muerto”. En otra ocasión, cuando el diario madrileño El Mundo le preguntó en tono jocoso qué era España –la Madre Patria– para él, “¿más madre o más patria?”, el autor contestó con un dejo de ironía: “¡España es una puta, pero es la única que tenemos!”. ¿Efectismo retórico? ¿Irreverencia superficial? Ambas cosas, quizás, o ninguna de las dos. Después de todo, la escritora alemana de origen rumano Herta Müller recibió el Premio Nobel de Literatura en 2009 no solamente por su original prosa, sino también por sus agudas reflexiones en torno a la patria, a sus inclemencias y a las relaciones disfuncionales que los ciudadanos sostienen con ella.

Izaguirre, célebre pluma venezolana con pasaporte español.
Izaguirre, célebre pluma venezolana con pasaporte español.Imagen: AP

Ensañados con la patria

A la hora de ensañarse con la patria y despotricar sobre el propio linaje, también los alemanes pueden ser implacables. “Hace un tiempo coincidí con un grupo de periodistas alemanes en Londres para entrevistar a la cantante pop luso-canadiense Nelly Furtado. En un momento dado, el encanto de esa ciudad y la belleza sureuropea de la artista deben haber inspirado a mis colegas a confesar en coro su vergüenza por lo insulsa que es Alemania en comparación”, comenta Philipp Kohlhöfer, citando una anécdota incluida en su primer libro, Temporada de parrilla (Grillsaison).

Müller, Premio Nobel por sus reflexiones en torno a la patria y sus inclemencias.
Müller, Premio Nobel por sus reflexiones en torno a la patria y sus inclemencias.Imagen: Carl Hanser Verlag

“En ese instante yo no dije nada, pero esa tendencia de mis compatriotas a la autoinmolación me impresionó mucho”, agrega Kohlhöfer, describiendo su debut literario como una serie de observaciones satíricas sobre aquello que presuntamente define a los alemanes a los ojos del mundo –orden, rigidez y un pésimo sentido del humor, por ejemplo– y a sus propios ojos. “El subtítulo del libro es Mi viaje a través de la patria, y la palabra ‘patria’ genera imágenes muy concretas en ciertos círculos; eso hizo que algunos libreros lo hayan rechazado de plano sin haberlo leído”.

Los antialemanes alemanes

Uno de los locales que se rehusó a vender el texto de Kohlhöfer, temiendo que se trataba de un panfleto patriotero y fascista, es una librería dedicada a la literatura antialemana, un género cuyo nombre evidencia lo cáustica que pueden llegar a ser en Alemania las posturas de cara a las nociones de Estado e identidad nacional. La literatura antialemana es expresión de un pensamiento político que describe como “típicamente alemana” la relación Estado-sociedad que propició el Holocausto a mediados del siglo XX; de ahí que, tras la caída del Muro de Berlín, haya hecho suyas las consignas “¡Alemania, nunca más!” y “¡solidaridad incondicional con Israel!”.

Kohlhöfer: una mirada satírica a lo que significa ser alemán.
Kohlhöfer: una mirada satírica a lo que significa ser alemán.Imagen: Thorsten Suedfels

La reunificación de la RDA y la RFA no sólo fue motivo de júbilo para el pueblo germano a ambos lados de la “cortina de hierro”; el suceso también catalizó la división de la izquierda radical antifacista, de cuyo seno surgió la fracción antialemana, un grupo cuyas preocupaciones –la posibilidad de un nuevo militarismo à la Hitler o de un “Cuarto Reich”, así como el auge de un terrorismo antisemita– y simpatías circunstanciales con sectores conservadores –con los democristianos germanos y los acólitos de George W. Bush en lo que a las guerras de Afganistán e Irak se refiere– siguen generando desconcierto, dentro y fuera de Alemania.

Autocompasión y autorreproche

Nadie puede decir que los vínculos con la tierra natal o el país de acogida se dejen explicar fácilmente y está claro que la tierra donde se nace o adonde se emigra no siempre inspira un amor incuestionable en el corazón de quienes han echado raíces en ella.

Doyle, escritor dublinense: “los irlandeses son los negros de Europa”.
Doyle, escritor dublinense: “los irlandeses son los negros de Europa”.Imagen: Carl Hanser Verlag

A principios de los noventa, cuando Irlanda era percibido como el país más pobre entre los ricos, uno de los personajes creados por el escritor dublinense Roddy Doyle para su primera novela, The Commitments, aludió a sus compatriotas diciendo que “los irlandeses son los negros de Europa”, procurando persuadir a los miembros de su banda de música soul –hombres y mujeres de tez blanca, muy blanca– de que llevaban en las venas el dolor de los excluidos, requisito indispensable para tocar el soul como un auténtico afro-americano.

Mark Renton, el protagonista de la novela Trainspotting –ópera prima del edimburgués Irvine Welsh–, se mostró menos compasivo con sus paisanos cuando su amigo Tommy le preguntó: “¿No estás orgulloso de ser escocés?”. Sin pensarlo dos veces, Renton respondió a secas: “Ser escocés me importa un bledo, ¡somos la escoria de la humanidad!”, echando en cara a la nación del kilt y la gaita el haberse rendido ante los conquistadores ingleses –“¡ni siquiera pudimos dejarnos colonizar por una cultura decente!”– y no haber producido nada de relevancia internacional… aparte del actor Sean Connery.

Welsh, autor edimburgués: “¡Ni siquiera nos dejamos colonizar por una cultura decente!”
Welsh, autor edimburgués: “¡Ni siquiera nos dejamos colonizar por una cultura decente!”Imagen: picture alliance/dpa

Autor: Evan Romero-Castillo

Editora: Claudia Herrera Pahl