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Pionyang y lanzamiento de misil: midiendo fuerzas

13 de febrero de 2017

Con el reciente lanzamiento de un misil, Pionyang quiere poner a prueba al Gobierno estadounidense y reforzar su postura negociadora. Sería importante que Trump se pusiera de acuerdo con China, opina Alexander Freund.

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Nordkorea Raketentest Pukguksong-2
Imagen: Reuters/KCNA

Los rituales se repiten desde hace años. Corea del Norte provoca con sus pruebas militares y el pueblo adoctrinado se regocija. Los vecinos, Corea del Sur y Japón protestan duramente, llaman junto con el poderoso Estados Unidos al Consejo de Seguridad, la Comunidad Internacional condena las pruebas, China se suma a las protestas a regañadientes y se imponen nuevas sanciones.

¿Nuevas sanciones? ¿Cómo se pueden agravar aún más las sanciones a las de por sí drásticas y en un país totalmente aislado? Naturalmente no surtirán efecto. Esto lo sabe también Corea del Norte, pero así son los rituales. Y de alguna manera hay que sancionar a Pionyang.

Trump en este caso no arriesga

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Partiendo de esta lógica, Pionyang usó un misil de medio alcance como prueba, para comprobar cómo reacciona el nuevo presidente estadounidense ante esta provocación. Y es que por muy imprevisible que sea Donald Trump, este no arriesgará una escalada del conflicto. Puede tomar la prueba del misil como motivo para garantizar ayuda a Japón y Corea del Sur y, al mismo tiempo, exigirles más responsabilidad propia a la hora de autodefenderse.

En concreto, se ubicará en Corea del Sur el escudo antimisiles estadounidense THAAD tan duramente criticado por China. También ha sido tolerado por el gobierno conservador de Abe, debilitando así la pacífica Constitución japonesa. Y el premier japonés, que de casualidad estuvo invitado en Washington, mostró junto a Trump una buena relación recíproca ante la prensa. ¿Qué se puede hacer? ¡Teniendo en cuenta la amenaza de Corea del Norte, por lo visto solo ayuda el rearme!

Desde la perspectiva de Trump, hay otro culpable además de Corea del Norte: precisamente su potencia protectora, China, cuya presencia en la región es cada vez más agresiva. Y esto sucede por un motivo. Pekín teme el colapso de su hermano comunista. Probablemente no solo millones de refugiados se hallan en la frontera, sino que la presencia militar estadounidense se está acercando demasiado a China.

Corea del Norte y la competencia entre China y EE.UU.

Corea del Norte aprovecha ahora la oportunidad, porque conoce bien la competencia estratégica entre Washington y Pekín, que Trump alimenta con determinadas provocaciones, como la insinuada guerra comercial. La táctica de Corea del Norte, tras esta nueva prueba, es tan clara como prometedora: Pionyang solo será aceptada como socio negociador en una situación de fuerza. Quien no tenga armas nucleares de destrucción masiva, como Gadafi en Libia o Sadam Hussein en Irak, será abatido. Pero quien tenga un programa nuclear y se presente como una potencia a tomar en cuenta, como es el caso de Irán, será un interlocutor con el que se negociará probablemente un trato atractivo para todos.

De todas maneras, Estados Unidos hasta ahora no ha entrado a participar en ese negocio burdo. Por ahora, Estados Unidos no quiere negociar directamente con Pionyang, sino negociaciones multipartidistas. Y debería seguir siendo así: es mejor seguir con los rituales que intervenir individualmente, porque esto solo perjudicaría a un campo diplomáticamente minado como ese. Incluso Trump reconocerá que muchos temas solo se pueden solucionar con China. Solo es posible una solución exitosa con respecto a Pionyang si Washington y Pekín colaboran con confianza. Y hasta entonces, Pionyang aspira a ganar reconocimiento con sus provocadoras pruebas de misiles.