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Progreso, pero no una revolución

Dahmann/mb19 de junio de 2006

El Consejo de Derechos Humanos se reunió por primera vez hoy en Ginebra. Grandes son las expectativas, pero bastante desencantada es la visión que surge de los escasos logros de su gremio antecesor.

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El emblema del Consejo de Derechos Humanos ondea en GinebraImagen: AP

El nuevo Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas se ha reunido por primera vez en Ginebra. Una carga de esperanza llevan sobre los hombros los 47 miembros de este gremio que reemplaza a la anterior Comisión de Derechos Humanos. Muchas son las expectativas y bastante el optimismo que acompaña la primera sesión, como lo demuestra el discurso inaugural del Secretario General de Naciones Unidas, Koffi Annan.

"Una nueva era en el trabajo por los derechos humanos ha comenzado", declaró rimbombantemente Annan. Y, sin duda, el Consejo va un paso delante de su antecesora, la Comisión de Derechos Humanos: hay menos Estados sentados a la mesa de conferencia y los períodos de sesión serán más largos. Si bien ambos aspectos predicen mayor eficiencia en el trabajo, no cabe esperar demasiado del recién estrenado gremio. Los progresos que se dan al interior de Naciones Unidas no se miden con botas de siete leguas. Y, además, lo mejor es no volar demasiado alto, para que el aterrizaje no sea tan rudo.

La lógica de Naciones Unidas

El tema de los derechos humanos es ejemplar de la labor de Naciones Unidas. Después de la Segunda Guerra Mundial, la Carta de los Derechos Humanos fue uno de los primeros documentos en ser redactados y aprobados. Según la óptica de entonces -y también según la de ahora- se trataba de un documento revolucionario. Poco después fue creada la Comisión de Derechos Humanos, que debía velar por el cumplimiento de la Carta. Sin embargo, el balance 60 años después tendía al cero. Y no es de asombrarse: si los Estados que violan los derechos humanos estaban sentados a la mesa de la Comisión como miembros con derecho a voto, estaba claro que intentarían bloquear cualquier medida en su contra.

UN Menschenrechtsrat in Genf Wangari Maathai
Wangari Maathai, premio Nobel de la Paz en 2004, con el Secretario General de Naciones Unidas, Kofi AnnanImagen: AP

Precisamente era eso lo que la creación del Consejo se había propuesto impedir. Y sin embargo venció la vieja lógica de Naciones Unidas: Rusia y China obtuvieron su sitio en el Consejo de Derechos Humanos, a pesar de su largo historial en violación de los mismos. Sus correligionarios más pequeños los vieron como poderosos representantes de sus intereses y les otorgaron su voto. Pakistán, Arabia Saudita y Cuba también recibieron la votación necesaria.

"Observación", por definir

Cabe aclarar que, según lo estipulado, todos los miembros del Consejo se encuentran también bajo observación y que en caso de que se constaten violaciones a los derechos humanos pueden ser echados del gremio. En qué consiste exactamente esa "observación" está aún por definir: ¿se tomará como base los informes gubernamentales o se encargarán de ellos observadores independientes? Para finalizar, en una asamblea general deberá haber una mayoría de 2/3 para ejecutar la exclusión gremio. Es decir, las elogiadas correcciones que agilitarán la labor a favor de los derechos humanos a nivel internacional acabarán pequeños pasos, nada más.

Estados Unidos tomó todo esto como pretexto para atacar al recién nacido Consejo y no esforzarse por pertenecer a él. Sus favorecedores, en cambio, ven en los milímetros avanzados grandes oportunidades. A optimismo funcionalista suena eso: se trata de forzar el éxito del gremio tanto que los otros Estados no tengan alternativa y se unan a él. Una estrategia que, lamentablemente, en los últimos años no ha dado los resultados esperados.