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Proteccionismo a la UE: empresas deben tragar sin ser tragadas

José Ospina Valencia3 de marzo de 2006

La fiebre de las fusiones continúa subiendo en Europa, ahora con alta participación de los gobiernos. Y, al parecer, todos los medios son válidos para impedir la competencia de otros.

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Centrales del consorcio E.on en Düsseldorf y Ruhrgas en Essen.Imagen: AP


La economía de la Unión Europea puede sufrir grandes daños. Mientras en Paris se anuncia solemnemente que "Francia tendrá uno de los consorcios más grandes del mundo", en Roma se elabora una ley que impide las ofertas públicas de adquisición (OPA) como la lanzada por Gaz de France y Suez para impedir que la italiana Enel lo hiciera antes. Todas estas acciones criticadas por el comisario europeo para el Comercio Intracomunitario de la UE, Charlie McCreevy.

De mercado libre no se quiere oír por estos tiempos en Europa. Cuando se supo que la empresa metalúrgica india Mittal iba a comprar parte del competidor europeo Arcelor fue el muy apaciguado primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, el que se apresuró a expresar que las intenciones de adquisición de la empresa asiática incitaba a "reaccionar de una forma no menos bélica".

La jungla de las fusiones

Y en España la reacción al anuncio del consorcio energético alemán E.on de comprar Endesa no fue menos áspera. De inmediato se amplió el campo de acción de la Comisión de Energía que fue conminada a impedir la fusión, de otra forma se emitiría una ley que redujera el número de votos alemanes en Endesa hasta la insignificancia.

Las reacciones son de pánico. Muchos economistas observan una nueva ola de fusiones globales "cuyo fin es impredecible", explica el economista alemán Jörg Huffschmidt de Bielefeld. Bajo el lema de "Tragar y ser tragado" algunos consorcios europeos buscan extenderse más allá de las fronteras. Los ejemplos más actuales son la fusión del italiano Unicredito con el alemán HypoVereinsbank y la de las comunicaciones O2, de Inglaterra, con Telefónica de España.

Mientras los gerentes modernos aceptan los riesgos del siglo XXI, los gobiernos centrales ha optado por ideas de los años 70. El gobierno francés interfiere cada vez que inversionistas extranjeros miran hacia sus empresas nacionales. Cuando Siemens quiso comprar el consorcio industrial Alstorm, el en ese entonces ministro de economía Nicolas Sarkozy impuso la compra estatal del 18,5% de la firma francesa.

Por el mercado libre, cuando se trata del propio

Pero Italia y España tampoco se quedan atrás. Con la ayuda de una "acción dorada" el Estado se asegura el derecho a veto en caso de una adquisición. "Alemania tampoco es la excepción", asegura Axel Werwatz, de la dirección del Instituto de Investigaciones Económicas, DIW. El gobierno alemán nunca aceptaría, por ejemplo, la compra del simbólico Deutsche Bank por parte de extranjeros.

Las autoridades de la Unión Europea creadas para proteger el libre mercado son, prácticamente, tigres de papel. Las recomendaciones de la Comisaria europea para la Libre Competencia son ignoradas por todos. "De hecho, Bruselas no puede obligar a ningún Estado de Derecho", dice el historiador de economía Abelshauser. Al fin y al cabo ninguna empresa hace bien en comprar otra contra la voluntad del Gobierno nacional.

Polonia ya aprendió la lección

El mal ejemplo que están dando los grandes lo están practicando ya muy bien los nuevos. Polonia se rehúsa, en contra de todas las advertencias de Bruselas, a aceptar que la italiana Unicredito asuma BPH, la filial polaca del alemán HypoVereinsbank. En detrimento de los consumidores polacos, según el comisario europeo para el Comercio intracomunitario de la UE, Charlie McCreevy.