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Protestas en Cuba: el gobierno debería escuchar a su pueblo

José Ospina-Valencia
12 de julio de 2021

Según el presidente Miguel Díaz-Canel las protestas de estos días buscan "fracturar la unidad del pueblo". ¿Qué tan unidos se sienten los cubanos al régimen? DW habló con el politólogo alemán Bert Hoffmann.

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Un fotógrafo es atacado por la policía
El fotógrafo español Ramón Espinosa, atacado por la policía durante las protestas en Cuba, aquí en La Habana el 11 de julio de 2021Imagen: Adalberto Roque/AFP

DW: ¿Vive Cuba por estos días la "perfecta tormenta política”, tras 62 años de dictadura?

Bert Hoffmann: Cuba sufre una muy dura crisis. Todo escasea: alimentos, energía, etc. La caída del turismo, su principal fuente de ingresos, provocada por la pandemia es un duro golpe. A esto se suma el veto a las remesas impuesto por Donald Trump y la crisis de la economía socialista, ya grave antes de la pandemia. A lo anterior se suma el disparo de los contagios con coronavirus y la variante delta. No me gusta llamar eso “una perfecta tormenta”.

¿Cuál es la diferencia entre las protestas de estos días a las sucedidas en 1994, conocidas como el "maleconazo"?

Lo nuevo es que la sociedad se comunica más entre sí. Gracias a la telefonía móvil se graban y comparten videos de lo que pasa por todo el país. El miedo de salir a protestar también es menor.

¿Han perdido también los cubanos las esperanzas en una mejora de la situación? ¿Tiene que ver con que Fidel Castro ya no está?

Obviamente también importa. Pero más pesa que la “generación histórica” no ha dado espacio a que su relevo tenga personalidades con perfil propio. El aparato estatal se ha asegurado estabilidad manteniendo cerradas las filas, como lo vemos en los fluidos traspasos de mando de Fidel a Raúl y de Raúl a Díaz-Canel. Pero como se seleccionaron cuadros leales sin carisma, base social o programa propio, estos cuentan con poco respaldo de la población. De esa forma, las estructuras impiden las reformas que Cuba necesita urgentemente.

¿Hay algún funcionario en Cuba que quiera – y pueda – ejecutar esas reformas?

Se puede suponer que el mismo Díaz-Canel quisiera hacer reformas, tanto como que el mismo Raúl Castro hubiera querido realizar más de los cambios que puso en la agenda. Pero no lo logró. Para muchos en el aparato ‘cada apertura es un peligro’. Es difícil convencerles de que no hacer reformas también tiene riesgos, conlleva el peligro de distanciarse de la gente. El resultado de ello lo vemos por estos días de protestas en las calles. Los unos quisieran introducir reformas pero temen perder el control, perder la unidad de la élite. Esto ha llevado a Cuba al estancamiento.

El régimen busca mantener "la unidad de su élite” a toda costa. ¿Les importa algo el pueblo cubano?

No se trata de cínicos. En su lógica, el gobierno cree que conservar el poder garantiza la conservación de los logros de la revolución, como la independencia de Cuba frente a Estados Unidos o la educación gratuita. Piensan en parámetros de amigo y enemigo, blanco y negro. Eso puede ser equivocado, más no cínico.

¿Cree acaso el régimen cubano que hace y decide lo correcto?

Hay que suponer que sí. Cuba no está gobernada por una cleptocracia. Los gobernantes no están allí para acumular cuentas personales en bancos suizos, no amontonan ni oro ni diamantes. Más bien, los funcionarios están allí por una mezcla de oportunismo y convicción de cumplir una tarea histórica.

Si Cuba no es una cleptocracia, ¿cuál papel juegan los militares que tienen en sus manos buena parte del sector turístico?

Los militares siempre han tenido una posición central en Cuba, desde los tiempos de Fidel Castro. No hay que olvidar que la revolución no surge de un laboratorio del Partido Comunista sino de un ejército rebelde guerrillero. Hoy en día, los militares controlan buena parte de la economía, pero más bien es un poder económico institucional que un enriquecimiento individual. Puede haber casos de corrupción, pero no son la regla.

Miguel Díaz-Canel habla a los medios en San Antonio de los Baños
Miguel Díaz-Canel habla a los medios en San Antonio de los Baños, este 11 de julioImagen: Alexandre Meneghini/Reuters

Díaz-Canel ha llamado a sus partidarios a salir a la calle "en defensa de la revolución”. ¿Representan las protestas callejeras una amenaza para el régimen?

 “La calle es de los revolucionarios”, ha sido siempre un lema de combate que ha sido impuesto por la fuerza, también bajo Fidel. Hay cierta tolerancia en las redes sociales, pero no en cuanto al espacio público físico. Para tomárselo, se moviliza a los partidarios y los empleados estatales.

Si la calle le pertenece solo a los funcionarios y seguidores del régimen. ¿En dónde queda la libertad de prensa y de expresión de quienes disienten?

Cuba no es una democracia liberal. La libertad de expresión solo se da en el marco de los fines de la sociedad socialista. Hay espacios para la crítica dentro del orden socialista. Pero para opositores al régimen no prevé tal libertad de organización, reunión o expresión, sino que son vistos como subversión del orden. Esto no es nuevo, siempre ha sido así desde la Revolución del 1959.

¿Qué hay de malo en que artistas, como los del Movimiento San Isidro, le den la vuelta a la consigna revolucionaria de "Patria o muerte” y prefieran gritar "Patria y vida”?

Los gobernantes lo toman como un ataque frontal contra el sistema porque el movimiento no propone reformas sino el cambio del sistema. La vieja consigna de “Patria o muerte” se asocia a toda esa retórica de heroísmo, de sacrifico, de resistir al imperialismo, etcétera. Para muchos, eso se ha quedado sin esencia. A los niños se les enseña que deben ser como el Che, pero esos rituales se han desgastado y no son lo que impulsan a la juventud cubana de hoy.

La falta de una perspectiva de futuro, como en las recientes masivas protestas en Colombia, pareciera ser también en Cuba más fuerte que el miedo al contagio con el coronavirus…

Lo vemos en muchas partes. A pesar de que la gente teme contagiarse e infectar a sus seres queridos, llegan momentos donde dicen ¡basta! y salen a marchar. Las protestas son la expresión de un amplio descontento entre la población. No obstante, los que salen a las calles son relativamente pocos. La mayoría se mantiene pasiva.

También en Cuba los manifestantes resultan siendo criminalizados. ¿En dónde quedan las razones de la protesta?

Los problemas que generan descontento son mucho más grandes que las expresiones de protesta que vemos. El Gobierno no debiera solo ocuparse de evitar la protesta sino de dar respuestas a sus causas. Muchos en la isla consideran que urgen reformas mayores. Como lo vimos también en Chile o Colombia, los gobiernos temen que toda concesión en medio de protestas en su contra, sea interpretada como debilidad. Durante las protestas del “maleconazo” en 1994, el mismo Fidel dijo no dejarse presionar por la calle. Pero pocos meses más tarde empezó a abrir mercados agropecuarios que mejoraron la situación alimentaria.

Bert Hoffmann, director para Berlín del Instituto alemán de Estudios Regionales GIGA.
Bert Hoffmann, director de la oficina de Berlín del Instituto alemán de Estudios Regionales GIGA, con sede en HamburgoImagen: GIGA/Susanne Dupont

¿Cómo perciben los cubanos que no salen a protestar la crisis de escasez de alimentos y la falta de reformas?

Si bien algunos con acceso a dólares viven más cómodamente que otros, la mayoría vive una situación de precariedad. Una frase que se escucha mucho es que “no se aguanta más”. Conseguir alimentos es una tarea que ocupa a los cubanos todo el día. Cuando para el desayuno falta el pan, se desayuna agua y azúcar. Hacen cola para recibir las raciones estatales, pero a menudo no les alcanza.

¿Qué tanto depende hoy Cuba de Rusia y Venezuela?

Rusia es hoy para Cuba un socio comercial, pero sin que haya una gran dependencia. Venezuela, en cambio, sigue siendo una importante base del suministro de energía para Cuba, gracias a los envíos de petróleo. Aunque aporta menos que antes, sin el petróleo de Venezuela, los problemas de Cuba serían mucho mayores.

Algunos exiliados cubanos -especialmente en Estados Unidos- vuelven a pedir la intervención de Washington. ¿De qué sirven más sanciones o llamados a la razón a La Habana, como el del asesor de seguridad de EE.UU., Jake Sullivan, que advierte contra el uso de la fuerza contra los manifestantes?

Las sanciones no son la causa de todos los problemas, pero sí pesan enormemente sobre la economía cubana. Más recientemente, las prohibiciones de Donald Trump al envío de remesas desde Estados Unidos han golpeado a muchas familias en Cuba. Pero, políticamente, al gobierno el embargo estadounidense le ha servido para poder echarle la culpa de la crisis en Cuba a otros. Y la solución no es en que el gobierno de La Habana debiera escuchar lo que dicen en Washington, sino que tiene que establecer una comunicación más abierta con su propio pueblo.

(er)