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Pésaj: la fiesta judía de la liberación

9 de abril de 2009

Mientras unos esconden huevos y otros conmemoran el sacrificio de Cristo, los judíos festejan el Pésaj, la fiesta de la liberación. Este año, el calendario ha querido que celebración hebrea y la Semana Santa coincidan.

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El Pésaj, una de las fiestas principales de la tradición judía.Imagen: AP
Reprint Haggada Bosnien
Haggadah, relato del éxodo del pueblo judío.Imagen: DW / Pirolic

El Pésaj es una fiesta familiar: son las preguntas de los niños las que guían a lo largo del Haggadah, el relato de la odisea del pueblo judío en su huida de la opresión egipcia. El menor de los presentes pregunta durante el Séder, la cena con la que se inician los festejos, por el significado del Pésaj. “¿Por qué es esta noche diferente de todas las otras noches? Todas las noches se nos permite comer alimentos fermentados y no fermentados: ésta noche sólo podemos ingerir los no fermentados”, cuestiona.

Con el Pésaj, los judíos recuerdan el éxodo de sus antepasados descrito en la Tora. Tras haber sido sometidos y esclavizados por el faraón de Egipto, Dios guió a los israelitas hacia la libertad.

Dios sobrepasa puertas

La palabra Pésaj cuenta la historia de un encargo divino: Dios pidió a los israelitas que matasen un cordero, lo cocinasen y marcasen las entradas de sus casas con la sangre del animal. Así, narra la Tora, los hebreos estarían protegidos de la décima plaga con que el Eterno iba a castigar al faraón: el envío de un angel exterminador a dar muerte a los varones primogénitos egipcios.

Vida dura, hierbas amargas

Para el rabino Shlomo Bistritzky, de Hamburgo, la historia de la liberación del pueblo de Israel es un verdadero milagro. En su oficina del Centro de Formación Judío, hace hincapié en tres palabras que, en su opinión, todo creyente debería pronunciar al menos una vez durante el Pésaj: Pésaj, matzá y maror. El matzá, el pan sin levadura, es el único que se puede comer durante la festividad, y las marores, unas hierbas amargas que se toman en el Séder, recuerdan las duras condiciones de vida durante la esclavitud en Egipto.

Con sus preguntas sobre el por qué y el dónde, los niños judíos son introducidos en la tradición del Pésaj desde la más temprana infancia. La comida con la familia y las reglas que en ella reinan tienen como objetivo transmitir a los participantes un sentimiento muy concreto: el del éxodo, como si ellos mismos hubieran tenido que huir de Egipto.

Pan y libertad

Hasta el día de hoy no se come pan con levadura durante los días del Pésaj. Cada miga se come o se tira antes de que empiece la fiesta. Todo lo que contenga levadura, jametz, se encierra bajo siete llaves. O se vende. “Mi padre llegó a Israel desde Gran Bretaña. Él le solía vender jametz a un conocido, un abogado árabe, que inmediatamente después de la Pésaj volvía a nuestra casa y mi padre le compraba otra vez el jametz”, cuenta Bistritzky.

En Hamburgo, el rabino se encarga como lo hiciera su padre de la venta y la nueva adquisición del jametz. Los miembros de su congregación rellenan unos formularios y así se organiza el trajín de productos que contengan levadura y, aprovechando que están en el Centro Judío, muchos se hacen con un par de paquetes de matzá. Para estar preparado, Bistritzky ha importado desde Israel dos toneladas de este pan sin fermentar que, según él, sabe a libertad.

Autor: Matthias Lemme/Lúna Bolívar

Editora: Emilia Rojas