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¿Qué pasó con la “revolución de la dignidad” ucraniana?

Bernd Johann (JAG / ELM)21 de noviembre de 2014

Aunque los ucranianos vencieron en su lucha contra un régimen autocrático y optaron por el Estado de derecho, su experimento democrático podría fracasar gracias a los oligarcas de Moscú y a los del propio país.

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Imagen: B.Kilic/AFP/GettyImages

1989 fue el año del cambio en Europa. En Alemania cayó el Muro de Berlín y desde Tallín hasta Varsovia, pasando por Bucarest y Sofía, los ciudadanos se liberaron del dominio soviético. Hoy, un cuarto de siglo después, en Europa todavía hay algunos que luchan por la libertad y la democracia. Hace exactamente un año, en Ucrania, numerosos manifestantes se decidieron contra un régimen autoritario y corrupto en el llamado Euromaidan de Kiev. Su objetivo: un Estado democrático, un Estado de derecho.

A pesar del frío invernal y la violencia estatal, miles de ciudadanos se manifestaron durante meses en la plaza principal de la capital y en las de otras ciudades ucranianas. Al final, llegó el cambio: el Gobierno capituló, su timonel escapó a Rusia –que lo protegía– y desde allí sigue calificando la presión que se ejerció en su contra como un golpe de Estado. Desde entonces, el Kremlin teme perder influencia sobre Ucrania y dejar de inspirar el debido respeto en suelo ruso. En cambio, muchos ucranianos describen lo que ocurrió en su país como una “revolución de la dignidad”, porque no quisieron seguir siendo víctimas de un régimen autocrático.

Movimientos masivos contra un régimen violento

El detonante de las protestas fue la intransigencia del entonces presidente, Viktor Yanukovich: presionado por Rusia, el 21 de noviembre de 2014 bloqueó el acuerdo de asociación que Ucrania planeaba con la Unión Europea, aunque su propio Gobierno lo había negociado. “Vamos al Maidan. ¿Quién viene?“, publicaban los ciudadanos descontentos en las redes sociales.

Viktor Yanukovich, expresidente de Ucrania (izq.), y el hombre fuerte de Rusia, Vladimir Putin.
Viktor Yanukovich, expresidente de Ucrania (izq.), y el hombre fuerte de Rusia, Vladimir Putin.Imagen: AP

Rápidamente surgió un movimiento de masas que agrupaba a todos los grupos sociales. Cuanto más fuerte se hacía, más se excedía el Gobierno con la represión y la violencia. Incluso grupos nacionalistas y extremistas participaron en las protestas. Después, en las primeras elecciones, demócratas y reformistas cosecharon una amplia victoria y los ucranianos le dieron una lección al radicalismo, incluido el antiruso.

La “revolución de la dignidad” no está ganada

En Ucrania hicieron uso del derecho a decidir, pero la “revolución de la dignidad” no ha sido ganada todavía. Aunque las elecciones legitimaron democráticamente el cambio de poder, no se cumplieron las exigencias de la sociedad. La gran fuerza en Ucrania, el verdadero poder, continúa en manos de los oligarcas, empresarios millonarios que controlan el país desde hace años y siguen presentes en el nuevo Parlamento, al igual que algunos controvertidos políticos de la era Yanukovich que tratan de frenar el avance democrático.

A pesar de eso, todavía hay esperanza. Sobre todo entre los representantes del Euromaidan. Muchos consiguieron entrar al Parlamento como una ráfaga de aire fresco para la política y tendrán que ocuparse de emprender las reformas esperadas frente a los viejos poderes.

Entre otras metas están conseguir la independencia de la justicia, controlar democráticamente a las milicias y poner coto a la corrupción. También será necesario impedir el enriquecimiento de la casta política. Sólo entonces se cumplirán las exigencias centrales del Euromaidan y Ucrania podrá calificar como éxito su “revolución de la dignidad”.