Renace en Berlín un “Museo Nuevo” lleno de historia reciente y antigua
5 de marzo de 2009Una de las últimas heridas de guerra de la Isla de los Museos berlinesa acaba de cicatrizar. Las bombas habían hecho estragos en el Neues Museum y su futuro se convirtió en un preciado tema de debate en los círculos capitalinos: ¿había que reconstruir el edificio, levantar uno completamente nuevo o dejar las ruinas donde estaban para que sirviesen al recuerdo? Reedificar un inmueble Patrimonio de la Humanidad puede llegar a convertirse en todo un desafío para arquitectos y autoridades culturales.
La destrucción permanece a la vista
En 1997, el arquitecto británico David Chipperfield ganó el concurso para la reconstrucción del Neues Museum. Su propuesta: devolver a las fachadas exteriores la imagen que su creador primo, Friedrich August Stüler, les había dado en 1855 y a la vez asegurar la conservación del aspecto de posguerra del museo, complementándolo sólo allí donde fuera estrictamente necesario.
El esbozo fue largamente discutido, Chipperfield, los encargados de la protección del edificio y las autoridades que administran los museos públicos acusadas a un tiempo de maltrato del patrimonio cultural. Sin embargo, terminada la obra pueden contemplarse los logros del arquitecto. Chipperfield ha respetado las huellas que la guerra dejó a su paso y la mella que causaron los años de abandono. El resultado es un edificio convertido en el mejor testigo de su pasado, una joya arquitectónica que renace pero no oculta sus cenizas.
Y la dimensión de los daños era enorme: dos grandes patios interiores y las habitaciones colindantes a la escalera central sobrevivieron casi intactos, pero al mismo tiempo faltaban partes completas del edificio. El ala noroeste, con su patio egipcio, y la cúpula sudoeste fueron destruidas en su totalidad, la escalera derruida y en las plantas superiores y el ala sudoeste las bombas dejaron marcas considerables.
Conviven lo nuevo y lo viejo
Una de las paredes del patio egipcio, que con sus impresionantes dibujos de ciudades históricas fue diseñado siguiendo los principios de los templos del Egipto antiguo, faltaba por completo, la otra pasó 60 años a la intemperie. El “pendant”, el patio griego, adornado con frisos que narran la historia de la caída de Pompeya, se salvó casi en su totalidad, pero también en él paso del tiempo y el abandono se hacen patentes.
Allí donde el enlucido ha abandonado las paredes, reluce hoy el llano hormigón. Junto a las pinturas que se conservan del patio egipcio, han sido enmarcados los restos aún visibles de las que faltan. Aquí ha encontrado Chipperfield espacio para una nueva sala de exposiciones, sostenida por columnas, desde la que se divisa el sótano, que en el futuro servirá también para acoger muestras. Lo nuevo y lo viejo conviven a la perfección.
Historia del suelo al techo
La escalera central, el corazón del edificio, fue uno de los principales rompecabezas a los que tuvo que enfrentarse Chipperfield. Stüller había hecho de ella un culto a la Acrópolis de Atenas, en el que no se ahorraba en adornos y del que no queda rastro. También Chipperfield optó por convertir su escalera en escultura, aunque esta vez con nuevo corte: el británico aprovecha el recorrido original de la misma y coloca junto a las parcas paredes de ladrillos vistos una escalera monumental de claro hormigón pulido y mármol.
En las columnas pueden verse aún agujeros de bala. Los dibujos borrados de las paredes de las salas de exposiciones no han sido rehabilitados sino simplemente armonizados sus colores, allí donde las pinturas faltan reina el blanco. Las paredes que, con gran dosis de fantasía, Stüler diseñó para acoger los tesoros del arte egipcio y clásico, muestran hoy las grietas de los años y la destrucción y transmiten el áurea de lo que tiene historia.
Pero dentro de pocos meses, cuando el Museo Nuevo abra sus puertas, la historia no sólo estará en las paredes, sino por todas partes. El Busto de Nefertiti, entre otras obras, será trasladado aquí.