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Reunificación alemana: integración en cámara lenta

8 de octubre de 2009

Los alemanes orientales y occidentales celebraron juntos la caída del Muro de Berlín. Veinte años después, mucho se ha logrado, pero sigue habiendo diferencias entre el este y el oeste de Alemania.

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Vertiginosos fueron los acontecimientos a fines de 1989 en Alemania.Imagen: picture-alliance/ dpa

Ironías las de la Historia: el 7 de octubre de 1989 se festejó por todo lo alto el cuadragésimo aniversario de la República Democrática Alemana (RDA) y apenas un mes después cayó el Muro de Berlín. Y antes de que transcurriera un año completo, el 3 de octubre de 1990, los estados de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Brandenburgo, Sajonia, Sajonia-Anhalt y Turingia –disueltos en 1952 para dar paso a la división administrativa de la Alemania oriental en distritos– fueron reinstaurados e integrados a la República Federal de Alemania (RFA).

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Octubre de 1989: celebraciones por el 40 aniversario de la RDA.Imagen: picture-alliance / dpa

Esos sucesos tuvieron una enorme influencia en el ámbito de la política internacional y trajeron consigo consecuencias a las que, aún hoy, casi ninguna nación del mundo puede sentirse ajena. Pero, ¿y puertas adentro? A 20 años de la caída del Muro de Berlín y 19 de la reunificación, ¿se puede decir que el oeste y el este de Alemania conviven armoniosamente? ¿Cómo se ha desarrollado la relación entre los estados federados que ya pertenecían a la Alemania occidental en 1989 y los cinco estados que se le unieron después?

De la euforia a la normalidad

De la euforia con que los alemanes orientales y occidentales celebraron la reunificación de su país en 1990 lo que queda es la resaca o la normalidad de la vida en conjunto a paso lento. Así describe el teólogo Friedrich Schorlemmer, otrora miembro de la oposición en la desaparecida RDA, la relación entre la República Federal de Alemania y los estados que se le incorporaron tras la caída del Muro de Berlín.

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Noviembre de 1989: el muro se desmorona.Imagen: AP

Quienes coinciden en que los hechos que catalizaron la desaparición de la RDA parecieran haber tenido lugar a gran velocidad, probablemente estarán de acuerdo también en que la normalización de las relaciones entre este y oeste, ahora que Alemania es un solo Estado, transcurre en cámara lenta. El ex canciller Helmut Kohl no imaginaba que ese proceso de integración se desarrollaría tan pausadamente cuando, en 1990, le prometió a los alemanes del este: “Juntos haremos de éste un país floreciente”.

El éxodo interior como indicio

En los antiguos territorios de la RDA se renovó la infraestructura y se restauraron construcciones de gran valor simbólico: Pero el éxodo sostenido que allí tiene lugar ha creado problemas nuevos. En las cuatro décadas y media que transcurrieron entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la reunificación, 4,5 millones de personas emigraron hacia la parte occidental; la mayoría de ellos abandonó la Alemania oriental antes de la construcción del Muro de Berlín en 1961.

En 1990, 14,5 millones de personas vivían en el este de Alemania, sin incluir a los residentes de Berlín oriental. Hoy su población no supera los 13 millones de habitantes. Decenas de miles de personas abandonan la parte Occidental y se mudan el este de Alemania cada año, pero el flujo migratorio en dirección opuesta sigue siendo mucho más intenso: en 2008 los nuevos estados federados perdieron un contingente de 50.000 personas, la mayoría de ellas con una buena formación académica. Quienes se quedan atrás son los más viejos y aquellos que carecen de recursos para emprender el viaje hacia el oeste.

Veinte años no fueron suficientes

La causa de la emigración en el este de Alemania es la languidez de su economía; ella sólo alcanza el 71 por ciento de la fuerza exhibida por la economía en el oeste de Alemania, cuando se les compara tomando el producto interno bruto per capita como referencia. Además, los índices de desempleo en el este siguen duplicando los que se miden en el oeste. No es que los nuevos estados federados no generen buenas noticias en los campos de la economía y las ciencias; pero muchos se preguntan qué tan duraderos son sus proyectos más prometedores. Hace poco, el ámbito de la electrónica sobre el que Dresde ha puesto su foco –no por nada se le ha bautizado como el “Silicon Valley alemán”– se vio sacudido por las turbulencias financieras.

“Sigue habiendo una gran asimetría entre nosotros y muy poca comprensión mutua. Pero eso se irá resolviendo con el tiempo. Creo que en otros veinte años habremos superado esta situación”, dice Friedrich Schorlemmer con un tono mucho más reservado que el usado en 1989 por el ex canciller Willy Brandt para referirse al reencuentro de las dos Alemanias. “Hoy se junta lo que debe permanecer unido”, exclamó Brandt; pero la consumación de ese sueño ha demostrado estar más lejos en el tiempo de lo que se creía en la euforia de hace dos décadas.

Autor: Jochen Vock/Evan Romero

Editora: Emilia Rojas