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Revolución en la Bundesliga ¡Todos contra el Bayern Múnich!

14 de octubre de 2016

Múnich se ha quedado con los últimos cuatro títulos de la Bundesliga. Pero no faltan los críticos. Las propuestas para volver más atractiva la liga son radicales.

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FC Schalke 04 : FC Bayern München 0-2
Imagen: picture alliance/N. Schmidt

¿Es demasiado bueno el Bayern Múnich para Alemania? El equipo sureño sigue rompiendo records y, lo más importante… sigue ganando con mucha facilidad. Las casas de apuestas suelen darle a los muniqueses una cuota de al menos ocho a uno respecto a sus oponentes y los especialistas del ramo coinciden en que lo más probable es que este año se lleven la "ensaladera del campeón” por quinta ocasión consecutiva.    

 

Los éxitos internacionales de los albi-rojos catapultaron el interés por el balompié germano. Pero, paradójicamente, le restan atractivo a al torneo casero puesto que su avasalladora superioridad hace menos emocionante la lucha por el primer lugar de la tabla.

 

Para un gran problema… soluciones radicales

Wolfgang Holzhäuser, expresidente de la liga, opina que este fenómeno puede ser muy dañino para el posicionamiento de la marca Bundesliga, convirtiéndola en una competencia aburrida. Uno de los remedios más controvertidos que propone es la implementación de un nuevo sistema de competencia. 

 

Solución 1: matar o morir

Ligas como la argentina o la mexicana dieron el salto de método ya hace varios años, adoptando una fase de playoffs o liguilla al terminar la fase regular del torneo, de tal forma que el campeón no se corona después de obtener la mayoría de puntos a repartir, sino que posteriormente tiene que disputar cuatro rondas de ida y vuelta con eliminación directa, como en los cuartos de final de la Liga de Campeones. 

El goleador del Colonia, Anthony Modeste, se perfila a la portería del Bayern.
Pese a ser un equipo modesto, el Colonia hizo sufrir al Bayern.Imagen: picture-alliance/SvenSimon/F. Hoermann

En Europa, sin embargo, no existen precedentes comparables en el plano de los certámenes locales y su reformación alcanza la calidad de tabú, por lo que resulta muy difícil pensar que una modificación de este tipo pudiera llevarse a cabo.

 

Las fases a muerte súbita poseen una alta dosis de emoción y no es raro que en campeonatos como el argentino o el mexicano el super-líder quede eliminado por el octavo de la tabla: cualquiera puede salir victorioso… ¡cualquiera! Por tanto, una liguilla podría tener un efecto vigorizante: aplazaría la adrenalina por descubrir al monarca de la justa  hasta el último segundo del último encuentro de la temporada y, efectivamente, aumentaría las probabilidades de que clubes que jamás han logrado una conquista de dichas dimensiones adornen sus vitrinas con la máxima presea del fútbol alemán. Pero sobre todo, incrementaría el grado de dificultad para el poderoso Bayern.

 

No todo lo que brilla es una "ensaladera”

No obstante, los play-offs tienen en su virtud más grande su punto más flaco. El esfuerzo de largo fondo no se ve recompensado bajo esta modalidad. Un equipo que ha hecho todo bien a lo largo de un año puede quedar relegado al olvido para siempre en tan solo noventa minutos. Una mala tarde la tiene cualquiera, incluso ante un equipo hundido en la mediocridad durante toda una campaña.

 

La temporada pasada, el protagonista de nuestra historia (héroe para algunos, villano para otros, decida usted), acumuló ochenta y ocho puntos, tras obtener veintiocho victorias, cuatro empates y solo dos derrotas, anotando en ochenta ocasiones, para fijar una diferencia de goles de +63. En caso de que se hubieran jugado play-offs, los entonces dirigidos por Guardiola se hubieran enfrentado al octavo de la tabla general, el Wolfsburgo, que, con cuarenta y cinco unidades, conquistó apenas casi la mitad de puntos respecto al Bayern.

 

La eliminación del Múnich a "fauces de los lobos” hubiera sido tan emocionante como injusta. Pero las liguillas no se inventaron para hacer justicia.  

   

"La poesía es de quien la necesita… la justicia también”

El pasaje bíblico en el que David le destroza la cara a Goliat tiene mucha honda entre los guionistas hollywoodenses, los creadores de telenovelas y los amantes de la lucha libre, que no son lo mismo, pero son iguales. 

 

De hecho, esa dialéctica en la que el débil vence contra todo pronóstico al fuerte es la médula de relatos como "Star Wars”, "Los ricos también lloran” y de los duelos máscara contra cabellera entre Octagón y Fuerza Guerrera.

Carlo Ancelotti en el banquillo del Bayern Múnich.
Carlo Ancelotti, flamante técnico del Bayern.Imagen: Picture-Alliance/dpa/Ballesteros

La "bestia negra” es el club con más arrastre del país, su camiseta se encuentra en cualquier rincón de la RFA, pero al mismo tiempo es el equipo más odiado entre los aficionados teutones. En Alemania o eres del Bayern o apoyas a otro de los 17 equipos en el máximo circuito, incluso, te decantas por alguna formación de segunda o hasta tercera división, pero al mismo tiempo eres anti-Bayern.

 

En el improbable caso de que el pendulante Wolfsburgo eliminara en unos hipotéticos cuartos de final al líder de la pasada temporada, los periodistas deportivos se habrían frotado las manos ante tan suculento material para redactar epopeyas que competirían con el "Cantar de los nibelungos”.

 

¿Una catástrofe en términos deportivos, un castigo a la constancia, un premio a la mediocridad…? Las opiniones se dividen. Pero los amantes de la épica se frotan las manos liguilla tras liguilla, porque la justicia, sobre todo, la justicia deportiva es un concepto nebuloso, ya que la mayoría de nosotros, incluida la hinchada, amamos al patito feo y a la cenicienta. ¿Por qué? Porque la victoria del débil ante el fuerte nos hace sentir que todo es posible.

 

La nueva ley de la relatividad, "€=mc²”

Los años setenta fueron dominados por Gladbach y los ochenta por el propio Bayern. Nuestra década prometía un nuevo reinado, el de Dortmund, pero los muniqueses han vuelto a recobrar completo protagonismo. 

 

Rummenige y compañía recuerdan a Darth Wader porque su superioridad sabe a la de quien hace trampa. El Bayern no solo es el combinado más ganador, también es el más rico. Sus detractores demeritan cada uno de sus logros bajo el argumento de que se basan únicamente en su poderío económico.

 

Los directivos del Bayern contra-argumentan en su defensa que ellos no tienen la culpa de que las cosas les salgan bien y que no pueden acusarlos de tener un plan de negocios y una dirección deportiva eficientes.

Joshua Kimmich, del Bayern, detiene una ofensiva del Hamburgo.
El Bayern venció 1-0 al Hamburgo en la jornada 5.Imagen: picture-alliance/AP Photo/M. Schreiber

Efectivamente, si bien se han visto en vueltos en ciertos escándalos relacionados con la evasión de impuestos, el Bayern, a diferencia de clubes como el PSG, Chealsea o el City, no se ha hecho grandes gracias a una inyección artificial de dinero por parte de algún jerarca del petróleo ruso o a un jeque árabe, sino a sus propios méritos y respetan, no por completo, pero sí en buena medida, las restrictivas regulaciones de la Bundesliga, traducidas en la regla 50+1, que limita las inversiones millonarias externas y sin ningún filtro a los clubes.

 

Entonces, ¿por qué en décadas pasadas el desequilibrio de fuerzas no era un tema de discusión y hoy en día sí? Porque a Mayor Competencia, mayores ganancias o €=mc².

 

Pero, ¿tiene sentido debilitar a un equipo en pos de mayor espectacularidad y mayores ganancias económicas?

 

 

Solución 2: economía planificada vs. Neoliberalismo

Para los bávaros la respuesta es que no. Sin embargo, Holzhäuser insiste en que la tarea de quienes organizan la liga debe ser también regular la fuerza entre todos los competidores que participan.

 

Si adoptamos exclusivamente la perspectiva del FC Bayern, cualquier norma que fomente la competitividad de los equipos de la parte media y baja de la tabla, debilita a los punteros tradicionales.

 

Pero el libre mercado ha demostrado fuera y dentro del campo que sin control alguno, los fuertes serán cada vez más fuertes y los débiles cada vez más débiles.

El expresidente de la Bundesliga considera que un reparto equitativo de los derechos televisivos impulsaría un crecimiento sostenido de la totalidad de los participantes. El principal objetor de esta iniciativa es, naturalmente, el propio Bayern que esgrima siempre su mismo argumento: "¿Por qué nos van a castigar a nosotros, que trabajamos bien, en beneficio de otros, que son menos competentes?”.

 

Sin duda, la audiencia aumenta cuando el Bayern acude a cualquier plaza del fútbol alemán. También cuando juegan los Dallas Cowboys. Pero en la NFL las rebanadas del pastel se han cortado siempre del mismo tamaño.

 

Hace setenta años nadie hubiera protestado por una división igualitario de utilidades por concepto de derechos de retransmisión y probablemente, las diferencias entre los recursos de unos y otros equipos no serían tan abismales tampoco, como no lo son en el Fútbol Americano.

 

Solución 3 y 4: "alcanzar una estrella”

Otras de las ideas de Holzhäuser provienen también del concepto de negocio de la National Football League: los topes salariales y un sistema controlado de draft. Pero si introducir el sistema de liguilla parece difícil y una repartición igualitaria de los derechos televisivos muy ilusorio, estos dos últimos puntos representarían una labor titánica, puesto que su implementación tendría que ser forzosamente continental.

Limitar las ganancias o la capacidad de fichar para un jugador representarían claras desventajas para los clubes más pudientes si la medida no se aplicara, al menos, entre las principales cuatro ligas de Europa. Si el Bayern se viera restringido en las sumas y los tiempos a la hora de hacer transferencias y el Real Madrid no, se resolvería el problema a nivel Bundesliga, porque, a mediano plazo, el Friburgo llegarían a ser igual de atractivo (o de poco atractivos) que el Bayern para el próximo Lewandowski, mientras que los clubes ingleses, españoles o italianos representarían una mayor fuente de ingresos y tendrían más capacidad de reacción.

Lo cierto es que poner topes salariales parece una disposición urgente a nivel internacional, dicho esto mientras el PSG ha anunciado que estaría dispuesto a pagar doscientos millones de euros por el astro brasileño Neymar Jr., mientras que la plantilla entera de otros clubes europeos no rebasa ni los diez millones.

Si esta tendencia se mantiene, se corre el peligro aun no muy lejano plazo, de contar con ocho o diez super-equipos que acumularán cada vez más recursos y un enorme conglomerado de clubes que se irán debilitando para paulatinamente ir desapareciendo.

No se trata de un problema de corte deportivo, si no netamente mercadológico y por tanto económico: ver a David luchando contra Goliat nunca dejará de fascinarnos, como nunca nos podremos hartar de la lucha por superarse que encarna María la del Barrio, María Mercedes o Marimar. Cada campeonato que inicia soñamos con el siguiente Leicester y cada Eurocopa con la próxima Islandia.

Pero los patrocinadores y las televisoras no. Invertir en un conjunto que no cuenta con estrellas y que no vende camisetas, es claramente menos interesante y menos redituable que poner el dinero en las formaciones que cuentan con los futbolistas mediáticos.

Mario Götze aparece como reservista del Bayern, en imagen de archivo.
Bayern: el luijo de tener a estrellas como Mario Götze (hoy en el Dortmund) en la banca.Imagen: picture-alliance/dpa/J. Güttler

El escenario, en ese caso, no tiene que ver con una competencia entre clubes con menos estrellas y clubes con más estrellas, sino con una batalla entre compañías que serán incapaces de cubrir sus costos más esenciales por falta de insumos y emporios bien ramificados y profesionalizados en todos los niveles que requiere una empresa, con cada vez más dinero y cada vez más poder.

Suena a teoría de la conspiración, pero no lo es

En el estadio o frente al televisor existe un 99% de probabilidades de que usted se esté llevando a la boca algún alimento o bebida de alguna de las diez compañías que controlan el sector alimenticio y de higiene.

Consorcios como Nestlé, Coca-Cola o Kraft han ido absorbiendo una a una a compañías de menor escala, hasta asegurarse el control de este mercado. Resulta impensable que esta tendencia se vea transformada a corto, mediano y hasta a largo plazo.

Si los organismos que regulan las reglas de competencia en el deporte no toman cartas en el asunto, no resultaría tan descabellado pensar que algún día se dispute un campeonato continental con ocho o diez y ocho mega-equipos, al tiempo que las competencias locales terminarían por desaparecer. El otro escenario posible es que los grandes del balompié internacional sigan la estrategia de Red Bull, haciéndose dueños de filiales a lo largo y ancho del planeta.

Lucharán a dos de tres caídas… sin límite de tiempo    

Este asunto va para largo y nada haría pensar que los dueños del fútbol sean quienes den el primer paso que revierta este camino. ¿Qué empresa estaría dispuesta a fortalecer a su competencia, cuando queda claro que la fuerza de los demás es directamente proporcional a la debilidad  de uno mismo?

Por otra parte, ni la UEFA ni la FIFA parecen interesadas en meterse en una confrontación directa con, quienes al fin y al cabo, son los dueños del capital. Los organismos rectores del fútbol han perdido un tiempo precioso en pos de construir un modelo basado en la igualdad de oportunidades. El público y los equipos se han acostumbrado a que existen débiles y fuertes.

El mango del sartén lo tienen ahora el Barcelona, el Real, el City y el United, la Juve y el Bayern, como quedó demostrado cuando los dueños de la pelota amagaron con dejar la Liga de Campeones para integrar un campeonato exclusivo para los más fuertes del planeta y en la pugna, la UEFA accedió a aumentar las plazas en la máxima justa continental a favor de Inglaterra, España, Alemania e Italia.

Si matan a la Cenicienta no hay cuento

Lo decisivo en esta discusión es que, mientras el negocio del agua embotellada o las papas fritas se fortalece entre menos competencia exista, el fútbol vive de la competencia. Si ganan siempre los mismos, el fútbol dejará de ser interesante, porque ¿quién quiere que le cuenten el cuento de la Caperucita Roja si en la portada del libro entendemos que el lobo se la comió antes de que saliera de su casa… a ella, a su mamá, a la abuela y hasta al cazador.

Ronaldo y Messi, aunque no lo crean, no son las estrellas de la película, porque aunque a todos nos gustaría tener superpoderes, no sentimos más identificados con Frodo. El fútbol se debe manejar como un auto que transita una ruta llena de curvas: hay que saber acelerar y frenar conforme el trayecto lo exija.

 

Autor: Israel Dehesa (EL)