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Robert Zoellick: “Necesitamos mercados abiertos”

Rüdiger Lentz (ER)25 de enero de 2008

El presidente del Banco Mundial destacó, en entrevista con DW-TV, la cooperación con China en materia de ayuda al desarrollo y la necesidad de sumarse a los esfuerzos de la ronda de Doha.

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El presidente del Banco Mundial habló en extenso con DW-TV.Imagen: DW-TV

DW-TV: Sr. Zoellick, hace meses que está Ud. a la cabeza del Banco Mundial, el banco de desarrollo más conocido del mundo. Cómo se propone devolver la credibilidad a esa institución, en especial tras el turbulento período de Paul Wolfowitz?

Robert Zoellick: Pienso que el Banco Mundial tiene otros desafíos que la situación en que se encontraba cuando asumí su dirección. Se trata de todos los cambios que conlleva la globalización. Por eso creo que la atención debe concentrarse en cómo preparamos a una organización de más de 60 años para enfrentar situaciones continuamente cambiantes, pero que conserva los mismos propósitos de siempre, como la ayuda al desarrollo y el combate contra la pobreza. Para lograrlo intentamos concentrarnos en estrategias para ayudar a los países más pobres, sobre todo en África.

¿Cómo se adaptará el Banco Mundial a los desafíos de la globalización? ¿Debe ser reestructurado?

Creo que, para comenzar, hay que tratar de concentrarse en determinados temas, de modo que la gente sepa cuáles son las prioridades y qué métodos se desarrollan para alcanzar los objetivos que el Banco siempre ha perseguido en el intento de recabar experiencias de todo el mundo, no sólo para financiar mercados e instituciones, sino también para desarrollarlas. El Banco dispone de diversos componentes. Existe la parte tradicional, dedicada a la concesión de créditos con garantías estatales, y existe la Asociación Internacional de Desarrollo (IDA), que sólo otorga subvenciones a las inversiones y ayuda operativa a las empresas de los países pobres.

Usted abogó por un aumento del presupuesto de la IDA. ¿Tuvo éxito?

Conseguimos 41.600 millones de dólares, lo que equivale a un aumento del 30% con respecto al último complemento presupuestario, que se realiza cada tres años. Conseguimos que contribuyeran 45 países, incluso algunos antiguos beneficiarios, como China, Egipto y Turquía, y eso ha supuesto un fortalecimiento.

Hace poco dijo que para combatir efectivamente la pobreza –y lograr reducir a la mitad el hambre en el mundo hasta el 2015- se debería fomentar con mucho más vigor la producción agrícola en el Tercer Mundo y en especial en África. ¿Deben las regiones industrializadas, como Estados Unidos y Europa, abrir también sus mercados?

Así es. Además, debemos recortar subvenciones. Ese es uno de los motivos por los que debemos sumarnos al proceso iniciado en Doha. Naturalmente necesitamos un mercado abierto, sin cuoteos y arreglos tarifarios. Aparte de lo anterior, Europa y otros países utilizan en creciente medida las normas higiénicas como herramienta para negar la entrada de productos. En parte eso es comprensible, ya que los países tienen sus estándares, pero en parte también se puede interpretar como una nueva forma de proteccionismo.

Dentro de poco viajará a África, donde se verá confrontado con un problema grave: el enorme aumento de los precios de la energía. ¿Cómo se propone resolverlo?

Hay algunas cosas que podemos hacer por esos países. En primer lugar, podemos elaborar con ellos programas dirigidos a los más pobres, de manera que ellos puedan satisfacer sus necesidades básicas. Lo principal es la eficiencia energética. De ese modo se puede uno ocupar de asuntos medioambientales, reducir costos energéticos, combatir el cambio climático, todo de una vez. Algunos países del G-8 intentan respaldar eso, además, mediante la transferencia tecnológica.

Pasemos al tema de China. ¿Cuál es su apreciación de esa potencia económica, con su gran crecimiento y sus gigantescas reservas monetarias? ¿Es un potencial factor estabilizador o le causa preocupación?

Lo veo como parte de un sistema económico en gestación. En diciembre pasado estuve en China y no sólo hablé con los chinos acerca de su propio desarrollo, sino que conversé también con el Exim-Bank, su banco de desarrollo, y con algunos ministerios sobre la cooperación en materia de ayuda al desarrollo de África. Los chinos invierten mucho dinero allí. Eso puede ser muy positivo si se hace bien, si no conduce a la corrupción.

Hay distorsiones del mercado y otros elementos con los que habrá que trabajar...

Así es. Uno ve lo que en el momento está ocurriendo con muchas grandes instituciones financieras, que están sufriendo grandes pérdidas. Dónde buscan inversionistas que aporten capital. Los fondos estatales no son ya un factor que infunde temor, como ocurría en el 2007. En 2008 pueden ser el factor decisivo que ponga dinero en el mercado. (...) Pero eso puede ser llevado a cabo de manera transparente. China es una potencia económica emergente. Eso es un hecho. Es de interés nuestro cooperar con ella en pro de la transparencia de los fondos estatales, el desarrollo de África y en lo relativo a asuntos monetarios y al comercio. De este modo China tiene la posibilidad de asumir responsabilidades en el sistema económico internacional y en el campo del desarrollo.

Ud. ha dicho que el cambio climático tiene máxima prioridad. Ban Ki-Moon ha convertido la lucha contra ese fenómeno en tarea principal de las Naciones Unidas. ¿Por qué es tan importante –al margen de la concesión de créditos- la transferencia de conocimientos que Ud. demanda?

Pienso que los peligros que conlleva el cambio climático son evidentes. Para abordar este problema desde el punto de vista del Banco Mundial es necesario involucrar a los países en vías de desarrollo. No sólo con miras a limitar los efectos (...) Por eso intentamos incorporar programas con medidas preventivas en las estrategias de desarrollo de dichos países, ya sea en cuanto a energía, sistema de transporte y otros. Nosotros ofrecemos recursos financieros adicionales con ese propósito.

Entretanto tenemos muchos bancos regionales de desarrollo, en Sudamérica, Asia e incluso en Europa. ¿Complica eso su tarea, se vuelve superflua la institución?

Yo iría más allá. Existen fundaciones, hay siempre más flujos bilaterales de ayuda, también procedentes de Alemania. (...) Yo creo que eso significa que debemos cambiar. Debemos concebirnos como un mediador en una red y eso es lo que entretanto hacemos de modo redoblado. Nosotros somos intermediarios de experiencias y conocimientos, reunimos a gente en torno a una mesa. No creo que esta competición en el área del desarrollo sea mala cosa. Debemos velar por coordinar los esfuerzos.