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Ruanda y la herencia del genocidio

Cristina Krippahl
5 de abril de 2019

El genocidio de 1994 afectó la relación de Ruanda con los países vecinos hasta hoy. Incluso después de 25 años, las categorías étnicas y las antiguas conexiones siguen desempeñando un papel relevante en la región.

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Symbolbild - Ruanda Ladislas Ntaganzwa
Imagen: picture-alliance/AP Photo/B. Curtis

Hace un cuarto de siglo tuvo lugar el cruel genocidio en Ruanda. Hoy en día, el pequeño país del este de África recibe elogios por ser un modelo de estabilidad: especialmente en términos económicos, se ha recuperado bien en los últimos 25 años. Pero el genocidio cometido por la mayoría radical hutu contra los tutsis en 1994 traumatizó profundamente al país y a su sociedad. Los doce millones de habitantes viven en paz, pero el recuerdo de las atrocidades ha quedado grabado en sus mentes: entre abril y julio de 1994, murieron alrededor de 800.000 personas. La infraestructura quedó completamente destruida.

Paul Kagame, presidente de Ruanda.
Paul Kagame, presidente ruandés, tiene problemas con algunos de sus países vecinos.Imagen: picture-alliance/C. Ndegeya

El éxito de haberse convertido en una sociedad que funciona bien se le atribuye principalmente a su presidente, Paul Kagame. "Él ha hecho un trabajo excelente. Él ha propiciado el desarrollo del país y ha traído inversionistas internacionales", dijo Patrick Hajayandi, miembro del Instituto Sudafricano para la Justicia y la Reconciliación (IJR), en entrevista con DW.

Protector de los tutsis

Phil Clark, quien trabaja en la Universidad SOAS de Londres, opina que "el gobierno de Ruanda es la instancia más fuerte a la hora de eliminar la desigualdad social y económica entre los grupos étnicos hutu y tutsi".
Precisamente esa esa idea subyace al estilo de liderazgo autoritario del presidente, dice Clark en entrevista con DW. Desde el punto de vista de Kagame, la resistencia política solo causa disturbios. Por lo tanto, los derechos humanos no ocupan un lugar destacado en la agenda política del presidente de Ruanda. Su principal preocupación es evitar a cualquier precio que se avive la llama de la violencia. "Esto se traduce en la necesidad de Ruanda de proteger a los tutsis en toda la región", asegura Clark. Esto afecta especialmente a los tutsis en los países de Burundi, Uganda y en el este de la República Democrática del Congo. "En esos países, los tutsis han sido atacados sistemáticamente y durante décadas por ciertas facciones", añade.

Kagame ya ha criticado con frecuencia a los grupos opositores que operan en países vecinos y los, que a su juicio, perturban el proceso de integración en África oriental. Las tensiones políticas alcanzaron su punto máximo cuando el gobierno de Kagame cerró un paso fronterizo con Uganda. El analista ugandés Mwambutsya Ndebesa, de la Universidad Makerere en Kampala, evalúa este hecho como un signo de lucha por el poder regional: "Se trata de la hegemonía política en la región", dice en entrevista con DW. "Pero también de hostilidades personales", añade.

El presidente de Uganda, Yoweri Museveni, y Paul Kagame fueron muy cercanos en el pasado. Kagame fue una figura clave en la organización rebelde y actual partido gubernamental de Ruanda, el Frente Patriótico Ruandés (FPR), que ayudó a Museveni a tomar el poder en 1986.  Casi una década más tarde, cuando los rebeldes del RPF tomaron el control de Ruanda en 1994 y pararon el genocidio, Kagame recibió apoyo de Uganda en su camino hacia la presidencia del país. Pero, desde entonces, ambos presidentes se han distanciado. "El presidente Museveni y sus generales creen que el gobierno de Ruanda les debe algo”, opina Christopher Kayumba, de la Universidad de Ruanda. Kagame, por su parte, quiere obtener más poder en la región.

Memorial del genocidio en Ruanda, en Nyamata.
Memorial del genocidio en Nyamata, Ruanda.Imagen: Getty Images/AFP/S. Maina

Miedo a la violencia

Museveni no es el único líder africano que tiene problemas con Kagame. Las tensiones políticas entre Ruanda y Burundi también han aumentado. Una vez más, las desavenencias personales entre Kagame y el presidente de Burundi, Pierre Nkurunziza, juegan un papel muy importante. El analista burundés Patrick Hajayandi cree que la enemistad tiene también un componente étnico. A los hutus en Ruanda se le sigue responsabilizando del genocidio y no son considerados dignos de confianza.

Muchos observadores temen que las tensiones en la región puedan desembocar en violencia. Es poco probable que Occidente  presione más al gobierno de Kagame para soluicionar su relación con sus vecinos. "Ruanda sigue dependiendo en gran medida de la ayuda financiera, pero Kagame explota magistralmente las debilidades de Occidente", dice Phil Clark.

(rmr/er)

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