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Schröder y el cuento del lobo

2 de octubre de 2003

En el Partido Socialdemócrata alemán arrecia la pugna interna en torno a las reformas que se propone llevar adelante su jefe, el canciller Gerhard Schröder, quien insinúa un abandono del poder si no consigue su objetivo.

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¿Estará Schröder realmente dispuesto a dejar su sillón?Imagen: AP

Las reformas son imprescindibles en Alemania. Ésa es la consigna que enarbola continuamente el jefe de gobierno de Berlín, empeñado en sacar adelante su programa de recortes de prestaciones sociales contra los vientos y mareas de su propio partido. El argumento de que no hay otra salida y de que peores serían los cambios si la oposición tuviera el timón, no basta para acallar las críticas. La disciplina partidaria tampoco puede imponerse recurriendo con sospechosa frecuencia a pintar en el horizonte el naufragio del gobierno, para el caso de que no se logren las metas.

Amenazas "inadmisibles"

El canciller Schröder ha vinculado su futuro político a la materialización de sus planes, compendiados en la llamada "Agenda XXI". Pero algunos de sus correligionarios se resisten tozudamente a secundar a quienes intentan, a su juicio, redefinir el concepto de justicia social, clave para los socialdemócratas. Más aún: el ala izquierda del partido acusa a Schröder de pretender llevar a cabo un chantaje con sus amenazas más o menos veladas de renuncia. Amenazas que el portavoz del 'Foro de la Izquierda Democrática 21', Detlev von Larcher, considera "inadmisibles para parlamentarios libres".

Los sectores fieles a la línea izquierdista clásica encuentran eco en los sindicatos. "Una política que en aspectos centrales apunta en la dirección errada, no se vuelve más acertada por el hecho de que se la pretenda ejecutar por todos los medios", afirmó el líder de la principal confederación sindical alemana, Verdi. También la juventud socialdemócrata se siente molesta. Su jefe, Niels Annen, se sumó a las críticas, indicando que "cuanto más se amenace con la dimisión, menos escucha la gente".

Valgan las redundancias

La repetición, efectivamente, neutraliza el efecto de una jugada a la que sólo se debería recurrir en situaciones extremas, según los manuales tácitos del arte de gobernar. Y Schröder corre el riesgo de abusar de ese recurso. Pero no sólo Schröder ve peligrar la capacidad de su partido para llevar las riendas del gobierno. Uno de sus hombres claves, el ministro de Economía, Wolfgang Clement, no se queda a la zaga con sus advertencias. Incluso compara la situación actual con la que condujo a la caída del canciller Helmut Schmidt en 1982. De ahí sus fervientes llamados a la conciliación.

El jefe de gobierno ha recibido también apoyo desde el flanco de Los Verdes, socios menores de la coalición gobernante. La jefa de su bancada parlamentaria, Christa Sager, puntualizó que lo de Schröder "no es la reiteración de una amenaza, sino la reiteración de un argumento". Pero los argumentos de fondo son los que podrían pasar a segundo plano en esta polémica, que pone a temblar al canciller cada vez que está a las puertas la votación sobre un nuevo capítulo de la agenda de reformas. El carácter indefectible de la misma no basta para convencer, por mucho que se recurra a la reiteración.